Cuando tienes a todos los aficionados del mundo observándote, esperando que te saques uno de tus típicos conejos de la chistera, que apliques la magia que llevas en los pies en cada balón que tocas, que metas cinco goles por encuentro al final hay días en los que no te salen las cosas y creas esa sensación de vacío, de echar de menos algo que hacía poco veías todos los días. Esa sensación es la que crea Leo Messi cuando no hace de Messi y se humaniza, a veces le pasa. Con esa sensación acabaron algunos culés la temporada pasada. Pero Messi está de vuelta.

Su final de la anterior campaña no fue el deseado, al nivel al que tenía acostumbrados a todos. Un bajón inesperado que se acentúo cuando en la Copa América, y pese hacer un gran torneo, vuelve a perder la final ante Chile, en los penaltis. Messi cae en una profunda frustración. Eran tres veranos consecutivos perdiendo una final con la albiceleste. El ansiado trofeo a nivel de selecciones no llega y a Messi se le suben a las barbas desde su país. Pero claro, en el preciso momento en el que suelta la bomba de que deja la selección, sus detractores se echan atrás, reculan, y todos a pedirle que vuelva.

Foto: Getty Images
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A esto, hay que sumarle que Portugal y más concretamente su eterno “rival” futbolístico, Cristiano Ronaldo, se alza con la Eurocopa y meses antes con la Champions League. No fue el verano de Messi. La campaña pro Balón de Oro para el portugués estaba en marcha, y a velocidad de crucero. Nadie se acordaba ya de los cuatro primeros meses sublimes en los que Messi había practicado un fútbol excelente, a un nivel extraordinario, con póquers, hattricks y goles antológicos como el que anota de falta directa al Sevilla en Liga.

Un inicio cortado por la lesión

Con esta tónica nos plantamos en la presente temporada. Con un aura de un Messi alicaído y un Cristiano volando hacia su cuarto Balón de Oro. No sólo eso, sino que Leo se lesiona en la quinta jornada de Liga ante el Atlético de Madrid. Sin tiempo para grandes análisis, el Barça todavía estaba lejos de su mejor nivel además de la tarde incorporación de Neymar, que había impedido hasta el momento ver a la MSN más de un partido completo junta. Pese a ello, a Messi le había bastado para anotar un doblete ante el Betis, otro contra el Leganés y un hattrick al Celtic de Glasgow. Casi nada.

Foto: EFE
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La lesión en el Camp Nou ante los colchoneros deja helado a todo el equipo y a un Camp Nou que lo despedía con gritos de Messi, Messi, que denotaban miedo a una lesión mayor de la que al final fue. De hecho, se estuvo más pendiente de esto que de cómo terminó el partido, ya que el Atlético aprovechando esta situación se shock logró arrancar un empate. 

Tres semanas en el dique seco que coincidieron con un parón de selecciones que le vino genial al argentino. Su arranque había sido bueno, aunque la sensación que daba el equipo era de no terminar de arrancar. Sin Leo, el Barça supera a Sporting de Gijón y al Borussia en Champions pero cae derrotado en Balaídos por 3-4.

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La vuelta del Rey

El regreso del líder se produjo ante el Deportivo en casa y no podía ser de otra manera, que anotando el cuarto y último gol del partido. Con todo esto, el rendimiento de Cristiano durante el tiempo en que Messi está lesionado es bajo y ya hay quienes empiezan a volver a meter a Leo en la pelea por el Balón de Oro. 

Leo no entiende de peleas ni de trofeos individuales. Ante el City, de nuevo en su mejor versión, le hace un traje a medida a Guardiola, de esos bien acotados. Un hattrick que demostraba que el mejor estaba de vuelta y que tras la lesión, seguía con el ritmo anotador con el que había vuelto de las vacaciones de verano. Los elogios volvían hacia el “10” azulgrana. 

Foto: AFP
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Y llega la mascletá avanzada en Mestalla, como no, con Messi de protagonista de la tarde. Leo rescató a un Barça que se avanzó por medio de un gol del argentino en la primera parte, pero que vio como le remontaban el resultado con dos goles en pocos minutos. Abonado a las remontadas, el Barça se sobrepuso al ambiente, a la olla a presión en la que se había convertido Mestalla. Suárez empataba y un penalti de Abdennour le daba a Messi en bandeja de oro, la oportunidad de salir como el héroe de la tarde. Delante tenía Diego Alves el mejor parapenaltis de la Liga, pero no falló. Leo la tiró fuerte, ajustada a su palo izquierdo, directa al fondo de las mallas. 

Entonces empezó el pésimo episodio de la botella, con un Messi que no era una "falla", pero que estaba muy quemado y encendido con la afición local. Pocas veces se había visto al argentino tan enrabietado, lo celebró, mandó un beso y se marchó para Barcelona como la figura del encuentro.

Foto: AP
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Sevilla, espectadores de una segunda parte para enmarcar

El Sánchez Pizjuán fue espectador de lujo de otra obra de arte de Messi. Primero salió al rescate empatando un partido que parecía escaparse a medida que pasaba los minutos. Un gol de los que le gustan, con un disparo suave, con rosca, imposible para el portero. Pero será recordado por la bestialidad de segunda parte que se marcó Leo.

Daba la sensación de estar infinitamente por encima del resto, de hecho lo está. Él recibía, regateaba, se creaba la jugada y la terminaba. Poco le faltó para anotar uno de esos goles que dan la vuelta al mundo tres veces y nadie se cansa de verlo. Pero eso tiene Messi, que parece que no está y de repente te hace un cambio de ritmo que en un segundo te ha desaparecido de tu radio de visión y cuando te has querido dar cuenta ya la tiene Suárez para engatillar y culminar la remontada. 

Foto: Getty Images
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Todo aficionado al mundo del fútbol tiene la suerte de estar viviendo en la era de Messi. Porque le darán o no el Balón de Oro, el premio The Best o cualquier otro trofeo individual. Son puro papel mojado, porque él es el mejor.