El sábado, debido a la torrencial lluvia que inundó gran parte de Buenos Aires, se suspendió el cotejo que debían afrontar Tigre y Villa Dálmine, correspondiente a la 9° fecha de la Primera Nacional. La AFA resolvió que se jugará está noche (a pesar de que ayer fue feriado), y así fue.

El Matador tenía que redimirse. De local, ante su gente, y arrastrando cuatro jornadas sin éxitos. Es por ello que Néstor Gorosito apostó por otro esquema: una línea de tres centrales (con la vuelta de Néstor Moiraghi), dos laterales volantes, dos de marca, dos enganches y un delantero, sorpresivamente Yonatan Mosquera, ganándole la pulseada a Enzo Díaz y Carlos Luna.

A pesar de la expectativa, poco cambió el nivel del equipo de Pipo, sin la voracidad ofensiva del semestre pasado, sin el peso gravitante de la Ardilla Montillo ni Cachete Morales, con desajustes en la defensiva (Gonzalo Marinelli volvió a ser figura) y encima, con más bajas, ya que se retiró lesionado Lucas Rodríguez. Nada que ver con el Tigre del primer semestre, sin poder encontrar en los refuerzos la jerarquía de los que se fueron.

El rival, Villa Dálmine, también necesitaba levantar, ya que arrastraba dos derrotas en fila, al igual que Tigre. Marinelli impidió que el Viola se ponga en ventaja.

El Matador recién pudo abrir el marcador a los 21' del segundo tiempo, en un tiro de esquina, cabezazo de Ignacio Canuto y una floja respuesta del arquero Juan Ojeda, que dejó el rebote listo para Agustín Cardozo, que solo tuvo que empujarla a la red, aprovechando el obsequio. Goleador inesperado (aunque ya lleva tres tantos oficiales) para un partido que de empezaba a complicar, y con la urgencia de ganar porque los rivales en esta categoría no esperan ni respetan a nadie.

El campeón de la Copa Superliga aguantó la ventaja hasta el final y logró tres puntos vitales, primero para la tabla de la Zona 2, logrando 11 unidades u quedando a tres puntos de Quilmes (en cuarto lugar y en puesto de Reducido), todavía debiendo el encuentro de la fecha 7 ante Almagro. Y segundo, porque las victorias envalentonan a los equipos y era la inyección anímica que necesitaba Tigre en esta aventura de la Primera Nacional, dado que venía de dos caídas al hilo. Con mucho para mejorar, sin encontrar el sistema ideal y con bajos niveles, desde el triunfo se empieza a construir.