Yugoslavia, 1958. Una tarde fría de invierno. De esas en las que la nieve lo tiñe todo de blanco. El Manchester United acababa de eliminar al Estrella Roja de Belgrado para meterse en los cuartos de final de una Copa de Europa ansiada por sus jugadores, su cuerpo técnico y su fiel afición. Una ciudad entera clamaba por hacerse con el trono del viejo continente. Aquel 5 de febrero de finales de los 60, los Diablos Rojos avanzaban de ronda y lo tenían más cerca. Restaban solo cinco partidos para la gloria eterna y aquel equipo, se podía intuir, estaba destinado a hacer algo grande. Nadie imaginaba que el sueño se iba a truncar de la manera en que lo hizo.
Un día después del pase a cuartos y tras la merecida celebración en la noche anterior, la comitiva del United volvía a casa. O esa era la intención. No lo logró. Primero, la falta de combustible hizo que el avión donde viajaba no solo la plantilla sino también periodistas y civiles, tuviera que hacer un alto en el aeropuerto de Múnich. Allí, con unas condiciones meteorológicas muy desfavorables, el piloto, James Thain, intentó hasta en tres ocasiones despegar. Las tres fueron en vano. La tercera, la peor. La aeronave no pudo levantar el vuelo y se estrelló. Había tenido lugar la tragedia de Múnich.
La noticia corrió como la pólvora, encogiendo el corazón de los seguidores que se despertaron aquel 7 de febrero de 1958 con el suceso en portada de todos los periódicos. En Europa, la conmoción no fue menor. Siete miembros de la plantilla murieron en el acto. El octavo lo haría 15 días después y era nada más y nada menos que Duncan Edwards, absoluta estrella del club. En total, sumando a futbolistas, staff, tripulación y civiles, las víctimas mortales alcanzaron la cifra de 23.
Ese equipo se ganó la admiración y el respeto de todo el planeta fútbol
Una década después, campeones de Europa
Sir Matt Busby, el míster, también esquivó a la muerte en ese avión. Aunque la tuvo delante de él durante un tiempo, concretamente durante las nueve semanas que pasó ingresado en un hospital. Lo demás, es historia: Busby hizo resurgir de las cenizas al Manchester United cual ave fénix de sus llamas. Trajo a jugadores de la talla de George Best o Danis Law y, junto a ellos, por fin consiguió que la afición red saciara su sed de triunfo en Europa. Una década después de que el destino y la tragedia se cebara con la ciudad de Mánchester y su equipo más laureado, el capitán Bobby Charlton levantaba al cielo de Wembley la corona europea. Lo hacía, cómo no, acordándose de todos sus amigos y compañeros que fallecieron. Se había consumado un milagro.
Hoy, aproximadamente a las 3 de la tarde, se cumplirán 60 años de la tragedia de Múnich. Unos 60 años en los que el Manchester United ha demostrado que sigue recordando a aquellos héroes que murieron persiguiendo un sueño y que luego fueron parte de la memoria de sus sucesores. Lo siguen siendo. No hay más que echar un vistazo al sentido homenaje que tuvo lugar el pasado sábado en el partido que enfrentó al United y el Huddersfield. Old Trafford no olvida. No ha olvidado. El fútbol, tampoco.