No podía ser otra manera. La temporada brillante de Golden State y la carencia de rotación de Cleveland en las Finales a causa de las lesiones, fue consagrada con un anillo después de 40 años para los Warriors. Jamás un equipo esperó tanto para gritar campeón.
Hay tres culpables que se elevan por encima de todos: Steve Kerr y Stephen Curry son dos de ellos. El primero, el entrenador, es el segundo armador en la historia de la NBA en consagrarse como jugador y como técnico -el otro es Magic Johnson-. Además, se abjudicó ser campeón siendo entrenador novato. El segundo es el autor material más importante del hecho. Fuel el MVP de la temporada. Los 25 puntos de anoche quedaron cortos para una estrella que jamás paró de brillar.
El restante es Andre Igoudala. El nacido en Springfield, se puso el traje de Kawhi Leonard de las finales pasadas, y defendió, con creces, nada más y nada menos que a LeBrón James. Además, Andre le inyectó dinámica, puntos y asistencias al nuevo campeón. Y, para sorpresa de muchos, terminó consangrandose como el MVP de las finales.
Por su parte, Celeveland pagó muy caro la lesión de dos de sus titulares: Irving y Love. LeBrón, obteniendo números imposibles de imaginar para cualquier ser humano, terminó exausto como en todos los anteriores partidos de las finales. Claramente, y otra vez quedó demostrado, un conjunto no puede encarar 7 finales utilizando tan poco jugadores.
La fiesta la viven los de California luego de cuatro décadas. La temporada no tuvo matices. Fue soñada. Primero, el mejor de la temporada regular y luego acabando con Cleveland Cavaliers en las narices de la gente de LeBrón.
El resultado, que poco importa cuando hay un campeón, fue 105 a 97. Golden State lo dominó, a voluntad, de principio a fín haciendo honor a su temporada, y hasta se dio el lujo de sacar una luz de 10 puntos faltando 6 minutos por jugarse. Luego, apareció Smith para ponerle un poco de suspenso a la cuestión con 3 triples seguidos. Pero ya algo estaba definido: Golden State es el nuevo campeón de la NBA.