Andrés Guardado uno de los futbolistas con mayor capacidad para reinventarse de los últimos tiempos. El ritmo del fútbol europeo le superaba en la posición de carrilero zurdo, su pequeña figura no podía hacer frente a los potentes delanteros y extremos con los que tenía que cuerpear. Renovarse o morir, era el momento de dar un giro drástico, de volver a ser ese jugador que desequilibraba en Méjico.

Dos Eredivise para el PSV desde su llegada

Nueva liga, y una nueva posición sobre el terreno de juego. El mediocentro iba a ser el lugar elegido por Cocu para que el mejicano sácase a relucir todos sus virtudes, ensombreciendo sus puntos débiles. Calidad, dinamismo, golpeo excelente del balón, toda una serie de características que en la sala de máquinas podía explotar de forma despampanante. No tardó en consolidarse en esta posición, lejos de sufrir cualquier tipo de adaptación, el diminuto jugador se consagró como una de las piedras angulares sobre las que giraba el juego del PSV. Un elemento vital para que el conjunto holandés haya ganado las dos últimas Erevidise. 69 partidos, dos goles, 13 asistencias y 14 amarillas, cifras que reflejan la capacidad que ha adoptado para generar y destruir a la vez.

Foto: PSV
Foto: PSV

Un jugador intangible

Una de aquellas aptitudes que más salen a relucir cuando no se tienen en un equipo es la salida de balón y la capacidad de batir líneas rivales con un simple pase. Características que no aparecen en los cuadrantes ni son tangibles pero que se convierten en vitales a la hora de hacer funcionar el motor de un equipo. Ya puede tener un coche muchos caballos, que si el aceite no hace reaccionar bien los frenos en el momento oportuno, el estrellarse es el fin.

El mejicano es ese aceite que permite frenar la vorágine ofensiva que se suele producir en la mayoría de partidos de la Liga Holandesa. No lo hace con exhibiciones físicas, ni con idas y vueltas que dejarían a cualquier otro futbolista exhausto, a él le basta con tener el balón en sus pies, en ese momento, el mejicano es capaz de dejar el partido en un stand by, de ponerlo en un paréntesis, de suspenderlo en el aire, para finalmente imprimirle ese cambio de ritmo que deja en la cuneta al rival.

Andrés Guardado, ese futbolista que será recordado por haberse atrevido a renovarse cuando las cosas parecían que se empezaban a estancar. En el atrevimiento está la victoria. Si su tocayo, Andrés Montes viviera, no dudaría en gritar: ¡Tocála otra vez, Guardado!