Dos días después del pistoletazo de salida hizo su debut el vigente campeón de la Liga. A Coruña fue el lugar que el sorteo eligió para que el Real Madrid, que ya suma dos títulos antes de finalizar el mes de agosto, retomara su andadura en el campeonato doméstico. Campo complicado, nunca es fácil ganar en A Coruña. Y el inicio de partido así lo presagiaba.

Veinte minutos

Un Deportivo sustancialmente renovado buscó enfrentarse de tú a tú al equipo blanco, probablemente fruto de la excitación de pelear en territorio local. De esa manera lo hicieron durante veinte excelsos minutos en los que Florín Andone, tan revolucionado y luchador como siempre, contó con un par de claras ocasiones de gol que no fue capaz de materializar. A los costados, Bakkali y Fede Cartabia eran dos puñales que aprovechaban como auténticas hienas los errores en la salida de balón visitante. Cada vez que un jugador del Madrid (normalmente Carvajal, que no tuvo su día) perdía el cuero, ambos extremos eran flechas verticales con la intención de acosar la portería de Keylor. Veinte minutos en los que el Real Madrid no acababa de acomodarse al partido, y en los que el Dépor comenzaba a creer que realmente podía derrotar al gigante. Veinte minutos. No fueron más que eso.

Porque eso y no más fue lo que tardó Karim Benzema en recoger el rechace de un desacertado Rubén para, de manera extraña y sospechosamente involuntaria, cedérsela a Bale y estrenar el marcador de Riazor en la presente temporada. Así de cruel fue la forma en la que los blancos hicieron desaparecer gran parte de las esperanzas gallegas, exterminando las que quedaban siete minutos después. En el segundo gol, todos y cada uno de los jugadores que Zinedine Zidane decidió alinear fueron cómplices y culpables. Porque por sus botas (por las de los once) pasó el balón sin que ningún jugador rival fuera capaz ni siquiera de rozarla tras 107 segundos y 44 pases. 45 en total, si contamos el de Casemiro a la red. Sin comerlo ni beberlo, aún no habíamos llegado a la media hora de tiempo jugado y el partido ya había acabado. 

Dominio y tortura

Con dos disparos mortales encima, el Deportivo de la Coruña quiso y consiguió aguantar firme sin perderle la cara al partido, a sabiendas que la machada se había tornado imposible. El orgullo herculino contrastó como pudo el buen hacer del juego madridista, aunque no fue capaz de evitar que los visitantes dominaran a placer el balón, gustándose en cada jugada que elaboraban. Llegados los sesenta minutos de nuevo Andone perdonó ante Keylor Navas, a pesar de que no fue el tico sino Sergio Ramos el que evitó que la grada blanquiazul celebrase el gol. Como si de un déjà vu se tratase, el rumano volvió a ser psicológicamente torturado por los madridistas: dos minutos después de que Florín desperdiciase la oportunidad de acercarse en el marcador, Toni Kroos hizo gala de su frialdad alemana apuntillando el marcador con un disparo letal directo al corazón local. De la misma manera que hacen los leones para divertirse, el Madrid también juega con sus presas. Les da alas, les hace creer que son amigas. Hasta que se aburre y pone fin al juego. Así es el Real Madrid, que lo hizo una vez más con el pobre Andone en el minuto 89. Animándolo a redimirse marcando de penalti y desilusionarlo de forma atroz.

Así es este equipo. Capaz de ganar 0-3 en Riazor a medio gas y por inercia, sin mostrar excesivo esfuerzo. Demasiado castigo para un Deportivo que anheló y lo intentó, pero que no fue más que un cervatillo en garras del león en el que se ha convertido el Real Madrid.