Suárez redime al peor Barça

Los azulgrana firman una pobre actuación, pero se llevaron los tres puntos ante un Las Palmas con buenas intenciones al que le faltó colmillo. Luis Suárez anotó un gol y se inventó otro, reparando así la tarde más gris de Leo Messi.

Suárez redime al peor Barça
Suárez redime al peor Barça . Fuente: FCBarcelona.cat
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Por Javier Sámano

Por todos es sabida la pasión de Luis Enrique por las actividades que comportan riesgo y elevan la adrenalina. Una vez retirado, el asturiano abogó por liarse la manta en la cabeza y buscar asilo en Australia, a propósito de practicar surf en parajes salvajes, casi vírgenes. Luego resolvió colgar la tabla y enrolarse en una marcha de dos semanas por un desierto inhóspito. Ahora, rizando el rizo, Lucho perpetró su mayor chaladura; prescindir al alimón de Busquets -sancionado- y Piqué. 

El Barcelona, desubicado e impreciso, se sirvió del denuedo de Luis Suárez para salir indemne de un partido extraño desde su preámbulo, pendientes todos del discurrir de la lluvia, torrencial el viernes por la noche, damnificando el pasto como afeó el viento un duelo de altura, especialmente por la propuesta del Las Palmas, fiel a su ideario y bien cosido por Setién, que dispuso dos líneas de cuatro con William José de ariete y el travieso Viera operando sin ataduras, hurgando en la brecha entre los centrales y el medio campo azulgrana, huérfano de timonel y yermo del protagonismo habitual, añorando el auxilio del Messi más apático, en consonancia con Neymar.

Se adelantaron los visitantes nada más empezar. Iniesta se inventó una fenomenal apertura hacia Jordi Alba, que habilitó sin demasiado enredo a Suárez, agradecido con el cómodo servicio de Alba: 0-1. El lateral, sin embargo, se empeñó en invalidar su pase de gol en un parpadeo, lo que tardó en despreciar la geometría para dejar en posición legal a William José, implacable ante Bravo tras un tacón divino de Viera que de seguro emocionó al longevo Valerón, espectador desde el banquillo. 

El Las Palmas interpetró de cine su ventaja numérica en la medular, tomando como punto de referencia al pivote Roque Mesa, delicioso coordinando y acertado en el desplazamiento, siempre cabal en sus apreciaciones. Momo y El Zhar, incisivos por los costados, exhibieron ejemplar disciplina resguardando sus respectivos flancos, pudientes asimismo en el despliegue ofensivo, alegre como acostumbra el equipo canario, tan divertido como desgraciado, lo que le tiene sumido en puestos de penumbra desde el comienzo del trayecto.

Apenas Iniesta se animaba a romper el tedio en el Barça, como en un servicio precioso a Messi, que tuvo la tarde torcida y desperdició de mala manera la ocasión. El buen hacer de Sergi Roberto no disimulaba la ausencia de Busquets, capital como ninguno, raudo en la riña e imponente cuando instruye a sus compañeros, necesitados de un terrateniente que les impida caer en la inopia y descuidar sus quehaceres, incapaces en Canarias de preservar el orden. No hay mejor antídito para remediar la indolencia que Luis Suárez, garantía de esfuerzo, prolijo por insistente, fontanero con esmoquin. El uruguayo, que se faja con fruición entre aluminio, despistó a sus marcadores con un recorte impensable y se la cedió a Messi, contenido de nuevo por Varas, cuyo rechace fue a parar a los pies de Neymar, finalmente certero: 1-2.

El tanto del brasileño no varió el guión, ávidos los locales de protagonismo y sedentario el Barcelona para discutírselo, demasiado largo y especialmente desconocido, resintiendo la ausencia de Piqué en la salida. Luis Enrique, no obstante, no resolvió alinear a un central de buen pie como Bartra sino que apostó por el barroco Mathieu, presto en las coberturas y torpe con el cuero, poco ayudado por las circunstancias.

Introdujo Luis Enrique a Rakitic por el amonestado Arda y encontró más pelota el cuadro catalán en los albores del segundo acto, acusando el esfuerzo el Las Palmas, que estuvo a un tris de mandarlo todo al garete cuando rellenaba el depósito. Suárez rehusó sentenciar cuando Alves, propulsado de nuevo por Iniesta, le puso el gol en bandeja de plata. Tampoco anduvo fino instantes antes del 1-2 con la testa en una falta lateral botada por Messi en la que se halló en perfecta disposición para embocar. En esa ocasión, la pelota le lamió el flequillo y traspasó la línea equivocada. 

Setién retiró a Viera, con molestias, y dio vuelo al argentino Araujo, que encontró peligro y abrió más caminos, sin llegar a dar con un gol que le dio largas: lo intentó con un remate cruzado desde la frontal que apenas pudo acariciar el poste, y le faltaron ideas en su cita con Bravo, rápido en la anticipación. Luis Enrique perpetró un incunable, alineando en el mismo eje a dos centrales zurdos con la entrada de Vermaelen -providencial en un corte áereo- en detrimento de Sergi Roberto, desplazando así a Mascherano a la posición de pivote central. 

De tanto pedir la hora, el Barça encontró el pitido final. Nueve puntos le separan del Atlético, y diez del Madrid. Frío dato: ya van más de treinta partidos seguidos sin perder. Y ganar y ganar y volver a ganar y ganar y volver a ganar...