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Kenan Kodro, el sucesor de Mirosław Trzeciak

OPINIÓN | El joven delantero donostiarra entró el pasado sábado en la historia de Osasuna por la puerta grande. Su nombre se recordará siempre como el del hombre que marcó el gol que le valió el ascenso al conjunto navarro en Montilivi, completando así un play-off extraordinario, disputado a un nivel propio de crack mundial.

Kenan Kodro, el sucesor de Mirosław Trzeciak
Kenan Kodro celebra un gol con Osasuna. Fotografía: Rodrigo Jiménez [UGS Vision]. Montaje: Asier Ganuza [VAVEL}.
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Por Imanol Itokún

El balón vuela raso al espacio abierto entre la espalda de la defensa del Girona y la portería de Becerra. Lo ha mandado ahí a bote pronto Roberto Torres, que tiene el don de convertir el cuero en caramelo. Kenan Kodro sale tras él al tiempo que mira incrédulo a derecha e izquierda, como un extranjero ante un paso de cebra inglés. Comprueba que el línea no invalida y que el central gerundense trata de volver a toda prisa de su estancia en Babia. Cuando llega al encuentro con la pelota la prolonga con el exterior de su pierna derecha, en el primero de los dos toques que va a necesitar. Unos metros más de carrera amarilla a sprint. Poco antes de llegar al área ya es consciente de que el defensa no le va a alcanzar y de que va a tener la oportunidad de disparar, así que acompasa la zancada a la trayectoria del balón; acertará o no, pero quiere golpear bien. El portero sale al paso y Kodro carga veloz la pierna derecha, al tiempo que pisa la línea de la frontal del área. Ahí llega el segundo y último toque, un disparo fuerte con el interior de su pie derecho al palo corto. La caprichosa sobrepasa a Becerra y golpea la red del arco gerundense. El 19 rojillo explota de alegría y prolonga el sprint hacia la esquina visitante, donde la locura se ha desatado entre los que no fallan. Por el camino se desprende de la camiseta y se lanza de rodillas hacia su afición como si fuera el protagonista de un anuncio de la Premier League. Kenan Kodro acaba de tatuar su nombre con letras doradas en la piel de la memoria osasunista.

Momento exacto en el que el disparo de Kodro perfora la portería del Girona | Foto: Panenka
Momento exacto en el que el disparo de Kodro perfora la portería del Girona | Foto: Panenka

Ningún aficionado rojillo podrá ya olvidar este gol ni el nombre de quien lo marcó, sucesor del polaco Mirosław Trzeciak en la estirpe de autores de goles ascensores. El donostiarra cumplió el sábado el sueño con el que sueñan, por la noche en sus camas y por el día en los patios de los colegios, todos los niños en Pamplona. Un sueño que a buen seguro fue el suyo no hace tanto. Cuántas veces imaginó el pequeño Kenan que marcaba el gol que le daba a su equipo el campeonato en la última jornada, aunque fuera otro campeonato con más lustre que play-off de Segunda División y él se viera envuelto en una camiseta de distinto color.

Kenan Kodro ha demostrado tener una fe en sí mismo descomunal

Nadie hubiera podido imaginarlo hace tan solo unos meses, mucho menos hace un par de veranos, cuando el delantero llegó a Tajonar para jugar en Osasuna Promesas. Aterrizó aquel estío convulso como no se recuerda otro en Pamplona procedente del filial de la Real Sociedad, que probablemente tomó la determinación de dejar de contar con sus servicios previendo que, al menos a corto plazo, el artillero guipuzcoano no iba a ser una pieza capaz de reforzar al primer equipo. Un criterio habitual en los filiales de los equipos punteros, que consideran que la labor del ‘B’ no es otra que la de nutrir al primer equipo, así que en cuanto se sospecha que un jugador no tiene posibilidades de jugar en él, se le invita a salir. El delantero admitió al recalar en Osasuna que le había costado adaptarse a la Segunda División B, y aunque a priori llegaba para jugar con el Promesas en Tercera División, no dudó en señalar que se veía capacitado para jugar en Segunda, y que lo veía como un reto y una oportunidad. Lo lógico en aquel momento habría sido pensar que si no se le daba bien la Segunda B, difícilmente podría tener oportunidades en un equipo de la categoría de plata, y por lo tanto, resignarse a jugar en Tercera. Cualquier otro lo hubiera hecho, pero él mostró, ya entonces, una de sus principales virtudes: tiene una fe en sí mismo descomunal.

Kodro no había tenido ni protagonismo ni acierto hasta el tramo final de liga

Finalmente Kenan realizó aquella primera pretemporada en Pamplona con el primer equipo y, como él mismo vaticinó a su llegada, en el Promesas no le vieron el pelo. A pesar de que sus números en la primera temporada de rojillo no fueron espectaculares, su nivel participación sí sorprendió a propios y a extraños. Bien es cierto que los distintos inquilinos del banquillo pamplonica no tenían mucho donde elegir, pero es que el donostiarra se convirtió en el segundo delantero con más minutos de la plantilla por detrás de Nino, convirtiendo tan solo un par de goles, que, eso sí, a la postre resultaron vitales. En esta segunda temporada, con Martín al frente del equipo desde el principio, su participación iba a caer en picado. De hecho, hasta el tramo final de liga, los momentos estelares de Kodro en la temporada 2015/2016 constaban de poco más que un par de buenos goles ante Leganés y Huesca, que sirvieron en ambos casos para dar la victoria a los rojillos, y de un puñado de calentamientos espectaculares en la banda del Sadar, realizados con una intensidad más apropiada para saltar al sofá a echar la siesta que al césped.

A priori, sus características no se ajustan a las del clásico futbolista que gusta y triunfa en Osasuna

Salta a la vista que el joven donostiarra no es, ni de lejos, la clase de futbolista que cala a la primera en la afición rojilla. Por lo general evita ir al choque, cuando el balón está medianamente dividido su tendencia natural es esperar el fallo del rival, e incluso, si el balón vuela por el aire, lo más probable es que en vez de saltar a por él espere a la caída, pese a que el muchacho roza el 1,90 de altura. Si se permite el símil, Kenan no es de los que bailan, es más de esperar atento y apoyado en la barra a que pasen las cosas. También hay que reconocer que, muy probablemente, su lenguaje corporal perjudica la imagen que se tiene de él. Esa forma particular de correr, tan desgarbada que parece denotar apatía o cansancio crónico no le hace ningún favor. En cualquier caso, tras vivir una temporada con poco protagonismo, todo cambió un par de jornadas antes del final de liga. Martín, como el resto de la afición, se cansó de esperar a Urko Vera, la auténtica apuesta del club amarrar los puestos de ascenso, y, sin apenas alternativas, le dio su confianza a Kodro. Este respondió rallando a un nivel muy por encima de las expectativas, con un grado de acierto de cara a puerta contraria propio de crack mundial. Cuatro goles en los últimos cinco partidos del curso, tres de ellos en partidos de play-off. La ida de las semifinales ante el Nastic resultó una exhibición: participó de una forma u otra en los tres goles de los rojillos. Son números estratosféricos, a los que hay que añadir un esfuerzo constante y acertado en la presión y en el desmarque, y una mejora sorprendente pero notable incluso en el toque de balón.

¿Está protagonizando Kenan Kodro una nueva versión futbolística del cuento de "El patito feo"?

Pero, ¿es el nivel mostrado en el rush final de la temporada el auténtico nivel del artista antes conocido como "el hijo de Meho Kodro", o es tan solo un espejismo?, ¿Está protagonizando el donostiarra una nueva versión del cuento de "El patito feo" o simplemente estamos ante una racha excepcional que no tendrá continuidad como la de “El Chengue” Morales a finales de 2004? Quién sabe. Después de todo, tan solo el viento tiene la respuesta para algunas preguntas. De momento, ya ha conseguido darle la vuelta por completo a su situación y cambiar el runrún de la grada por aplausos, abrazos y champagne. Incluso cuenta ya entre la afición rojilla con un grupo de incondicionales -cada vez más numeroso- que se autodenomina “kodrista”. Martín, que ha abroncado al artillero guipuzcoano muchísimo más y de forma mucho más vehemente que a ningún otro componente de la plantilla, destacó en la rueda de prensa posterior al ascenso la juventud de un futbolista de tan solo 22 años que, según sus palabras, va a ser muy interesante para el futuro de Osasuna. Por lo pronto, según ha anunciado el seleccionador bosnio Mehmed Baždarević, próximamente va a tener la oportunidad de representar al país de origen de su familia. Y condiciones para ser un buen delantero en la élite tiene de sobra, además de un tupé ideal para jugar en la liga de las estrellas. Tiene altura y envergadura, no es del todo lento y esconde un látigo en el pie derecho; si le das dos metros se busca la forma de acomodarse el balón para su diestra y te fustiga. Tampoco hace falta mucho más, ahí está como ejemplo el caso reciente de Jamie Vardy, que ha llegado a la élite con 28 años cumplidos y ha puesto patas arriba la liga más rica del mundo sacando el máximo partido a las dos o tres virtudes que tiene.

Minutos después de que el árbitro pitara el final en Montilivi, todavía sobre el césped del Estadi, el chico que acababa de suceder a Trzeciak como imagen de un ascenso rojillo calcando los números del polaco aquel año (tres goles en liga regular durante la segunda campaña en Osasuna), se sinceraba ante las cámaras de Movistar: “No creía ser tan importante. Hay que trabajar y creer en uno mismo, y aquí estamos, disfrutando". Son, aunque en un contexto distinto, exactamente las mismas palabras que debió pronunciar al acabar su primera pretemporada en Pamplona y conocer que definitivamente iba a quedarse en el primer equipo. Años atrás no había tenido suerte en la categoría de bronce, pero eso no mermó su fe y siguió trabajando para poder jugar en Segunda, como hizo en la presente temporada, en la que apenas tuvo protagonismo y en la que sufrió una reprimenda tras otra, pero en la que se mantuvo impasible para finalmente obtener premio y reconocimiento. Esta es la lección de vida que deja Kodro para el que la quiera escuchar: el único camino para quien ambiciona algo no es otro que el del trabajo duro y la confianza ciega en uno mismo. Si se conservan ambas cosas, a nada que haya un poco de suerte, antes o después, se sale en la foto… disfrutando.