Todo aquel madridista de corazón ha vivido el pasado miércoles una de sus noches más frías. Porque nada puede dañar más el orgullo de alguien acostumbrado a tocar techo, a sobreponerse, a someter y avasallar a su contrario en su competición favorita, que perder sin imponer su honor. Ese orgullo y sobriedad que tanto caracteriza al equipo de Zinedine Zidane, al que nunca le tiembla el pulso en partidos de tal importancia como este, de poco pudo servir para dar el empujón necesario para aventajar un resultado global que llegaba de la forma más equilibrada. 

Pocos ‘merengues’ esperaban el final acaecido en Stamford Bridge, porque desde el minuto uno hasta el 94’, el Real Madrid no vio un resquicio de esperanza, no saboreó la victoria y tampoco pudo vislumbrar una final que, honestamente, en ningún momento mereció. Lo único que hizo sacar pecho al cuadro de Zidane fue el protagonismo de Courtois, siempre dispuesto a hacer de las suyas otra noche más. Y es que, francamente, de nada vale presumir cuando tus once hombres de campo no están a la altura y eso explica, por una parte, por qué la ventaja para los ‘Blues’ no fue mayor, pero por la otra, que un equipo incapaz de hacer gol es un equipo que no está a la altura de una final de Champions. Y es que el Real Madrid no logró tirar entre los tres palos en el segundo tiempo y, en algún momento, tocaba asumir que hasta aquí llegaba la travesía en Champions League de un equipo que tiró de moral, de fe y hasta del escudo para estrellarse en un partido insuficiente de la vuelta de semifinales, en el que la victoria de los hombres de Tuchel, por 2-0, pudo ser mucho más abultada.

El Real Madrid, impasible, se topó con un Chelsea que tenía más ganas que nunca de una final. El claro reflejo de ello, fue la minucia de jugadores como Casemiro, Militao, Ramos, Nacho o un Benzema desaparecido; frente a la corpulencia de hombres como Kanté, en una de sus mejores noches, a quien acompañaban en su grandeza Mount, Werner, Pulisic, pero sobre todo de su entrenador, Thomas Tuchel. Porque una vez contemplado el partido de semifinales de Liga de Campeones, se firma un diagnóstico para rendirse ante el maravilloso trabajo del técnico germano, quien no solamente fue a Stamford Bridge con los deberes hechos, sino que por segundo año consecutivo, planta a su club en una final de Champions League. Seguro que desde el Parque de los Príncipes hay más de un detractor perdiendo los estribos.