Tensión en el ambiente durante los minutos previos al encuentro. 90 minutos en el Emirates dirimían hoy mucho más que tres puntos, un descenso de categoría o una plaza en Champions. Paradójicamente, un encuentro entre Arsenal y Wigan, equipos que no guardan ningún tipo de rivalidad ni relación –salvo su buen trato del balón-, decidían como sería su futuro a corto y medio plazo. El decadente Arsenal, después de siete años sin ningún trofeo, se agarraba a la entrada a la Champions League como último resquicio de élite para una afición deprimida. El Wigan, tras el dulce sabor de la victoria en la FA Cup, volvía hacia su lucha más desagradecida, una Premier League que dejaría de contar con ellos si perdían. La más que posible marcha de Roberto Martínez, sumada a los obvios traspasos de jugadores, suponían prácticamente el fin de una era para el equipo de Dave Whelan.

Un error y un momento de lucidez mueven el marcador

El partido empezó de la mejor manera para los locales, con un Wigan un tanto asustado por la grandeza del escenario y la importancia del momento; a la presión inicial de los Gunners, que encerraron a los Latics en su área, la siguió el tanto de Podolski. El alemán remató de cabeza solo después de un córner, el error de marcaje fue tan claro como el fallido intento de anticipación de Joel, y el internacional solo tuvo que colocarse bien para dar la ventaja a su equipo. El gol no sirvió para despertar al Wigan, que siguió con problemas para imponer su juego y se defendía como podía; los diferentes intentos del Arsenal acababan constantemente rebotando en la poblada defensa de los visitantes, cuyos nervios eran evidentes cada vez que los estiletes del Arsenal intentaban cruzar su muralla. El primer acercamiento del Wigan no llegó hasta prácticamente la media hora, Koné estaba en una buena posición después de recibir una asistencia entre líneas, pero Szczesny atento para despejar el balón.

Las apariciones esporádicas de McManaman eran la única noticia en ataque para los de Roberto Martínez, pero el conformismo del Arsenal hizo creer a los visitantes que, en una de ellas, el empate podía estar cerca. Maloney y Jordi Gómez combinaban bien en la medular, pero al equipo le faltaba profundidad. El escocés forzó un par de faltas cerca de la frontal, sus quiebros incomodaron a un Arsenal nada acostumbrado a defenderse durante la primera parte. La primera ocasión no fue tal, el tiro de Jordi Gómez se estrelló en la barrera. El ex del Celtic reclamó su oportunidad en el segundo libre directo. Con el gol salvador contra el QPR aún en la cabeza, el mediapunta del Wigan dio vida al Wigan con un excelente disparo con el empeine. Justo antes del descanso. Justo antes de la quema. Maloney apareció de nuevo para rescatar a Roberto Martínez e insuflar de fuerzas a su equipo para el segundo periodo.

Diez minutos nefastos condenaron al Wigan

La grandeza de lo que había en juego se notó durante los primeros compases de una segunda parte que marcaría el destino de los equipos. El Wigan salió más convencido de sus posibilidades, y suya fue la primera oportunidad, de Koné. El tiro del marfileño fue desviado, pero la gran jugada que la precedió era la muestra de un buen inicio para los Latics. El Arsenal respondió con una triple oportunidad que Joel salvó milagrosamente. El empate dejaba a los Gunners prácticamente fuera de la Champions y al Wigan con un pie y medio en segunda. El golpe final era cuestión de tiempo. James McCarthy vio su gol correctamente anulado, pero las sensaciones eran positivas para los de Martínez, el Arsenal dejaba mucho espacio atrás mientras buscaba el gol decisivo. Nadie supo en ese momento que el gol anulado del irlandés sería el último coletazo del campeón de FA en el partido.

Cazorla asistió y Walcott ejecutó. Con la misma velocidad que la jugada tuvo en su creación, en la banda derecha, en las botas de Bacary Sagna. Partiendo desde una posición central el extremo inglés remató a la perfección para poner el partido, de nuevo, cuesta arriba para los visitantes. La desesperación hizo mella en el equipo, que se fue arriba y recibió dos goles prácticamente seguidos, el primero después de otra gran asistencia de Cazorla, finalizada con una vaselina por Podolski. El segundo, tras una buena jugada por la izquierda de Ramsey, aprovechando el espacio que tenía a su disposición.

Los últimos 20 minutos fueron un cruel ‘rigor mortis’ para los visitantes ante una grada exultante, que ve la Champions al alcance de la mano a falta de un partido ante el Newcastle –salvado por el descenso del Wigan-. El envite acabó con Roberto Martínez aplaudiendo a sus aficionados, Koné entregando su camiseta a la grada y la mayoría de los jugadores entre lágrimas. Tan cerca y tan lejos de una gloria escrita con el cabezazo de Watson el sábado, e inexistente hoy en una página triste para el Wigan, que pone fin a sus 8 años de presencia en la Premier League.