5 de mayo de 2012, Camp Nou, Barcelona. El equipo dirigido por Josep Guardiola i Sala golea por cuatro goles a cero al vecino de la ciudad, al Espanyol con una actuación estelar, majestuosa de Leo Messi, autor de todos y cada uno de los goles de un choque que terminó con el homenaje al mejor entrenador que ha tenido el club culé en sus hasta la fecha, 115 años de historia.

Han pasado muchos y muy buenos, desde Helenio Herrera a Johan Cruyff, pasando por Rinus Michels, Frank Rijkaard o incluso el siempre malhumorado Louis Van Gaal. Todos dejaron su huella en mayor o menor medida pero ninguno de ellos ha sido sentido tan propio del club como el bueno de Guardiola, catalán y culé desde su primer aliento.

Guardiola fue recogepelotas cuando apenas era un crío y se formaba lentamente en La Masía, tras eso y después de disfrutar en el Mini Estadi, fue capital en el 'Dream Team' de Johan Cruyff, su mentor y principal valedor con el que el club catalán conquistó su primera Copa de Europa, en 1992 y en el templo del fútbol por antonomasia, Wembley.

En 2007 el Barcelona comenzaba a tocar fondo tras la época dorada de Frank Rijkaard y el filial descendía a Tercera División. En ese momento, el ahora expresidente dio su primer voto de confianza al dar el mando del Barça B, entonces denominado Barça Atlètic y lo que hizo Guardiola fue, no solo ascenderlo a Segunda B, sino formar un grupo soberbio que comenzaba a despuntar en una categoría tan baja como complicada y competitiva. Busquets y Pedro, ahora piezas clave en el engranaje del conjunto azulgrana, comenzaron a despuntar en el filial culé.

Foto: FC Barcelona

Un año más tarde, lo más difícil todavía. Pep se hizo cargo de un equipo que había acabado el año a 18 puntos del campeón, el Real Madrid, al cual le tuvieron que hacer el 'pasillo' antes de recibir un baño en forma de goleada (4-1).

Apoyado en lo que más conocía, La Masía, con un equipo repleto de canteranos, Guardiola construyó el mejor equipo del fútbol moderno, al que solo se le podrán equiparar en la historia los más grandes, como aquel Brasil de los '70, el Madrid de Di Stefano, el Milan de Sacchi y muy pocos conjuntos más. Cuatro años, 14 títulos y sobre todo un estilo de juego que causó la envidia y admiración en el mundo entero.

El fútbol del Barça de Guardiola ya es historia, es patrimonio del deporte. Cuando pasen los años y los equipos, cuando el club culé ya no tenga nada que ver con cualquier tiempo pasado, entonces y solo entonces, el aficionado al deporte rey aquí dará la relevancia que merece a uno de los mayores espectáculos que el ser humano ha podido evidenciar en la historia del deporte.

Ahora, tres años después, Pep vuelve a casa. Se reencontrará con Piqué, su protegido, con Alves, con Busquets o Pedro. También lo hará con Xavi e Iniesta, la prolongación del de Santpedor sobre el verde durante esos cuatro años. Pero sobre todo se reencontrará con uno, con él, con su creación, con Leo Messi. El argentino lo despidió en el Camp Nou con cuatro goles y un sentido abrazo y ahora lo recibirá, en plena forma, para impedir que acceda a una final de la Champions, algo que ninguno ha repetido desde que, juntos, levantaron la Champions en el mismo escenario donde Pep levantó la primera del club y la única que consiguió como jugador.

Guardiola ganará y perderá en la eliminatoria. Ya sea con la cabeza o con el corazón, el catalán saldrá vencedor y vencido de la dura eliminatoria que se avecina. El club no le hará homenaje alguno sino que serán los aficionados, que 1096 días después verán al creador del mejor Barça de la historia sobre el verde que tantas veces pisó, quienes rendirán homenaje a un culé de cuna, de la cabeza a los pies, que llegará al Camp Nou como un rival que nunca se creyó como tal. Bienvenido de nuevo, míster Pep.

Foto: Reuters