El Barcelona constata su condición

Los azulgrana logran un triunfo imperial sobre un impotente River Plate, que no pudo hacer nada ante la supremacía de los de Luis Enrique. Suárez marcó dos goles, y un sensacional Leo Messi abrió la lata.

El Barcelona constata su condición
Fotografía: FIFA.com
javiersamano
Por Javier Sámano

No le hacía falta al Barça coserse una insignia en el torso para acreditar que el cetro es suyo. Siquiera la voluntad de los franjirrojos provocó alguna magulladura en los muchachos de Lucho, que nunca vieron inquietada su marcha hegemónica. Fácil ponerle a River la cara de un adolescente con ínfulas de ligón acercándose a la guapa de la clase, sin reparar en que esta está flanqueada por un moreno macizo de 20 centímetros de bíceps que porta las llaves de un deportivo de alta gama. Al 3-0, no obstante, le falta una pizca de elocuencia: el espíritu recreativo, bordeando la más tierna compasión, del que hicieron gala Messi, Suárez y Neymar evitó un fusilamiento sonrojante.

Messi, siempre Messi

River tiró dos líneas de acero, acudiendo siempre a los envites con la recortada. Mora y Alario, los delanteros, apenas pudieron darse una alegría, impotentes ante el juego coral de un Barcelona que, sin embargo, encontró al comienzo dificultades para enhebrar juego, ataviados los puntas con el traje rayado de recluso. Se arrimó por primera vez Messi en el minuto 10, valiéndose de un servicio entre líneas de Iniesta para, merced a un fulgurante control y giro, rematar buscando el ángulo inferior de la portería de Barovero, que metió la zarpa en el hoyo y desechó la ocasión. 

La indulgencia del colegiado iraní con los jugadores de los bonaerenses contribuyó a que se recrudeciera la contienda, cada vez más embolicado el juego y farragoso el terreno, desfavorable para los virtuosos pero descifrable para el Barcelona, propulsado por Iniesta y Busquets, que entendieron qué requería el partido: era preciso actuar con el ceño fruncido para descoser el sistema tejido por Marcelo Gallardo. Y Messi, con la alevosía del criminal, encontró la rendija. La testa -o la cinta de Nike- de Neymar fue a dejar el balón a los pies del 10, quien evitó a los GEOS que le custodiaban domando con rapidez la pelota y acunándola con el brazo, definiendo con el empeine de la pierna izquierda: 1-0. Un tanto de récord: cuarto gol en finales de Mundialito, tercera final del torneo anotando, goleador en 7 competiciones en un año. Otro dato: River cometió 16 faltas y recibió dos cartulinas amarillas; el Barça, cuatro infracciones para las mismas tarjetas.

Rondo y muerte

Se quedaron en el camerino Mora y el impulsivo Ponzio, máximo exponente de la agresividad argentina. Salieron Lucho y Martínez en su lugar. River Plate perdió el enfoque y se quedó sin pan. Elevó Gallardo la línea de presión, sirvió pradera al triunvirato azulgrana y descuidó a los pasadores, a los que ya no alcanzaban a taponar Kranevitter ni Carlos Sánchez. Fruto de ello llegó el 2-0. Busquets, con tiempo y espacio, tomó los prismáticos y divisó a Suárez aproximándose en soledad a los dominios de Barovero. El charrúa, en un calco de su segundo gol en el Bernabéu, tumbó con una finta al guardameta y le mandó a la tienda de sotanas. 

El espíritu recreativo, bordeando la más tierna compasión, del que hicieron gala Messi, Suárez y Neymar evitó un fusilamiento sonrojante

Los argentinos no hicieron ademán de cambio, sin ánimo de corregir su inconsciencia. Con la 'M' y la 'S' saciadas, faltaba la 'N'. En una oda al carácter corporativo, aparcó vedetismo alguno el colectivo para abastecer a Neymar, como un mecanismo para salvaguardar el decoro de la fiesta. Messi recorrió cinco décadas en un tris: sintetizó la pausa de Xavi, el gambeteo de Maradona y, entre medias, el recorrido de Di Stéfano y el cambio de ritmo de Cruyff, cuya filosofía relució en Yokohama. Lo intentos de River, con la lengua fuera y la cabeza alta, se vieron truncados por el ubicuo Busquets y un Piqué de matrícula honor, que volvió a epatar en otro escenario de copete. 

Paradojas del destino, fue Neymar, autor previamente de un slalon Ronaldinhesco que interrumpió Basalta, el que le sirvió a Suárez el tercer tanto con un precioso centro que embocó el certero uruguayo, en su 27ª anotación en 25 partidos de temporada, cinco de ellas en la tierra del sol naciente. El poético solfeo del Barça, digno del mejor soprano, no aletargó a los sudamericanos, que visitaron en un par de ocasiones el área contraria, constatando que también había un individuo delante de la otra red. Repelió el arquero del Barcelona un chut estupendo de Rodríguez, casi sobre la bocina y ya con Sergi Roberto y Vermaelen en el campo. Entre tanto, Mercado la tomó con el chico de la cinta y le rascó cuando nadie miraba. A propósito de evitar una tangana antológica, figuró Mathieu por el brasileño. La gallardía de River y sus aficionados, fieles como un perro guardián, hacen aún más redondo el enésimo retablo de un batallón de época.