La Real Sociedad no está pasando por un buen momento, eso es algo que a estas alturas todo el mundo sabe. Ya van siete jornadas disputadas, y el conjunto donostiarra tan solo ha logrado puntuar una tercera parte de todos los puntos posibles (ocho en total).

Obviamente, cuando un equipo tiene un balance tan mediocre, tirando a malo, no se puede señalar un único culpable (cosa que a Garitano le está pesando desde su llegada a San Sebastián), pero esta vez se puede hacer una excepción llamada Gerónimo Rulli. El arquero argentino está pasando por su peor momento desde su debut con la zamarra txuri urdin, y en la mayoría de las ocasiones, errores individuales propios han supuesto la perdido de puntos grupal.

Por eso, después de seis encuentros disputados (el error garrafal en el primer gol del Rayo Vallecano en Anoeta terminó de sentenciar por completo a Rulli al banquillo), Miguel Ángel Moyá regresó a la portería realista ante el Valencia. Aunque la Real perdiese el partido, el equipo se mostraba más seguro sobre el cesped a la hora de tener que atrasar el esférico al meta mallorquín o simplemente este tuviera que hacer una intervención por alto. Esa seguridad a la par transmite tranquilidad, algo vital por ejemplo en la salida de balón en corto que muchas veces se plantea.

Cualquiera que haya visto a Rulli estos últimos años sabrá que el meta argentino tiene cualidades de sobra para ser el gran portero que todo el mundo conoció hace unos años, pero esta situación roza con lo psicológico y es por eso que el banquillo durante unos cuantos partidos va a ser lo mejor para él. Ha de aprovechar esta suplencia, la cual no es un castigo, para aprender de su compañero de portería y seguir trabajando en la sombra con Luis Llopis para volver a su mejor nivel, el cual es muy bueno.