El Balón no necesita Oro

La excedente de guarnición no soterra los dislates de un premio que no es sino una inmensa pompa hueca.

El Balón no necesita Oro
Fuente: FIFA.com
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Por Javier Sámano

Un año más, lo más granado de la orbe futbolística se citaba en Zúrich, en una gala encaminada a condecorar a los mejores del año natural. Los futbolistas, ataviados todos con rutilantes trajes elaborados por los más exclusivos modistos, desfilan por la alfombra roja hasta desembocar en un escenario asimismo fastuoso; allí, se celebra una gala que alterna discursos tediosos con premios previsibles, si acaso aderezado el espectáculo por esporádicos destellos de emoción de un inopinado premiado. Ríanse de los Oscar, oigan.

La ingente parafernalia confiere al acontecimiento un halo hollywoodesco que describe los perversos derroteros que sigue ahora el balompié, cada vez más próxima la pelota al agasajo del palco mientras se aleja de su razón de ser, la muchedumbre, pulmón de un deporte que acabará intubado de no variar su marcha: horarios indignos, precios abusivos... qué más da, con tal de abrazar la cacareada globalización y contentar a las televisiones, apoderadas de un negocio que solo concibe un mecenas: el pueblo.

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Sergio Busquets, víctima de un peinado discreto y un nombre mundado, es el paradigma que retrata con más fidelidad la sinrazón de los premios FIFA

Al Balón de Oro le sobra pompa y le falta cultura, aún incapaces sus benefactores de cuadrar unos parámetros que orienten a los votantes, que ante la borrosa tesitura se hacen los suecos y barren para casa. Paradigma del flagrante compadreo son los votos de los finalistas. Leo Messi votó a Luis Suárez, Neymar Jr y Andrés Iniesta; Neymar dispensó apoyo a Messi, Suárez y Rakitic; Cristiano Ronaldo, en la misma línea, se decantó por Karim Benzema, James Rodríguez y Gareth Bale. ¿A que no adivinan qué tienen todos ellos en común?

Lo paranormal

En lo pintoresco -obviando el rompedor look de Pogba- los austriacos se llevan la palma. Desconocemos qué dispersión llevó a Christian Fuchs, capitán de dicho combinado, a emitir un veredicto tan inopinado como incomprensible: regaló cinco puntos a Neuer, tres a Hazard y uno a Cristiano. Ojo, que su técnico en el combinado de Austria, Marcel Koller, no se quedó atrás: CR, Hazard y De Bruyne, en orden de mayor a menor puntuación, fueron sus elegidos. Cualquiera diría que se hospedan a la vera de los Alpes y no junto al Carranza; por lo de la guasa.

Sin embargo, el paradigma que retrata con más fidelidad la sinrazón no es sino el de Sergio Busquets, víctima de un peinado discreto y un nombre mundano que, para más inri, lleva serigrafiado en su camiseta. El mediocentro del Barcelona, equipo campeón de (casi) todo y que el de Badía vertebra desde la medular, como en el póker de 2011 o el sextete de 2009, no fue incluido en la lista 100 jugadores que optan al Balón de Oro -en la que, sin embargo, se hallaban jugadores de hasta segunda división de Inglaterra-; tampoco figura en el once ideal que configura la FIFA. La próxima vez, que pruebe a añadirse un inho y a suprimir la o al final de su nombre: un Serginho sí sería digno de pisar la alfombra roja. Eso y el tatuaje de una mastodóntica calavera en el bíceps, y niquelado.