La victoria del Tenerife en Santo Domingo había llenado Palma de ilusión. De hecho, teniendo en cuenta que el Nàstic se enfrentaba a un Girona en busca de certificar su ascenso directo, el aficionado mallorquinista podía imaginar un domingo maravilloso. El equipo, mucho tiempo después, llegaba con serias posibilidades de salir de la zona de descenso. Para ello, había que ganar, de manera innegociable, al Numancia de Jagoba Arrasate. El conjunto soriano quería evitar meterse en problemas, y una derrota podía llegar a generarlos.

Dominio bermellón

El Mallorca cuajó una buena primera parte. Buscó sacar el balón limpio desde atrás, con Vallejo incrustándose constantemente entre centrales, y apenas le costó. El Numancia presionó de manera selectiva, pero ciertamente desordenado. En cada acción de presión numantina, su rival salía airoso de ella y encaraba la portería de Aitor con más espacios y facilidades.

Sin embargo, la escuadra local se topó con un ya habitual problema. Un constante atasco en tres cuartos. Solamente los dos contra uno en bandas generados por los laterales -muy activos ambos- despertaron tímidamente al Iberostar en un partido de muy pocas ocasiones. Eso sí, el Mallorca no sufrió, en absoluto, por lo que la primera parte podía calificarse de satisfactoria a nivel de juego para los intereses locales. El Numancia, sin haber concedido grandes oportunidades, sí dio alguna sensación de fragilidad.

Intercambio de papeles

Nadie lo esperaba, pero el Numancia apostó por el balón para amarrar un buen resultado. Mejoró su bloque en la presión y pudo instalarse en campo rival. A partir de ahí, consiguió apagar al Mallorca. Lago y Brandon no consiguieron controlar satisfactoriamente balones directos para iniciar contras con peligro, por lo que la superioridad soriana se acrecentó por momentos. La situación parecía cómoda para los de Arrasate, pues la desesperación de ver pasar el tiempo sin ser capaz de dominar algo que tienes que dominar se apoderó del Mallorca. Pero, nada, las posesiones del cuadro insular eran excesivamente cortas y el Numancia apenas tenía razones por las que bajar el bloque y dedicarse a defender el resultado.

Ese momento solamente llegó a cinco minutos del final. El Mallorca, con las prisas cuotidianas, buscó llegar arriba con más casta que fútbol. Con Lekic y Dalmau en la punta de ataque, buscar la cabeza del serbio se convirtió en la clave para intentar enlazar ofensivas de peligro. No obstante, los acercamientos fueron poco intimidantes.

El empujón que necesitaba la afición para animarse a la épica fue la expulsión de Marc Mateu. La fea entrada encendió al graderío local, algo fundamental para afrontar los últimos instantes de partido con la sensación de que, con el apoyo de la afición, las posibilidades de gol aumentaban considerablemente. Y estuvo cerca de ratificarlo Dejan Lekic, rematando un córner botado por Pol Roigé que iba a rechazar Aitor. Y, con ello, se iba a terminar el partido. Un partido sin goles, sin ocasiones y que deja al mallorquinista sin ilusión.

Situación actual

El Mallorca está obligado a ganar los dos partidos restantes. El próximo, ante un ya descendido Mirandés, debería ser asequible, pero nunca se sabe. Reciente es la derrota del Hull City frente un ya desalojado Sunderland que ha acabado por condenar a la Championship. En Miranda, no vale otra cosa.

Pero ni en Miranda ni contra el Getafe, vaya. La última jornada ante el equipo azulón se antoja un reto de mucha mayor dificultad. El conjunto madrileño pretende sellar la tercera plaza y, a día de hoy, es mucho mejor equipo. Parece un escenario realmente complicado, pero ni siquiera podemos asegurar que se vaya a llegar al mismo con opciones matemáticas de lograr la salvación. Ganar y esperar, no queda otra.

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