Las "manitas" de Michael Laudrup

En su etapa como jugador barcelonista, Michael Laudrup se erigió como pilar fundamental de los éxitos cosechados por el Dream Team, equipo donde firmó actuaciones estelares como la brindó a los espectadores del Camp Nou el 8 de enero de 1994. El FC Barcelona humilló al eterno rival con un 5 a 0 inapelable, un resultado que se repetiría un año más tarde esta vez en favor del conjunto merengue, en una dulce venganza liderada por el mismo jugador danés que pocos meses antes había decidido tomar el puente aéreo cambiando el azulgrana por el blanco.

Las "manitas" de Michael Laudrup
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Por Albert Artasona

El Dream Team de Johan Cruyff pasó a la historia como el equipo que fue capaz de cambiar el fútbol, de aportar una nueva forma de entender y de disfrutar un deporte que con más de 100 años de historia repetía conceptos década tras década. La frase atribuida a Napoleón Bonaparte y que reza “No hay mejor defensa que un buen ataque” fue tomada al pie de la letra por el técnico holandés, quien tras dos años de aclimatación al club azulgrana comenzó a deslumbrar al mundo con una auténtica demostración de fútbol espectáculo.

Salto cualitativo llegado desde Dinamarca

La debilidad de Cruyff por los jugadores plásticos y técnicos se tradujo en la llegada a Can Barça de Michael Laudrup, un jugador que a pesar de su clase contrastada no logró brillar con luz propia en la exigente liga italiana, abandonando la Juventus de Turín para buscar un destino en el que el juego de toque lograra ensalzar sus virtudes. Acompañado de canteranos como Guillermo Amor o Pep Guardiola, el talentoso jugador danés no tardó en dar muestras de su valía, convirtiendo el centro del campo azulgrana en un magnífico mecanismo engrasado que se encargaba de marear a los rivales con una circulación del balón rápida a la par que precisa.

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Con la llegada de Romario a la Ciudad Condal, el FC Barcelona dispuso de cuatro jugadores extranjeros de extrema calidad en su plantilla, lo cual obligaba a Johan Cruyff a descartar uno de ellos para cada partido, puesto que tan solo podían ser alineados un máximo de tres. Ante la presencia de jugadores contrastados como Ronald Koeman o Hristo Stoichkov el danés fue relegado al banquillo en varias ocasiones, lo cual empujó al que fuera pilar fundamental de los éxitos del Dream Team, a abandonar el Camp Nou para recalar en el Santiago Bernabéu.

Suplencia y “manita” al Real Madrid

La temporada 1993/94 resultó ser una campaña con múltiples altibajos para Michael Laudrup. La titularidad indiscutible que atesoraba hasta ese momento se vio mermada debido al gran rendimiento del resto de jugadores extranjeros de la plantilla, convirtiendo al danés en un habitual del banquillo azulgrana. Tan solo en encuentros de dificultad menor partía en el once inicial, perdiendo galones dentro del grupo a pesar de que sus virtudes continuaban intactas.

Humillación en Atenas y salida por la puerta de atrás

Frustrado y decepcionado con Cruyff por la gestión del vestuario, Laudrup alivió un tanto su descontento gracias a la consecución de la cuarta liga consecutiva por parte del equipo, un título logrado en el último suspiro de competición gracias a un penalti marrado por el deportivista Miroslav Djukic en Riazor que abría las puertas a la continuidad del danés. No obstante, pocos días más tarde el Barça caía humillado en Atenas en la final de Champions League frente al Milán, un 4 a 0 que provocó la salida masiva del club de jugadores importantes, entre ellos Michael Laudrup.

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El 8 de Enero de 1994, el Real Madrid visitó Barcelona para disputar un Clásico de pronóstico incierto. El conjunto blanco no atravesaba su mejor momento, llegando al duelo como quinto clasificado de la competición con 21 puntos, pero los azulgranas, segundos con 23, habían demostrado en la primera vuelta una irregularidad nociva a la hora de otorgarles el papel de claros favoritos del choque. Michael Laudrup no formó parte del once titular, pero ingresó en el terreno de juego nada más comenzar el segundo tiempo substituyendo a Hristo Stoichkov.

Con el encuentro encarrilado gracias a los goles de Romario y Ronald Koeman, el danés apuntilló al Real Madrid aportando la clase necesaria para marcar el tempo del partido, un enfrentamiento que con un tercer gol obra de nuevo del brasileño quedó visto para sentencia. Con el público ansioso por lograr una victoria mayor, Laudrup robó un balón al actual técnico del FC Barcelona, un Luis Enrique que cabizbajo en el carril izquierdo de la zaga blanca tan solo pudo contemplar con impotencia como el danés entregaba en bandeja el cuarto de la noche una vez más a Romario para que este rubricara un histórico hat trick. El quinto tanto logrado por el asturiano Iván Iglesias hizo enloquecer a una afición que no dudó en levantar su mano al cielo, señalando con sus cinco dedos los goles endosados aquella noche al eterno rival.

Venganza blanca y danesa

La salida de Michael Laudrup del FC Barcelona no fue la soñada por el jugador. Tras seis exitosas temporadas y múltiples títulos cosechados, el danés acordó su marcha de la entidad tras un año en el que perdió peso específico en la plantilla. Johan Cruyff no intentó en ningún momento retener a aquel jugador que aportó durante tanto tiempo la frescura y la plasticidad necesarias para que el juego del equipo barcelonista rozara la perfección, no obstante aquellos que habían sufrido el talento de aquel fuera de serie en sus propias carnes, aguardaban su adiós de Can Barça para poder hacerse con sus servicios.

Repudiado en Barcelona, valorado en Madrid

Ramón Mendoza, presidente blanco por aquel entones, decidió aprovechar el relevo generacional acontecido en el eterno rival para reforzar un Real Madrid que había cerrado el año en blanco, tocando la tecla exacta con el fichaje de un Michael Laudrup que resultaría fundamental para que el conjunto merengue recuperara la hegemonía perdida en unas últimas temporadas marcadas por un aplastante dominio azulgrana. La consecución de la liga 1994/95 demostró el acierto de Mendoza al apostar por Laudrup, quien tuvo el privilegio de cosechar títulos importantes con los dos clubes más laureados de la liga española.

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Dolido por el 5 a 0 encajado la temporada anterior, el Real Madrid tuvo la oportunidad de vengarse de su verdugo 364 días más tarde. El 7 de Enero de 1995, un Barça desdibujado visitaba un Santiago Bernabéu que vestía sus mejores galas en busca de una victoria clara, un triunfo que acabaría siendo cómodo, holgado y que saciaría la sed de venganza de un equipo y una afición que devolvieron al eterno rival la humillación sufrida un año atrás. Ambos conjuntos llegaron al choque separados por una diferencia mínima de puntos, (23 ptos Real Madrid 1º Clasificado, 20 ptos FC Barcelona 4º Clasificado) pero las sensaciones mostradas por ambos equipos hasta la fecha resultaban totalmente dispares.

Iván Zamorano se encargó de resolver el partido en tan solo 45 minutos, logrando un hat trick que aseguró los puntos para los locales y que convirtió una hipotética goleada de escándalo en el objetivo a seguir por los blancos de cara a la segunda parte. Tras la reanudación, con el FC Barcelona en inferioridad numérica debido a la expulsión de Hristo Stoichkov al filo del descanso, Luis Enrique se encargó de hacer subir el cuarto tanto al marcador, mientras que José Emilio Amavisca sembró el delirio merengue con un quinto gol que devolvía la “manita” encajada en el Camp Nou 12 meses atrás. Michael Laudrup disputó los 90 minutos de aquel encuentro, participando de manera activa en el primer y en el tercer tanto de los hombres dirigidos por Jorge Valdano, llevando a cabo también su venganza particular hacia un técnico que poco tiempo atrás le consideró prescindible en su nuevo proyecto. La noche de las venganzas blanca y danesa se cerró con un 5 a 0 difícil de olvidar para la afición local y quizás también para Michael Laudrup, alguien que tiene la suerte de poder presumir y con razón, de haberle endosado sendas “manitas” a Real Madrid y FC Barcelona.