Ballester, el dueño de casa

Tras un comienzo errático, los de Elio Fernández demostraron su verdadero juego y vencieron al Colegio Alemán de Montevideo.

Ballester, el dueño de casa
Foto: Fe.Me.Bal.
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Por Stefi León

Aunque el público del handball estuvo presente durante todo el día, el microestadio terminó de llenarse a las 19, cuando Ballester ingresó a la cancha. El extremo derecho de la tribuna agrupó a la gente del Rojo que alentó a su equipo con bombos y cánticos.

Quizás la presión por ser local le jugó en contra al equipo de Elio Fernández, que comenzó perdiendo por un mal pase de su arquero. No pasaría mucho tiempo para que Tomás Villaroel se reivindicara y comenzara a sumar atajadas desde todos los puestos. Con Nicolás Sintas manejando los hilos desde el central, Alemán castigaba mediante Diego Morandeira y Alejandro Velazco, sus laterales. Del otro lado de la cancha, Ballester sentía los nervios del debut y lo pagaba con errores en el manejo de la pelota. Santiago Cánepa fue el encargado de ponerse el equipo al hombro, secundado por el gran capitán, Andrés Kogovsek, que hizo gala de su uno contra uno para sumar su gol. Muchas exclusiones marcaron la primera mitad: ambos equipos, en distintas ocasiones, sufrieron una doble exclusión, pero ninguno de ellos lo pagó muy caro. Con el correr de los minutos, apareció el hombre al que todos buscaban: Julián Souto Cueto comenzó a soltar su lanzamiento letal, inatajable para un Felipe González que redondeó una buena tarde. El ingreso de Juan Filipuzzi terminó de acomodar el juego de Ballester, que se fue al descanso ganando 15 a 12.

Como en casi todos los encuentros del día, la historia cambió mucho en la segunda mitad. Ballester bajó el nivel de ansiedad y mostró su mejor handball. La rápida circulación de la pelota se sumó al cansancio de los uruguayos. De esta manera, mejoraron las carreras de los armadores locales que aprovecharon en incontables oportunidades los espacios generados desde el pivot por Mariano Cánepa. Scovenna, Lumello y compañía entraban con el brazo en alto hasta los seis metros y continuaban ampliando la diferencia. Ballester completaba ese círculo virtuoso con una defensa que terminó convirtiéndose en una verdadera muralla. Y si de murallas hablamos, imposible omitir la salida de Villaroel a falta de 12 minutos para el final del encuentro. El microestadio regaló una ovación al joven arquero que cerró su planilla con un 52% de efectividad en sus atajadas. Bestial.

La chicharra sentenció el 35-21 final en el marcador. Ballester pasó una prueba de fuego en su debut y logró conseguir la diferencia necesaria para guardar a algunos de sus jugadores. Los uruguayos demostraron en cancha la famosa “garra charrúa”, pero no fue suficiente para combatir al fuego rojo del SAG.