El Atlético de Madrid regresaba a la Europa League después de su fracaso en la fase de grupos de la Champions. Los chicos del Cholo Simeone afrontaban con ilusiones renovadas la nueva andadura en la segunda competición europea, un torneo que trae buenos recuerdos recientes a la afición rojiblanca ya que con dos copas en tres años dio comienzo a una de las épocas más doradas del club.

Así el Atlético se presentó en Dinamarca para enfrentarse al Copenague en la ida de dieciseisavos. El Parken Stadion aparecía cubierto por un manto blanco de nieve que hacía presagiar un choque tosco y disputado. Pero nada más lejos de la realidad, el duelo ni fue tosco ni fue disputado. Y no lo fue, entre otras razones porque el Atlético sorprendió saliendo a dominar el partido, mostró un juego vistoso y con un par de combinaciones magníficas entre sus cracks dejó noqueado al cuadro de Solbakken.

Pero antes de todo esto el Copenhague se había adelantado con un gol de Viktor Fischer a los 15 minutos, curiosamente en el periodo en el que el Atlético acumuló más ocasiones claras. El 1-0 metía el miedo en el cuerpo y dejaba helados a los seguidores colchoneros. Hasta que apareció Griezmann.

El gol del Copenague se quedó en poco más que una anécdota porque el principito tenía ganas de marcha. En los primeros minutos ya avisó de sus intenciones y con sus movimientos de ruptura encontró con facilidad posiciones de remate e incluso dispuso de un mano a mano gentilmente regalado por Luftner. No obstante Robin Olsen salvó sus disparos y aguantó a su equipo durante los primeros arreones visitantes.

Tras el 1-0 Griezmann se echó el equipo a la espalda y apenas cinco minutos después puso un centro lateral en la cabeza de Saúl que significaba el 1-1. A partir de aquí el Atlético fue una apisonadora y poco a poco se fue gustando sobre el césped. Y para muestra un botón: en el minuto 37 una combinación a la francesa entre Griezmann, Lucas y Gameiro culminó con el 1-2 del ex del Sevilla, aunque las gracias había que dárselas de nuevo a “Grizzi” que se sacó un taconazo dentro del área con el que consiguió romper la defensa danesa.

Ya en la segunda parte culminó su magnífica participación ofensiva aprovechando un pase en profundidad de Carrasco para hacer el 1-3, pero no acabó ahí su desempeño. Su solidaridad a la hora de bajar a recibir y ayudar en tareas de distribución permitió a los centrocampistas abrirse y jugar más desahogados, lo que influyó en que el equipo pudiera jugar más cómodo si bien, todo sea dicho, prácticamente no había rival enfrente.

Le hacía falta un partido así a Antoine. En medio de un huracán de críticas y desconfianza el galo demostró sobre el frío césped del Parken que todavía tiene muchos servicios que ofrecer al Atlético y eso siempre es buena noticia.