Existe un cuento, creación conjunta de Borges y Bioy Casares, en donde se revela que la práctica profesional de los deportes no es más que una mera invención de los medios de comunicación. En dicha historia, titulada Esse est percipi, resulta ser que las narraciones de los partidos de futbol parten de un guión elaborado con anterioridad, con resultado final y todo, que sirven para alimentar la imaginación de los escuchas, y que todo el mundo futbolístico existe solamente en quienes consumen tal producto.

Algo muy parecido se vivió esta tarde en San Luis Potosí.

Los partidos a puerta cerrada, además de pertenecer a la pretemporada de más de un equipo, constituyen la manera en la que las autoridades de la Liga tienen a bien castigar a algún club que ha incurrido en alguna falta lo suficientemente grave para ser privados de la otra mitad del corazón del juego: el público.

Así se esté jugando una cascarita en cualquier plaza o calle, la Final de la copa del Mundo, o la Jornada 17 del Apertura 2019, existirá el componente de la afición, pues debe haber alguien viendo el desarrollo de las acciones del juego. En el caso del Alfonso Lastras, la única forma posible de no dejar perder el juego en el olvido, fue a través de monitor: por noventa minutos, los dos combinados (rojiblancos ambos, uno por tradición y otro por disposición oficial) solamente existieron en la pantalla, solo fueron imágenes intangibles en movimiento, sin posibilidad alguna de que su existencia pudiese ser confirmada.

De esta manera tenemos que ¿sí jugó el Necaxa en San Luis, aquél lugar en donde una vez su afición fue despachada a punta de pistola, o solo fue una puesta en escena, porque nadie tuvo la posibilidad de asistir al partido?

¿Sí fue real el gol número doce de Mauro Quiroga, que lo coloca como el líder indiscutido del goleo individual, a punto de repetir lo que hizo Agustín Delgado hace diecinueve años, o todo fue una pantomima elaborada de antemano, para revolver más los ya emocionados corazones necaxistas?

Los videos resumiendo el partido estarán ahí para la posteridad, pero, con el estadio vacío, ¿quién podrá dar fe de que no fue una coreografía deportiva, solamente?

Muchas personas podrán sostener que los partidos a puerta cerrada no constituyen un castigo lo suficientemente riguroso, pero, es muy cierto que la falta de público es algo que deja al futbol como una suerte de cuerpo sin alma, como un término sin significado, como una crónica sin tiempo.

Ahora, en un nivel mucho más mundano, podemos decir que Necaxa jugó como en casa, con el Lastras absolutamente vacío: un estadio sin gente es su hábitat natural desde los tiempos del viejo Atlético Español, así que, para los de 'Agüitas', el castigo del Atlético San Luis fue más bien una ventaja.

Un aspecto más que remite al siempre recordado Necaxa Campeonísimo de la década de los noventa: un conjunto sólido con buen futbol, sacando el resultado en una cancha desprovista de aficionados. Si Roberto Marcos Saporiti hubiese estado en San Luis esta tarde, no hubiera sido extraño en absoluto.

Quizá para la gente de San Luis tampoco fue la gran cosa, esto del castigo, porque, después de tener la franquicia congelada por años, ¿qué más da un sábado más? De todos modos, no deja de ser lamentable la manera en que se despiden de un (otro) torneo más: perdiendo a puerta cerrada.

Con este partido, Necaxa confirma, una vez más, su naturaleza errante, viviendo prácticamente todas las experiencias que puede experimentar un equipo profesional de balompié: de jugar en un estadio pletórico de afición, hasta uno sin un alma; de estar en un juego en el que la gente abandona, hasta uno en el que se van sumando hasta lograr una buena entrada. Jugar en el Necaxa garantiza al futbolista conocer todas las caras del deporte, y a los aficionados, todo el espectro de las emociones humanas.

El necaxismo, a pesar de la victoria, no celebra, sino espera.

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