Muchos han sido los comentarios a lo largo de los años acerca del nombre que designa a la franquicia deportiva por excelencia en el Estado de Utah. Y es que el jazz, originario de Nueva Orleans, poco o nada tenía que ver con la ciudad de Salt Lake cuando el equipo se mudó allá por los tiempos de 'Pistol' Maravich. Hoy, en cambio, la ciudad al oeste de las Montañas Rocosas luce con orgullo el nombre de los Utah Jazz. Nunca nadie vio allí a un equipo jugar con la compenetración de una banda de música. Hasta hoy.

Baloncesto de rigor, académico y con ese aire joven que tan pocas veces se ve en un equipo de estas características. Ese baloncesto con el que tanto deslumbró Atlanta hace dos temporadas o con el que los Spurs han rozado la perfección durante más de 15 años. Ese baloncesto suena hoy en la Ciudad del Lago Salado.

Un equipo que piensa y se mueve al unísono. Un equipo ensamblado desde abajo, sin estrellas mediáticas y en el que (esta vez sí, en contraposición al jazz) poco o nada se deja a cargo de la improvisación. Un equipo que en los tiempos de internet se resigna a ser descartado en los highlights y que, en definitiva, se atreve a hacer un baloncesto grupal y coral que sólo un puñado de bohemios de este deporte saben apreciar.

Esta temporada, Utah ha reaparecido en Playoffs después de siete años de exilio, alcanzando con ello superar las 50 victorias. Pero la gesta de la plantilla esta temporada va mucho más allá: han logrado devolver la ilusión a una ciudad que no lucía así desde que el máximo asistente y el segundo máximo anotador de la historia de la NBA se juntaron para vestir juntos el escudo de los Jazz.

Dicen que para entender a un equipo primero debes entender a su estrella. En este caso, contamos con la difícil tarea de entender a alguien que probablemente ni él mismo se crea una estrella. Su nombre es Gordon Hayward.

Entenderá el atento lector que en este punto hay que demorarse algo más. Hayward es de esos jugadores en los cuales su psicología juega un papel más que fundamental en su juego. Un alero con coraje y entrega a ambos lados de la cancha y que, por ejemplo, renunció a jugar con Estados Unidos los Juegos Olímpicos del pasado verano para preparar tres meses de un exigente entrenamiento personalizado.

Gordon Hayward, la estrella tapada de la NBA | Imagen: Greg M. Cooper - USA TODAY Sports
Gordon Hayward, la estrella tapada de la NBA | Imagen: Greg M. Cooper - USA TODAY Sports

Hayward es un jugador total con unas unas condiciones físicas endiabladamente perfectas para la práctica del baloncesto. Forward, con más de dos metros de altura y con un manejo de balón que le capacita para jugar incluso de base. ¿Qué franquicia no querría a Gordon en su roster?

Pero lo que de verdad hace ser a Gordon Hayward una superestrella de la liga es que, si su equipo lo necesita, puede dejar de serlo. Ese poder de adaptación a las necesidades del grupo, el cual le puede hacer anotar en una noche 30 puntos y a la siguiente pasar inadvertido en virtud de los demás compañeros, es lo que le hace verdaderamente grande.

Un jugador que, por cierto, este verano podría ser agente libre. Las pujas están abiertas.

Pero se pecaría de necedad si sólo se diera imporatancia a la estrella. Utah Jazz cuenta con una de las plantillas (si no la que más) moldeables de la NBA. Una capacitación que no hace indiscutible absolutamente a nadie. Ni siquiera a la propia estrella.

Este conjunto cuenta, entre otras cosas, con uno de los pívots jóvenes con más proyección del baloncesto actual. Un Rudy Gobert que además se postula como uno de los tres candidatos a Mejor Defensor del Año. Una auténtica joya en bruto.

George Hill, Derrick Favors o Rodney Hood son otros de los pesos pesados en los esquemas de Utah Jazz. Jugadores cuyas carreras han corrido caminos diferentes pero que en Salt Lake han alcanzado su mejor versión. Además, la incursión de veteranos como Joe Johnson o Boris Diaw han aportado esta temporada ese punto de experiencia entre tanta juventud. Y su rendimiento ha sido mayor del que cualquiera habría esperado.

Un proyecto que no tendría cabeza sin un capitán a los mandos de la nave. Y esa es otra. Otro de los prodigios que los Jazz se han sacado de la manga: Quin Snyder. Uno de los más talentosos entrenadores de la nueva horneada baloncestística llegados desde el baloncesto universitario. Snyder es candidato a Mánager del Año y un apellido a tener en cuenta en el futuro más inmediato de la NBA.

Joe Johnson con el balón. Tras él, Quin Snyder | Imagen: Mark J. Terrill - AP Photo
Joe Johnson con el balón. Tras él, Quin Snyder | Imagen: Mark J. Terrill - AP Photo

Utah está actualmente inmersa en su nueva aventura en Playoffs ante el rival más difícil posible. Los Warriors lideran la serie y han hecho los deberes en casa. En añadidura, los Jazz sufren la baja de uno de sus pilares, George Hill. Pero el baloncesto tiene aún muchas sorpresas que depararnos.

Que lo sepan los de San Francisco: en Salt Lake City ahora se baila el jazz.