Falta poco menos de un mes para que el bombo reparta suerte en la lotería de Navidad. El sorteo más especial del año, uno de los que más premios reparte y el que sin duda genera más ilusión entre el personal. En Casa Celta pueden darse por satisfechos si no les toca ni una mísera pedrea. El gordo les cayó ante el Sporting de Gijón en Balaídos. Con 1-1 en el marcador y con el equipo asturiano haciendo sudar tinta al vigués, Nolito, como si fuera Justino, se encontró con la suerte al salir del ascensor. Mejor dicho se la encontró en un despeje de Cuéllar que le rebotó y acabó colándose mansamente en la portería para dejar tres puntos en el Municipal vigués que se habían puesto muy muy crudos.

Y Berizzo rotó

El técnico argentino presentó varias novedades en su once inicial. Algunas obligadas, como el regreso de Cabral y la entrada de Planas en el lateral zurdo —sustituyendo al lesionado Fontàs y al sancionado Jonny respectivamente— pero otras por simple rotación, algo común en la inmensa mayoría de los equipos pero poco usual en el Toto, que hasta la fecha solo había rotado en Eibar, tras una jornada intersemanal. Guidetti y Bongonda encontraron su oportunidad en lugar de Aspas y Wass.

El partido empezó intermitente, con dos equipos buscando superar en intensidad al otro y con muchas imprecisiones en el centro del campo. Tan solo Halilovic ponía luz entre tanta penumbra. El menudo jugador croata dejó perlas de calidad una y otra vez y cuando acierte más en la toma de decisiones apuntará a crack.

Azul cielo reconocible

La disputa y la brega en el centro del campo habían dejado las áreas inéditas en el arranque. La primera visita a los alrededores de una portería acabó en gol. Nolito se inventó un balón cruzado perfecto para Bongonda que, con un sutil toque, inhabilitó la salida de Cuéllar y puso en bandeja el gol a Orellana, que marcó a placer a portería vacía.

El Celta solo se pareció al Celta tras el gol de Orellana

El tanto reforzó la confianza local y el Celta empezó a jugar parecido a como lo hace el Celta. Mucha circulación de balón, combinaciones rápidas y una buena presión tras pérdida. Fueron los mejores minutos del equipo de Berizzo en el partido, que vio como las dos novedades ofensivas del once celeste generaban las mejores ocasiones del primer tiempo: primero Guidetti con un magnífico pase profundo para Bongonda que el belga, de forma inocente, remató a las manos de Cuéllar con su pierna mala, la derecha. Más tarde fue el propio ariete sueco el que finalizó una contra bien llevada por Orellana y Nolito con un disparo raso que detuvo con seguridad el portero visitante. Por parte del Sporting, un gol anulado por fuera de juego a Isma López y varias internadas de Jony por la izquierda fue el escaso bagaje ofensivo que acompañó a las perlas de Halilovic.

Azul cielo irreconocible

La segunda parte comenzó con un guion bien distinto. El Sporting pasó a dominar y el Celta decidió esperar atrás para intentar cazar una contra que resolviese el partido. Esa contra no llegó, pero el dominio del equipo rojiblanco se fue acrecentando hasta anular por completo a un conjunto local que solo se parecía al que maravilló al fútbol español hace tan solo unas semanas en el color de la camiseta. El único problema para los hombres de Abelardo era su excesiva candidez en los metros finales, que les impedía crear ocasiones de gol. El regreso de Cabral se notó y tanto él como Sergi Gómez completaron un buen partido, demostrando anticipación y contundencia.

Vistas las dificultades visitantes para culminar su dominio con ocasiones, su gol solo parecía factible a partir de un error rival. Un error que llegó. Vaya si llegó. Wass daba su primera carrera sobre el césped tras relevar a Bongonda cuando Sergio, de forma incomprensible, entregó el balón a Carlos Castro —que también acababa de entrar— en un saque de puerta; el delantero de Mieres no falló el mano a mano y empató el partido.

Un buen Sporting, pero que pecó de candidez

El gol fue un golpe durísimo para el Celta. Grogui, sin capacidad de reacción. Noqueado. El equipo azul celeste, que había estado más bien azul oscuro hasta el momento, se volvió negro completamente. La ocasión la pintaban calva (como el Calvo de la Lotería) para que el Sporting ganase el partido. El equipo de Abelardo dominó por completo la situación ante un cuadro vigués incapaz de encadenar tres pases seguidos. Pero, no sé sabe si por no querer  —miedo a perder— o por no poder, el equipo asturiano fue incapaz de oler sangre y culminar su buen hacer con una victoria.

Y Justino llegó                                                                                 

En el recién estrenado anuncio de la Lotería de Navidad, el protagonista es un amable vigilante nocturno de una fábrica que hace buenas acciones por todos sus compañeros de los turnos diurnos. Cuando el Gordo cae en la factoría, Justino (así se llama) se lamenta por no tener décimo, décimo que, con toda la buena voluntad, le guardaron los compañeros a los que tan feliz había hecho.

Nolito se vistió de Justino

Esta historia es muy similar a lo que ocurrió con Nolito en el partido. Un choque gris, muy gris del gaditano. Desacertado, nublado con el balón y sin desborde. Pero, quizá por toda la magia que repartió como celeste en tantas noches, la suerte le tenía reservado un premio. El premio gordo. Corría el minuto 84 cuando Aspas, que había entrado por Guidetti, metió un balón en profundidad para el de Sanlúcar que corrió sin demasiada fe, sabedor de que era imposible llegar antes que el portero. Cuéllar, salió para despejar con tan mala fortuna —o buena, según se mire— que el balón rebotó en Nolito y se coló mansamente en la portería.

Un gol que, ni mucho menos hacía justicia a lo acontecido en el campo. Pero en fútbol es muy difícil hablar de justicia —el Celta lo sabe bien en el sentido contrario— y lo que tantas veces fue infortunio se volvió suerte para los celestes. El propio Nolito pudo ampliar la cuenta con una vaselina que se estrelló contra el larguero, pero el resultado ya no se movió y los de Berizzo sumaron una victoria muy importante, la primera en casa desde el 23 de septiembre, que permite frenar la sangría de dos derrotas consecutivas, ayuda a olvidar el traumático partido de Riazor y hace un poco menos negro un noviembre que había dejado tres partidos perdidos de cuatro disputados

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