Un Barcelona ausente

La derrota posee unos matices que la victoria no conoce, uno de ellos es la dignidad, absolutamente capital para reconocer en ella una enseñanza que parece haberse olvidado en Barcelona

Un Barcelona ausente
Un Barcelona ausente / Alex Gallardo - VAVEL
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Por Mariano Jesús Camacho

Uno de los grandes secretos del éxito del Barcelona de las últimas décadas se basó en la sencillez, la capacidad que tuvo una generación de futbolistas para convertir algo sumamente complejo en sencillo. Esa grandeza que quizás se fue difuminando en el club azulgrana con la pérdida de bastiones de la humildad y la caballerosidad como Abidal, Puyol, o Xavi. Tres grandísimos futbolistas surgidos de la mesocracia que dieron lecciones de juego y sencillez allá por donde pasearon los colores azulgranas. Todos ellos, portadores de la verdadera sencillez, la sencillez fundamental, aquella que sólo puede originarse en el fuero intimo; luego expresada al exterior a través de las actitudes y aptitudes tanto profesionales como humanas.

La bandera

Foto: Carla Cortés / VAVEL
Foto: Carla Cortés / VAVEL

Puyol siempre constituyó la bandera de este modo de actuar y ser, el imponente defensa azulgrana comprendió que sólo se podía ser interiormente sencillo cuando se comprendían los innumerables impedimentos, apegos, temores, que sujetan al hombre y en este caso al deportista. Si de algo pudo presumir ‘su’ Barcelona es que supo en todo momento ganar, porque conocía a la perfección el sentimiento y la enseñanza que generaba la derrota.

Nunca está de más un poco de memoria, de dadivosidad, la derrota parece un fenómeno único, pero en deporte es muchísimo más habitual de lo que se piensa. Lo que sucede es que cuando se mal acostumbra a ganar, se pierde el norte y la verdadera dimensión de los éxitos conseguidos. La derrota es un paisaje otoñal de tonos ocres pero con matices de primavera, pues nada puede comenzar a florecer sin antes haber sido semilla, sin haber crecido de una decepción.

Foto: Carla Cortés / VAVEL
Foto: Carla Cortés / VAVEL

Parece evidente que salvo algunas excepciones (como Andrés Iniesta), la dinámica ha cambiado en los últimos tiempos y, el club azulgrana aunque en lo externo parezca muy sencillo, es absolutamente prisionero de la frustración de la derrota. La humildad que se gana, deja de ser humildad. La humildad simplemente se tiene, procede del interior y se proyecta al exterior. La sencillez no es ningún traje, es como la elegancia, no existen vestidos para ella, sólo cuando se tiene humildad ‑no una humildad cultivada- se puede hacer frente al contratiempo. Y de un tiempo a esta parte acontecen situaciones poco recomendables para una entidad que hace no demasiado era tomada como modelo. Se cae demasiado en la superficialidad, se han perdido demasiados valores por el camino, fundamentalmente el hecho de recordar que es tan importante saber ganar como saber perder, saber reconocer los errores en ambas situaciones.

Sin talonario, con teloneros

Son demasiados los elementos, los hechos, que apuntan a que el Barça quizás haya desandado el camino crucial que lo convirtió en referente. Si algo consiguió Pep en Barcelona es demostrar que toda gran obra requiere paciencia, vigilancia, no el ansioso deseo de un resultado, de un logro. Sólo una mente superficial desea un logro, un resultado inminente y prácticamente todos los pasos en falso que se cometen, desde la parcela directiva a la técnica, deben hacer saltar las alarmas de la masa social. Una masa social que tiene la obligación de hacerles recordar que hubo un tiempo en el que la cantera llegó a ser más importante que la cartera. Una época en la que aquellos sencillos teloneros de las categorías inferiores fueron más determinantes que los talonarios, en el que una idea de juego llegó a ser la bandera de una irrepetible generación.

Señas de identidad

Foto: Carla Cortés / VAVEL
Foto: Carla Cortés / VAVEL

La transformación del Barcelona, su regresión a tiempos remotos, aunque gradual, constituye un hecho irrefutable. Es directamente proporcional a la salida de una serie de elementos esenciales (Abidal, Xavi, Víctor Valdés, Puyol...) y lo será mucho más con el paso de los años, muy especialmente con la insustituible figura de Iniesta y sobre todo con la de Leo Messi. El tono de crispación actual no favorece en nada al club, al equipo, al cuerpo técnico, siempre alerta y receloso ante la crítica, ya sea constructiva o destructiva. Desafortunadamente los últimos acontecimientos apuntan en la dirección de que no se hace diferencia entre una y otra y, mucho menos se acepta. Desde fuera existe la percepción de que se están cometiendo los mismos errores que dilapidaron a otros excepcionales equipos, que subidos de ego, no pudieron desarrollar sobre el terreno de juego las aptitudes profesionales que se les suponía.

Desde la serenidad el juicio siempre es mucho más inteligente, desde una actitud constructiva de libre autocrítica resulta más sencillo analizar los errores que se cometen. En la memoria colectiva del aficionado azulgrana existen recuerdos agradables y desagradables, instantes retenidos en el tiempo que al equipararlos al presente del club, les hace volver a encontrarse con ellos. Tiempos que no volverán, pero que deben servir como aprendizaje para recuperar las señas de identidad para los próximos diez años, aquellos que determinarán en buena medida el futuro del club.

Individualidad, involución

Foto: Apo Caballero / VAVEL
Foto: Apo Caballero / VAVEL

Posiblemente todo juicio no emitido por un profesional técnico del fútbol respecto al momento actual del FC.Barcelona caerá en errores e injusticias, solo visibles para los entrenadores profesionales. Son ellos los verdaderos conocedores de los entresijos tácticos, físicos, económicos, humanos y psicológicos de un vestuario, pero cuando el 99 % de los juicios coinciden en que el Barcelona dejó de jugar como un equipo para basarse en la inspiración de un solo jugador (en este caso el mejor), es indudable que la tan cacareada y supuesta evolución de un juego que llegó a enamorar a medio planeta, se ha convertido en involución.

La dignidad de la derrota

Este Barcelona dejó de enamorar hace tiempo, la nostalgia es una pesada losada y solo resulta tolerable, mitigable, cuando Iniesta y Messi conectan sobre el verde haciendo recordar al mundo tiempos que nunca volverán. De algún modo el aficionado culé ya lo asumió, pero lo que jamás debería tolerar son ciertas actitudes, nada recomendables, con las que el Barcelona dilapida su brillante pasado reciente y sacrifica su presente haciendo tambalear las señas de identidad sobre las que asentaron una caballerosa y estética forma de ganar.

Aquella que les hizo mostrarse a ojos de todo el planeta como uno de los clubes más respetados. Evidentemente lo nuevo siempre queda condicionado por el pasado, pero es absolutamente fundamental vivenciar y experimentar el presente y el futuro intentando hacerlo bajo los parámetros y el prisma de ese pasado que hizo grande al club. Hacer algo, ser, hacer; se basa en la idea, ese debe ser el principio de la acción, un ejemplo de virtud que se debe recuperar y queda muy por encima de los resultados. La derrota posee unos matices que la victoria no conoce, uno de ellos es la dignidad, absolutamente capital para reconocer en ella una enseñanza, jamás un fracaso, pues solo supondrá un fracaso cuando el vencido no sea capaz de asumirla y por tanto detectar en que se ha podido errar. Y el Barcelona de hoy, es un Barcelona ausente.

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.