Lo sucedido en Anfield era el presagio de la caída del Fútbol Club Barcelona en la final de la Copa del Rey. Con las altas expectativas que se fijaron al principio de la temporada, pasadas por un posible triplete, y a la vez, arruinadas por el varapalo sufrido ante el Liverpool Football Club de Jürgen Klopp, los de Ernesto Valverde tenían la oportunidad de cerrar el año con un doblete y de cicatrizar, poco a poco, una herida que no se termina de cerrar temporada tras temporada.

Lo que pasó en territorio británico no tiene explicación alguna. Bien es cierto que Europa se le resiste al Fútbol Club Barcelona y que el partido de ida pudo ser el prolegómeno de la caída abismal que la plantilla estaba a punto de sufrir. Con un juego algo soporífero y ante la grandeza de un titán europeo como el rival que tenían enfrente, los azulgranas tenían el reto de salir vivos de Anfield Road, un lugar lleno de encanto que puede resultar ser una pesadilla para cualquier aspirante al gran trono. Como una olla a presión, rugió hasta presenciar la remontada de su equipo, que gestionando bien los contragolpes y cerrándose bien en líneas, consiguió dar jaque mate a las aspiraciones de la confianza personificada. La experiencia les debería haber servido de aviso, pero cuesta abajo y sin frenos, la gloria europea se volvía a esfumar en el cuadro blaugrana. Ante dicha derrota, pocas ganas de dar la cara y caras largas que presagiaban un cierre de temporada que resultaría ser catatónico.

Ante tal decepción, los azulgranas no tenían otra opción: tenían que seguir hacia adelante porque quedaba un título en juego. Muy tocado y prácticamente hundido, el equipo llegaba al Benito Villamarín con la mente puesta en conseguir el doblete, pero lejos del objetivo, quedó la resignación de un equipo en el que se avecinan cambios y mucha reflexión.

Con la derrota ya consumada, el Fútbol Club Barcelona cerraba su monopolio copero con ganas de rebobinar algunas semanas para remendar los errores que les han impedido alzarse con un triplete que parecía una realidad.

El Valencia Club de Fútbol, histórico en su centenario

No hay nada que reprochar en el equipo de Marcelino García. En el año de su centenario y habiendo conseguido anular el dominio impuesto por el Fútbol Club Barcelona a pie de campo, la Copa del Rey resultaba ser el broche de un año en el que se han alzado con la cuarta plaza, asegurándose la entrada en la máxima competición continental para el año que viene y la cumbre en la trayectoria de un capitán que suspira valencianismo cada vez que luce el brazalete: Dani Parejo.

La octava cerraba una temporada para el recuerdo en Mestalla. Con orgullo y habiendo aprovechado las oportunidades que se les presentaron, se alzaban con un trofeo más que merecido y habiendo dado una lección de ilusión ante su afición, que en todo momento puso de su parte para ver a su equipo campeón.

Con esta victoria, Mestalla puede presumir de que la Copa del Rey es el trofeo que más luce en sus vitrinas. Hasta siete entorchados coperos ha levantado el equipo, ahora encabezado por Marcelino, a lo largo de sus cien años de historia, labrando un recorrido en el que ha logrado imponerse al todopoderoso equipo de Leo Messi, construyendo una auténtica gesta, equiparable a la que se vivió en Madrid en 1979.

El conservadurismo mató a la confianza

Con algo de resignación después del varapalo europeo, todavía reciente, Ernesto Valverde apostaba por un 4-4-2 en el último partido de la temporada. A pesar del conservadurismo basado en el refuerzo de la medular, los jugadores del Valencia Club de Fútbol supieron encontrar la tecla que hundiría a la plantilla azulgrana en una profunda autocrítica.

Ante la posesión, los de Marcelino García tiraron de buena colocación en líneas y jugando un buen papel defensivo, consiguieron hacer del contragolpe un verdugo. Con la rapidez de sus atacantes, el valencianismo dejaba tocado y hundido a un equipo que no termina de explicarse lo acontecido en las últimas semanas. Emociones fuertes y decepciones severas obligan a la plantilla del técnico cacereño a replantearse las cosas y a planear una posible reestructuración que se va pidiendo a gritos al ver que los objetivos conseguidos no terminan siendo los deseados.

Con el pitido final, nadie aseguraba la continuidad de nadie y la tensión vivida presagiaba una tormenta interna. A la espera de los movimientos en el mercado de fichajes, lo único que se puede llegar a saber es que los cambios son más que necesarios si la próxima temporada quieren remendar los errores cometidos anteriormente. Para dominar en Europa y en todas las competiciones restantes, se necesita algo más que la idiosincrasia de un Leo Messi que decepcionado y desencajado, subía a por la plata al palco del Benito Villamarín.

Con los esfuerzos protagonizados por Malcom Oliveira, Ernesto Valverde ha quedado en evidencia por no haber dado más protagonismo a jugadores que han demostrado con creces poder rendir a pie de campo como el resto de los titulares. Con las llegadas del extremo brasileño y las idas y venidas del capitán, llegaba el 1-2 de la sentencia definitiva, pero lo hacía de forma insignificante una vez consumado el resultado final y terminado el tiempo que los jugadores tuvieron para empatar el partido.

A pesar de que se ha alzado con su sexta Bota de Oro, Leo Messi no puede ganar los partidos solo y un replanteamiento no vendría mal en las arcas azulgranas. El emblema del barcelonismo debe estar acompañado por los mejores jugadores para hacer del dominio a nivel nacional e internacional, una realidad.