Messi decide en el ring

En una continuación perfecta de la batalla del pasado sábado en Cornellá, casi todos se olvidaron de jugar al fútbol; pero Messi es duro de memoria.

Messi decide en el ring
FCBarcelona.cat
javiersamano
Por Javier Sámano

El segundo capítulo del derbi barcelonés apenas contuvo pasajes de balompié continuado, interrumpido siempre el juego por la agresividad fronteriza de los jugadores del Espanyol, a la que el conjunto de Luis Enrique ofrecía dos respuestas: la primera, fanfarrona y desviada, a cargo de Suárez y Neymar; otra, de mayor atractivo, obviaba el litigio dialéctico para ofrecer una respuesta de altura, directa al mentón de los pericos: fútbol, el que pusieron a borbotones dos púgiles de categoría como Iniesta y Messi.

A diferencia de sus dos escoltas en la punta de lanza, tuvo buen sesgo el argentino y canalizó su ansia en pos de propulsar un equipo que precisaba la capa y el calzón rojo de su superhéroe para desarmar el buen engranaje defensivo que dispuso Galca, que no consistía sino en esculpir con más minucia la figura que disponen nueve de cada diez de sus homólogos cuando pisan el Camp Nou: 4-5-1, con Caicedo amenazando a ter Stegen y Asensio con licencia para cabalgar, tal y como sucedió en el 0-1, con la connivencia de un Dani Alves que, auspiciado por un arsenal técnico privilegiado, siempre arriesga y casi nunca falla. Mascherano y Piqué, en camisón, no pudieron remediar la pifia del lateral.

Guerra de guerrillas

El buen plan del Espanyol, sin embargo, pendía en gran medida de un factor externo; el ínclito, Martínez Munuera. Al contrario que González-González, indulgente el sábado en Cornellá, trazó una línea roja que delimitaba la frontera entre intensidad y violencia, apenas presente en el pisotón grosero de Pau López a Messi y en una entrada de Javi López sobre la rodilla Neymar que pudo esquivar con una finta exquisita el brasileño. "Si hubieramos querido, los del Barça salen en camilla", apuntó a este respecto Diop, sustentando de esta guisa su torpe razonamiento: "¡No vi sangre!". Piqué, goleador en el 3-1, no pudo contenerse al terminar el partido: "Si son una maravillosa minoría, al menos que llenen el campo". Suárez, tras cada diana, festejaba junto al cancerbero espanyolista a tenor de una refriega a consecuencia del hombro rebelde del portero.

"Si hubiéramos querido los del Barça salen en camilla"

Messi para todo

Entre tanto baturrillo, emergió Messi. Empató merced a un excelso servicio entre líneas de Iniesta, capaz de localizar un agujero en el ente de cemento que erigió ante su meta el Espanyol. Luego, desinfló la pelota con un latigazo de estremecedora violencia que, tras superar la barrera, hizo vibrar al larguero antes de sumergirse de lleno en la red. Habilitó a Piqué con un centro milimétrico, a ras y muy tenso, que traspasó a Pau y los centrales. El 4-1, ya con los visitantes en precaria inferioridad (Hernán y Diop fueron expulsados) partió también de la caprichosa zurda de un púgil legendario; Neymar, testaferro del toque vago y precioso, se frotó las manos. Las lesiones de Caicedo y Asensio sacudieron el temor de los chicos de Lucho, que rebajaron la pulsaciones y se coronaron en la horizontalidad.

El Barcelona consumó su venganza con Vidal y Turan, titular este último en detrimento de Rakitic. Su actuación, de coyuntural disreción, arroja conclusiones de interés: puede cohabitar con Iniesta, es generoso en el tajo y alimenta el papel de arquitecto de Messi acunándose con regularidad en el costado.