Año 1998. Esa temporada, el Deportivo Alavés militaba en la Segunda División. José Manuel Esnal, Mané, había aceptado la oferta del Club, para entrenar al equipo, con la intención de subirlo a la máxima categoría, tras varios intentos fallidos con varios entrenadores. Era la segunda vez que lo hacía con los albiazules. Ya, en la temporada 1984-85, había ocupado el mismo banquillo, pero lo tuvo que abandonar antes de la finalización del campeonato, dejando paso a Nemesio Martín, Neme, que terminó dejando al equipo en la tercera plaza de la Segunda B, en las puertas del ascenso a Segunda.

Partido de vuelta de Octavos de Final de Copa

El Deportivo Alavés estaba sorprendiendo por su buen juego, a lo largo de todo el Campeonato. Parecía seguro hacia su objetivo del ascenso. La Copa era un regalo para aficionados y jugadores que gozaban de menor presencia en el equipo. Había vencido en la ronda previa al Aurrerá de Vitoria, con más apuros de los esperados. El siguiente quipo eliminado fue el Oviedo. En la segunda ronda, los babazorros se enfrentaron al Compostela. Y pasaron a la Fase Final. La suerte del bombo quiso que el todopoderoso Real Madrid se tuviera que enfrentar a los albiazules, en octavos.

En el partido de la ida, disputado en Mendizorroza una fría noche de enero, se habían impuesto los pupilos de Mané, gracias al solitario gol del delantero Manolo Serrano, en el minuto 69.

Celebrando el gol de Pedro Riesco. Fuente: glorioso.net
Celebrando el gol de Pedro Riesco. Fuente: glorioso.net

El partido de vuelta, en el Bernabéu, se antojaba como una prueba de fuego para su entrenador Jupp Heynckes. Los aficionados recibieron al equipo con un silencio a modo de protesta, mientras se escuchaba el himno en todo el estadio. Los jugadores saltaron al césped y los de Mané lo hicieron con la consigna de defender su gol y tratar de sorprender en algún contraataque.

Casi en la primera jugada, un centro de Berruet por su banda derecha lo despejó mal el portero y cayó el balón a la cabeza de Pedro Riesco, quien no tuvo más que empujarlo a la red, ante el asombro de la parroquia madrileña. No se había cumplido el minuto 10. Los blancos estaban obligados a marcar tres tantos y eso, con un equipo tan rocoso como era el Alavés, se antojaba difícil. El gol del empate cinco minutos más tarde, obra de Roberto Carlos, no fue el revulsivo que los aficionados querían y el equipo de Heynckes se empeñó una y otra vez en bombear balones. Panucci se hartó de mandar balones a la olla, que no encontraban rematador o se topaban con un Leal prodigioso durante toda la noche. Alguno de los jugadores madridistas se empleaba con una violencia inexplicable. Fue el caso del argentino Redondo, que acabó siendo amonestado. Tanto Víctor como Suker mostraron una pasividad fuera de lo normal y Raúl se encontraba muy solo en sus intentos de llegar al área contraria. El único que consiguió inquietar la bien defendida meta de Leal fue Roberto Carlos. Y en ese cúmulo de despropósitos, el colegiado mandó a los jugadores a los vestuarios.

Equipo del Real Madrid, apeado de la Copa, en 1998. Fuente: gettyimages
Equipo del Real Madrid, apeado de la Copa, en 1998. Fuente: gettyimages

En la segunda parte, arengados por su entrenador en los vestuarios, los merengues salieron en tromba. Pero esa era la noche de Leal. Cuatro soberbias intervenciones evitaron el tanto que hubiese puesto por delante al Real Madrid. La entrada de Sanchís al campo, le dio más serenidad al equipo. Redondo empezó a ejercer de director de orquesta y Roberto Carlos seguía inspirado. Merced a ese orden y empuje, llegó el segundo gol para los blancos, obra de Suker, a los nueve minutos de la reanudación. Parecía que el partido iba a cambiar de dueño. Los aficionados empezaban a estar más tranquilos. Pero corría el reloj y no llegaba ese tercer tanto. Y Heynckes cometió un error. Empezó a acumular delanteros, obsesionado por marcar un gol. Con la entrada de un inexperto Álvaro y la incorporación de Dani, sustituyendo a Víctor, se encontraron hasta cinco delanteros en el césped. Tanta acumulación acabó ahogando a los jugadores, que se encontraban sin espacios y donde Suker hacía aguas en todas las jugadas.

Sufriendo en los momentos finales, el Deportivo Alavés resistió y sus jugadores oyeron con agrado el pitido final. Se había obrado el milagro y un Segunda había eliminado a todo un Real Madrid. Los dos mil aficionados alavesistas que se habían desplazado hasta la capital, salían del Santiago Bernabéu con una gran alegría, sabedores de la hazaña conseguida por su equipo. El Deportivo de la Coruña sería el siguiente rival, al que también eliminarían los vitorianos. Tuvo que ser el Mallorca en semifinales, el que apease a los de Mané de la Copa y les dejase en puertas de jugar su primera final en toda su historia. No obstante, el Deportivo Alavés tuvo el ascenso a Primera División como premio a su buen juego en esa temporada y el Real Madrid terminó clasificado en cuarto lugar, en la temporada en que el FC Barcelona conseguía su 15º título liguero.