Primer partido tras el cierre del mercado de fichajes. Las incorporaciones de Vinzenzo Rennella, Roger Martí, Borja Fernández y Nikos Karampelas mejoraron el nivel de un Real Valladolid que no pudo reforzarse como hubiera deseado en el plazo veraniego. Miguel Ángel Portugal tenía ya los anhelados refuerzos, especialmente en el frente ofensivo, foco de todo tipo de dudas y desconfianza. La SD Ponferradina sería el oponente ante el que los pucelanos podrían probar los fichajes y, en palabras de su propio técnico, apostar por un dibujo de 4-4-2 con sendos arietes, esquema prácticamente inadvertido en el último lustro.

No mintió el entrenador burgalés, ya que la alineación anunciada en los prolegómenos del choque incluyó a Rodri y a Rennella. A sus lados, Manu del Moral y Mojica, con el centro del campo para Tiba y André Leao. Bajo las ausencias de Juan Villar y Álvaro Rubio, el once era algo que se podría esperar.

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Durante la campaña  solo habían coincidido dos atacantes en momentos residuales en los que el Pucela buscaba empatar o ganar el partido. Jamás había sido una posibilidad real para Portugal, más amigo del 4-2-3-1. Tal vez fuese porque los jugadores no estaban acostumbrados a jugar con dos arriba, quizá el incomodísimo viento del sábado por la tarde en Zorrilla tuviera algo que ver o, quién sabe, que el conjunto berciano quisiese agradar a su nuevo entrenador. El caso es que la táctica no funcionó y, de hecho, no hubo ningún disparo entre los tres palos a lo largo de hora y media de juego. Mal síntoma con la presencia Rodri y Rennella en busca del gol.

La dulce imagen mostrada ante el Córdoba, con juego brillante y combinación entre todos los futbolistas de blanco y violeta fue un mal espejo al que comparar el juego de los castellanos ante la Ponferradina. La principal causa del descontrol evidenciado tiene nombres y apellidos y es el capitán del equipo, poco más hace falta decir. El '18' es el único capaz de hilvanar con la defensa, llevar el cuero a la medular y conseguir conectar con las bandas y generar ocasiones de peligro. Su reemplazo, Tiba, sigue mostrando ser un desastre en la colocación y muy perdido a la hora de generar jugadas.

La baja de Rubio es un problema tremendo para el equipo

La ausencia de Álvaro Rubio no fue el único factor que impidió la creación de ocasiones en el campo rival. A pesar de que Óscar está desaparecido en combate, el buen papel de Manu del Moral por detrás del delantero ha hecho olvidar a la mejor versión del charro, pues la peor se olvida sola. El jienense, que ante el Córdoba formó en la mediapunta flanqueado por Mojica y Villar, ocupó la banda derecha sin más gloria que pena más allá de alguna llegada ocasional e imprecisa.

En cuanto a los arietes, la gracia del 4-4-2 no reside en que los puntas se alejen del balón a la espera de que, cuando les llegue la pelota, mostrar que tienen pólvora en sus botas. La clave de combinar a Rodri con Rennella era que el primero, más menudo y con buen juego de espaldas, se aprovechara de que el francoitaliano fijara a los centrales y pudiera caer a recibir a tres cuartos de campo para generar discordia entre la zaga rival. Sin embargo, la buena defensa de los leoneses y la escasa movilidad y coordinación entre los dos atacantes acabó saldándose con ningún intento peligroso.

Tampoco cambió la tónica con el ingreso de Roger por el ex del Betis, un síntoma que pone en duda la ilusión de la grada de que con dos goleadores en ataque apareciera al fin el ansiado acierto de cara a puerta. Para ello, hay dos opciones: por un lado, conseguir que uno de ellos retrase su posición para abrir juego y aprovechar las incorporaciones en segunda línea. La otra posibilidad es bien básica y eficaz si se saca provecho de ella, el viejo truco de explotar a los extremos para que cuelguen balones al área y que, tarde o temprano, alguno sea rematado y termine en gol.

Hay que valorar también la posibilidad quizá menos contemplada, pero que no deja de ser una alternativa. A pesar de la pareja de delanteros llegada en invierno, podría darse el caso de que Miguel Ángel Portugal se decante solo por uno de ellos y mantenga el 4-2-3-1 que tanto ha defendido durante la primera vuelta y que en las últimas semanas estaba trayendo buenas sensaciones.

Ahora bien, este paso a un lado sería difícil de comprender para la afición, ilusionada con las altas de Roger y Rennella y deseosa de acierto goleador; para la directiva, que ha luchado lo impensable para poder acceder a ellos y, cómo no, para los propios jugadores, que si solo hubiera un punta verían mermado su protagonismo en el campo.

El significado de los datos

Para aquellos que creen que el fútbol depende solamente de las estadísticas, el Real Valladolid es una perfecta muestra de lo caprichoso que es el deporte rey. Puestos a mirar a los datos, los pucelanos llevan ya cinco semanas sin catar la amarga derrota, tras caer en Gerona con una imagen deplorable.

Desde entonces, los encuentros frente al Elche, Mallorca, Córdoba, Alcorcón y Ponferradina han significado puntos para los de Zorrilla. Como no hay cal sin arena, y viceversa, se ha de destacar que de los 15 en juego se han atrapado nueve, un 66% de un total que no está mal, pero escaso bagaje para aquel a quien le comunican los cinco partidos sin caer de los castellanos.

No por acumular más jugadores en ataque hay más acierto

Los guarismos defensivos también son elogiables, ya que Kepa ha vuelto a sus fueros y ha salvado a los suyos en encuentros como el de Mallorca, Córdoba o, mismamente, ante la Ponferradina. De no ser por unas manos milagrosas del vasco, probablemente los leoneses hubiesen llevado a sus tierras algo más que una igualada.

Puestos a desnudar los registros, en este quinteto de semanas invicto se han sellado solo cuatro dianas, a menos de una por partido, un síntoma de que, por mucha solidez en retaguardia, hace falta acierto para cosechar las victorias, especialmente en esta categoría tan igualada. Aquí aparece el dilema con el que se inició el texto, puesto que no por acumular más jugadores en el ataque se consigue más acierto. Curioso y complicado dilema para Portugal, que tiene que decidir el dibujo de su pizarra ahora que ya tiene las piezas que se reclamaban para su puzle.