La grada coreó su nombre. Y el antiguo Álamo de San Antonio lloró nostalgia para despedir, por si acaso, al bahiense eterno.

Manu Ginóbili pudo haber bailado, frente a los todo poderosos Warriors, su último tango. Su último “eurostep” maestro. Su zurda de arrabal y baile besó la red, tal vez, en un último aliento glorioso. Como los héroes. Luchando, sabiendo que moriría, frente a un enemigo imbatible. Casi solitario. Como el tango.

La serie entre San Antonio y Golden State, alardes galácticos aparte, deja en la retina de la NBA la caída de Kawhi (ese MVP silencioso) y el último hálito de un héroe de leyenda. El 20 de San Antonio siempre tendrá sabor a mate, y acento del mar de Argentina. Y llegará al Salón de la Fama. Y supone el adiós oficioso, si no había acontecido ya con la salida de Timmy, de una generación de jugadores unidos por el destino. Y un maestro de orquesta. Y un equipo digno de estudio.

Y en medio de todo ese baile orquestado por Popovich, además de Duncan y Parker, destacó el paso elegante y “tanguero” de Manu. De Italia y aquella Bolonia de cuento, en 2002 llegó el Argentino a Texas, “de las luces que a lo lejos”, para brillar en el grandioso vecino del Norte. El tango comenzó a salir del arrabal de su ciudad de origen y empezó a expandirse.

Le escogieron en el puesto 57 de un draft de 1999 en el que las tres primeras elecciones se las llevaron Elton Brand, Steve Francis y Baron Davis. Se puso por primera vez la camiseta de los Spurs en un partido oficial el 29 de octubre de 2002 y dejó para la estadística 7 puntos, 3 pases maravillosos y 4 robos. Los de Texas ganarían a los Lakers.

Han pasado quince temporadas, dos All Star y cuatro anillos de campeón. Y en la retina de toda la NBA el paso acompasado “a media luz” de un genio del sur. Muy al sur.

No ha confirmado Ginóbili si la retirada es un hecho. Su afición y su entrenador, sabio, le otorgaron un homenaje por si decide no volver a vestir de corto. Por si, una vez más, el tiempo acaba matándolo todo. Por si, nunca más, vemos a Manu saltar a una cancha, “con la frente marchita” para dar lecciones de baloncesto.  “Sos el más taura entre todos los tauras, sos el mismo ventarrón…”