La rivalidad se olía en el Olímpico. El pasado manchaba un partido marcado en el calendario por ambas escuadras, ya que los Alemania - Inglaterra o viceversa, nunca dejan de fascinar al espectador. Goles que no suben al marcador, una final mundialista dinamitada por un error arbitral o simplemente ideologías diferentes determinaban un partido que de amistoso tenía poco.
El legado de Johan Cruyff es tan grande que hasta en la selección inglesa ha llegado, un poco tarde, pero como bien relata el dicho, mejor tarde que nunca. Porque hay que juntar a los jugones. Esos que miran antes de ejecutar, cabecita alta, dos toques y a correr. Un poco curioso que haya sido Roy Hodgson el encargado de implantar esta filosofía en la selección inglesa, quizás haya sido por la nueva generación en la que se ha visto envuelto. Arrollado puede ser.
El exentrenador del Liverpool decidió apostar por un 4-1-4-1 en la primera parte, Lallana y Alli con total libertad en la línea de tres cuartos y Eric Dier haciendo de faro en el centro. Por cierto, lo de Dele Alli es absolutamente espectacular. 70000 miradas en él, con el 10 a la espalda y ante la actual campeona del mundo. 19 añitos para no arrugarse y ser el mejor del partido. Daniel Levy debe estar frotándose las manos ahora mismo. Los grandes de Europa también.
Lo cierto es que el combinado inglés salió con las ideas bien claras. Tener la pelota, y cuando no se podía, presión alta arriba. Y si no que se lo digan a Toni Kroos, pocas veces se había visto al alemán perder tantos balones en una zona peligrosa del terreno. El plan de Hodgson estaba funcionando. Pero Alemania no es la campeona del mundo gracias a su juego vertical y rápido. La suerte y la efectividad juegan un papel crucial en esto del fútbol, por lo que un momento de dispersión pueden acabar hundiéndote. 2 goles en 20 minutos y los germanos ya habían hecho el trabajo diario.
Las combinaciones entre Welbeck, Alli y Lallana, con la ayuda de Clyne y Rose subiendo constantemente por la línea de cal, no habían servido para perforar la portería de Neur. 60 minutos sin gol. Pero “Hurrikane” se quería consagrar a nivel mundial si es que no lo había hecho antes. Golazo de la nada e Inglaterra se metía de nuevo en el partido, y con ella, llegaba un nuevo cambio de sistema. La entrada de Vardy y Barkley reestructuraban el esquema a un 4-3-1-2, donde el jugador del Everton se colocaría de enganche puro, otorgando así mayor libertad a Kane y Vardy en la punta de ataque.
El empate llegaría pronto y el gol de la remontada, en el descuento. La celebración de Neville reflejaba la alegría de los británicos, quizás el técnico inglés se ha olvidado de cómo era esto en Valencia. Eric Dier acababa con la fortaleza alemana a la salida de un córner y ponía la guinda a una actuación individual sobresaliente. Atento a todas las ayudas, poderío por alto y juego fácil. El ex del Sporting de Lisboa se ha coronado en esa posición de mediocentro posicional que tanto echaba de menos el combinado inglés después de la salida de Paul Scholes y las continuas lesiones de Michael Carrick.
Low y los suyos siempre fueron por detrás a pesar de que el marcador reflejara lo contrario. Neur, Kroos y Can desesperados, Khedira desorientado y Gomez como boya arriba. Por no hablar de la línea de mediapuntas. Reus, Ozil y Muller casi ni la olieron en todo el partido. Alemania nunca estuvo cómoda. Y la selección británica a lo suyo. El balón siempre por el césped, juego entre líneas y a hacer sangre. El muro de Berlín volvería a caer.