Se recordará el verano de 2017 como el verano que cambió el fútbol. Los Neymar, Al-Khelaifi y los 222 millones de la discordia que cambiaron la forma de entender un deporte. Aquel 4 de agosto se acabó el mayor culebrón veraniego de la historia de este deporte, que acabó con un fichaje de 222 millones, un presidente herido y los cimientos tambaleándose de un proyecto que aún no había hecho nada más que empezar. La marcha de unas de las figuras del equipo a falta de 14 días para empezar La Liga, dejó muchos perjudicados pero el principal tiene nombre y apellidos: Ernesto Valverde.

El  técnico extremeño, llegaba a ‘Can Barça’ con la intención de dirigir un nuevo proyecto, encabezado por una ‘MSN’ que hasta la fecha parecía intocable. Con la perdida de una de las figuras del plan, el Barça se vio en la obligación de buscar un sustituto a la carrera. Con 222 ‘kilos’ en la cartera, ningún club bajaba de 150 millones a cualquiera de sus estrellas que hasta el 4 de agosto seguramente no se habían pagado más de 50 millones. El fútbol más negocio que nunca llegó y el Barça fue el principal dignificado de la situación.

Ousmane Dembélé sería el hombre elegido para cubrir la marcha del astro brasileño. 140 millones de euros que pagó el club azulgrana para tapar vergüenzas en un jugador de 19 años. La junta directiva tras este movimiento se encontró entre la espada y la pared, y más si se le suma el fichaje de un más que cuestionado Paulinho, un jugador prácticamente desahuciado en la Liga China, pero que el Barça se cerró en banda en él llegando a pagar 30 millones de euros al Guangzouh Evergrande.

El final de la temporada en agosto

Entre medias de los grandes culebrones que protagonizaron Josep María Bartomeu y su junta directiva, llegó el primer clásico oficial de la temporada, la Supercopa de España llegó en el peor momento posible para el FC Barcelona. El Camp Nou fue testigo de la noche en la que el Barça sucumbió ante un Real Madrid que jugando con uno menos, tras la expulsión de Cristiano Ronaldo, venció al equipo culé con un rotundo 1-3. Ernesto Valverde no innovó en su primer XI en partido oficial con el Barça y utilizó el clásico 4-3-3 que caracteriza al equipo, con Messi y Deulofeu en las bandas y Luis Suárez como única referencia en punta.

Sergio Busquets decepcionado en el Clásico de Supercopa. Foto: Alex Gallardo, VAVEL.com
Sergio Busquets decepcionado en el clásico de Supercopa. Foto: Alex Gallardo, VAVEL.com
 

La vuelta del Bernabéu sería el culmen de la pesadilla. El Madrid dio un recital al Barça, venciendo 2-0, gustándose y haciendo su eterno rival un equipo pequeño. Aquella noche se habló de todo, se encumbro al Real Madrid como mejor equipo del mundo, se tachó al proyecto de Valverde como un fracaso, pese a llevar tan solo semanas en funcionamiento, y otros muchos enjuiciamientos injustos para un entrenador que acababa de llegar y se encontró con un equipo casi roto. Ernesto Valverde sacó un XI completamente distinto al de la ida, con un nuevo dibujo y con futbolistas más destinados a la causa de mantener el equilibrio entre el centro del campo y la delantera. El 4-4-2 llegó y pese al mal resultado, Ernesto vio algo en este sistema que no le abandonaría en toda la temporada.

Empieza la Liga, terminan las dudas

El calendario marcaba los tiempos de la reestructuración del proyecto de Valverde, tan solo cuatro días después del desastre del Bernabéu, comenzaba una nueva Liga, una oportunidad para demostrar que la temporada solo había hecho más que comenzar y que Valverde tenía muchas ideas que aportar al equipo. En los primeros partidos del campeonato liguero, el Txingurri optó por seguir con el 433, ofreciéndole protagonismo a Deulofeu, e incluso incorporando a Sergi Roberto de interior en el medio del campo. La figura de Leo Messi, es a lo que se encomendó el equipo en las primeras jornadas, donde no demostró un juego demasiado fluido ni vistoso pero los resultados acompañaban.

Leo Messi en la primera jornada de Liga ante el Betis. Foto: Ernesto Aradilla, VAVEL.com
Leo Messi en la primera jornada de Liga ante el Betis. Foto: Ernesto Aradilla, VAVEL.com

Los azulgranas pasaban por encima de todos sus rivales, 2-0 al Betis, 0-2 al Alavés, 5-0 en el derbi frente al Espanyol. El 4-3-3 funcionaba a cuenta gotas en cuanto a juego, así que tocaba ver al equipo rendir en un partido de nivel y que mejor que abrir la Champions League ante el subcampeón de Europa, la Juventus de Turín. Ernesto Valverde plantó esta vez un 4-4-2 con diferentes matices. A la hora de atacar el equipo se posicionaría con un 433, con Messi, Luis Suárez y Dembélé en la punta de ataque, mientras que en tareas defensivas el esquema se convertiría en un 4-4-2, con un doble pivote formado por Busquets e Ivan Rakitic y dejando en la punta de ataque a Messi y Luis Suárez. La idea de Valverde era clara, el equipo cambiaría de sistema en mitad de los partidos según se diesen las situaciones de juego. El Barça aquella noche dio un puñetazo en la mesa, venció con un rotundo 3-0 al subcampeón de Europa, con una exhibición de Leo Messi, el eje sobre el que pivotaría el destino del Barça durante toda la temporada.

Contratiempos e Irrupciones

La lesión de Dembélé ante el Getafe, se podría catalogar como el punto de inflexión a la hora de confeccionar un equipo sólido en lugar de un equipo vistoso. Ernesto Valverde, tras la lesión de uno de los hombres de arriba optó por cambiar el sistema, apostar por el poderío en el centro del campo, donde gobernaría la dupla Rakitic-Busquets, acompañados por Iniesta y el discutido Paulinho. El brasileño se fue  ganando a base de goles, físico y sacrificio un puesto en el XI azulgrana, pero sobre todo ganó una cosa, el apoyo de una afición que cuestionó su fichaje hasta la saciedad.

Paulinho celebrando un tanto. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Paulinho celebrando un tanto. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Ernesto poco a poco fue confeccionado el equipo, tras muchas pruebas y variantes el XI tipo del Barça durante el primer tramo de la temporada quedó así: Ter Stegen; Sergi Roberto, Piqué, Umtiti, Jordi Alba; Paulinho, Busquets, Rakitic, Iniesta; Leo Messi, Luis Suárez. Las rotaciones fueron las protagonistas durante los primeros meses de competición, donde se pudo ver a Paco Alcácer actuando como extremo derecho, André Gomes alterándose con Paulinho o Deulofeu entrando en el lugar de Iniesta para aportar la chispa en partidos enrevesados. El equipo sin embargo, se encomendó a la conexión Messi-Jordi Alba, para desatascar  los partidos. Valverde se dio cuenta de la gran cantidad de balones que Messi cedía a Jordi Alba arrancando desde el centro, por lo que intentó que esta jugada se generase el mayor número de veces posibles en el partido. El trabajo del equipo era arrastrar la mayor cantidad de hombres al área posibles, liberar a Jordi Alba de la marca para que recibiese en la mejor situación y que el borde del área quedase libre para una posible devolución de Jordi a Messi. Una jugada que dio una gran cantidad de puntos al Barça al comienzo del campeonato.

El FC Barcelona de Valverde, se convirtió en el líder intratable de la primera división. Siete partidos consecutivos viendo la victoria lo hicieron líder con diferencia, el mal comienzo del Real Madrid solo hizo subir el autoestima de los de Valverde que veían como poco a poco el eterno rival se iba desbancando de la lucha por el título en el mes de noviembre, con una diferencia de 10 puntos.

XI del FC Barcelona en Champions. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
XI del FC Barcelona en Champions. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Un clásico, un pasillo y una goleada

El 23 de diciembre se fijó como el día en el que el Barça podría asestar un golpe casi definitivo a la Liga o por su parte el Madrid, podría avivar la lucha por el campeonato doméstico. En plena víspera de nochebuena se dio un clásico para el recuerdo. El Madrid llegaba con la inercia que supone el ser campeones del mundo, proclamado tan solo un par de días antes del clásico, mientras que los de Valverde llegaban al Bernabéu intratables y con unos resultados que cualquier culé lo firmaría al inicio de la temporada.

El Barça llegó al Bernabéu con el sistema ya automatizado y con los patrones de juego muy claros. Ernesto Valverde lo había conseguido, había implantado definitivamente el 4-4-2 en el equipo, encontrando las soluciones a los problemas del equipo a través de la solidificación defensiva, el orden en el centro del campo, y sobre todo, arropó a Leo Messi y lo liberó de tareas defensivas al incluirlo en la punta de ataque. El Barça salió al Bernabéu con su XI tipo, el citado anteriormente pero con la novedad de Vermaelen, una de las irrupciones de la temporada, por el lesionado Umtiti.

Leo Messi ante el Real Madrid. Foto: Daniel Nieto, VAVEL.com
Leo Messi ante el Real Madrid. Foto: Daniel Nieto, VAVEL.com

En el partido, la primera parte no premió a ninguno de los dos equipos con goles, pero Valverde dio en la tecla en la segunda parte, venciendo en la batalla táctica a Zinedine Zidane. Messi desempeñó un papel fundamental en el primer gol de Suárez, en el que la defensa del Madrid lejos de taponar la internada de Rakitic, le hizo un pasillo al croata al estar pendientes exclusivamente del argentino. Hasta aquí duró el clásico, tras el primer gol, el Barça se solidificó mostrando todos sus puntos fuertes en un solo partido. Un Ter Stegen clave, una pareja de centrales vital en la salida de balón y segura en defensa, un doble pivote con Busquets y Rakitic imprescindible y por último un Messi que hizo de las suyas durante el último tramo del partido, santificándose en un Bernabéu que presenció una exhibición azulgrana. El partido terminó con el definitivo 3-0, dejando al Madrid a 14 puntos del líder y con la moral tocada y hundida en el campeonato doméstico.

Nunca un campeón de invierno fue tan campeón

El Barça de Valverde cerró una primera vuelta impecable. Líderes con 51 puntos, sin ninguna derrota y tres empates, a nueve del segundo clasificado, a 16 del Real Madrid, y con la sensación de haber superado una primera vuelta que parecía un infierno en agosto. Hay que recordar que el Barça en la primera vuelta visitó Metropolitano, San Mamés, Mestalla, Cerámica, Bernabéu y Anoeta, saldándose con tres victorias y dos empates. Los azulgranas salieron invictos de todos los campos de sus rivales más directos y con la quinta marcha puesta hacia el título.

Todo lo que en verano parecía imposible el Barça lo logró en el mes de enero y no solo en los terrenos de juego. En los despachos, el Barça incorporó a uno de los fichajes que se escaparon en agosto, Philippe Coutinho. Los azulgranas pagaron 160 millones de euros para incorporar al brasileño en enero, otro de los daños colaterales del ‘efecto Neymar’.

A Valverde se le abrió un amplio abanico de posibilidades con la llegada del centrocampista brasileño. Coutinho, más acostumbrado a vivir en la banda izquierda, también desempeña posiciones centradas o incluso de enganche, para Valverde, Coutinho era agua de mayo. En un prototipo de XI titular, Coutinho ocuparía la banda derecha en el 4-4-2, la banda izquierda en un 4-3-3 y en un futuro podría ocupar la posición de Iniesta en la medular. Todas estas opciones las barajó Valverde tras la llegada del polivalente jugador brasileño. La otra incorporación fue la de Yerry Mina, el central colombiano llegó con la intención de suplir la marcha de Mascherano como tercer central, pero el gran estado de forma de Vermaelen y la poca confianza de Valverde en él lo dejaron más tiempo en la grada que en el césped.

Coutinho en su debut liguero: Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Coutinho en su debut liguero: Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

No solo hubo incorporaciones en el mercado invernal culé, sino que se dio salidas a jugadores que Valverde había sentenciado con pocos minutos durante la temporada. Deulofeu, pese a su gran inicio de año, no terminó de encajar en el 4-4-2, obligándolo al ostracismo y posterior cesión al Watford. Por su parte, Rafinha Alcántara busco otra cesión para conseguir minutos para coger el ritmo tras su larga lesión, donde el Inter de Milán fue su destino. Así poco a poco, Valverde fue perfeccionado la plantilla a su gusto y semejanza.

Tras superar al Celta de Vigo en octavos de final de la Copa, en una eliminatoria donde Valverde hizo debutar a varios jugadores del filial y que terminó sentenciándose en el Camp Nou, llegó el Espanyol en cuartos. El 17 de enero de 2018, el Espanyol de Quique Sánchez Flores derrotó al, hasta entonces, invicto Barça. Los de Ernesto Valverde no perdían desde el 16 de agosto frente al Real Madrid, encadenando 30 partidos oficiales sin conocer  la derrota. En la vuelta, el Barça sacó todo su arsenal a relucir y venció por 2-0 al Espanyol, pasando a semifinales donde se enfrentarían al Valencia.

Andrés Iniesta en la derrota ante el Espanyol. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Andrés Iniesta en la derrota ante el Espanyol. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Las semifinales coperas no tuvieron color. El Barça venció 1-0 en el Camp Nou, para terminar rematando la faena en Mestalla con un contundente 0-2, donde Coutinho se estrenó como goleador azulgrana. El Barça selló así su pase para una nueva final de Copa, frente al Sevilla FC.

La Champions, la prueba de fuego

La fase de grupos de la Champions pasó sin pena ni gloria para los azulgranas. Los resultados de la Juve dieron la oportunidad al Barça de jugar a medio gas gran cantidad de los partidos de la fase de grupos. Un primer puesto en el grupo que se vio premiado con un enfrentamiento frente al Chelsea de Conte en octavos de final, uno de los rivales más complicados del sorteo fue a parar a ‘Can Barça’.

El Barça mostró en la eliminatoria frente al Chelsea, todos sus puntos fuertes y débiles. En la ida, los de Ernesto Valverde se vieron condenados por el sistema que llevaban usando durante toda la temporada. En esta ocasión, el 4-4-2 redujo las posibilidades de los azulgranas de crear las ocasiones de peligro y se encomendaron a que las ocasiones llegasen de los errores ‘blues’. Y así fue, el planteamiento tuvo sus frutos y el Barça sacó un empate de Stamford Bridge tras un error forzado por la presión culé. El gol de Messi dejó la eliminatoria en 1-1 y con todo por decidirse en el Camp Nou pero las sensaciones mostradas en Stamford Bridge dejaron mucho que pensar para Ernesto Valverde.

Ivan Rakitic ante el Chelsea. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Ivan Rakitic ante el Chelsea. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Para el partido de vuelta, Valverde alineó a Dembélé que se encontraba de vuelta pero sin traicionar el esquema de toda la temporada. Esta vez, Dembélé ocuparía la banda derecha, donde debía de estar muy atento a las labores defensivas, ya que el ser un bloque era la principal baza del planteamiento del extremeño. El Barça solventó el partido por la vía rápida, endosando al Chelsea un 3-0 para enmarcar, donde Messi por partida doble y Dembélé, clasificaron al Barça para cuartos.

La Liga, el opio del equipo

En el campeonato doméstico, el equipo seguía su imparable racha hacia el título. Los de Valverde seguían cosechando victorias pese a no desplegar el juego más vistoso de los últimos años. El equipo se había convertido en una máquina de hacer puntos, dejando atrás a sus perseguidores en la lucha por el título. 20 victorias y 6 empates, sumaba el equipo cuando llegó el partido más importante del campeonato liguero, frente el Atlético de Madrid.

El Atlético de Madrid era el único que podía seguir la estela del líder, a 6 puntos de distancia, mientras que el Real Madrid se situaba a 15 puntos del Barça, una distancia insalvable. Entonces, llegó el partido más determinante del curso, el Atlético de Madrid visitaba el Camp Nou con la intención de avivar la llama de La Liga.

El equipo salió con su ya más que implantado 4-4-2 y con el XI, que ahora sí, era el titular para Valverde. Ter Stegen; Sergi Roberto, Piqué, Umtiti, Jordi Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta, Coutinho; Leo Messi, Luis Suárez. Con Iniesta caído en banda izquierda, Busquets y Rakitic en la medular y Coutinho al costado derecho. Un centro del campo de garantías que proporcionaba equilibrio, consistencia y juego ofensivo. Coutinho era el más perjudicado en la situación en el campo, ya que desde la derecha no se terminaba de potenciar las cualidades del brasileño.

Leo Messi antes de tirar el libre directo del gol ante el Atlético. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Leo Messi antes de tirar el libre directo del gol ante el Atlético. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Ernesto Valverde le plantó a Simeone las cartas sobre la mesa en un partido reacio, donde ganó el Barça gracias a una obra de arte de Messi de falta directa. El partido del Barça fue sólido, el Atleti apenas contó con ocasiones para ponerse por delante y los azulgranas generaban mucho peligro por las bandas tanto de Sergi Roberto como de Jordi Alba. Sin embargo, el Barça dejó pistas de lo que a la larga sería su propia tumba. El equipo no terminaba de encontrar todas las ocasiones que querían, su juego era espeso y la dependencia de Messi a la hora de crear juego, mostró una Messidependencia en el equipo que trajo sus consecuencias. En aquel día el Barça siguió intratable y aventajó en nueve puntos al segundo clasificado, casi dando por cerrado la Liga en la jornada 27, pero mostró carencias en el juego asociativo y sufrió para llevarse la victoria.

La dupla Busquets-Rakitic

Los héroes silenciosos de la temporada. Sergio Busquets e Ivan Rakitic sostuvieron al equipo durante todo el curso, mostrando  la otra cara del juego, la del trabajo sucio. En el 4-4-2, el principal beneficiado del sistema fue Sergio Busquets. En el curso anterior, bajo las órdenes de Luis Enrique, Busquets sufrió mucho durante los partidos que planteaba el técnico asturiano. A veces, con la 4-3-3, otras con la 343, pero siempre con Sergio como único mediocentro en el esquema. Los partidos de ida y vuelta penalizaban mucho la labor de un Busquets que en muchas ocasiones se veía desbordado por el trabajo que le obligaba a hacer dicha formación.

Busquets ante el Celta. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Busquets ante el Celta. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Este año, Valverde ha apostado por arropar a Sergio Busquets, dosificarlo de trabajo y acompañarlo de un jugador de trabajo, que canalizase el juego y a la vez desplegase su físico en tareas defensivas. Busquets jamás encontrará un mejor compañero de baile que Ivan Rakitic. El croata explotó junto a Sergio Busquets como un gran mediocentro. Su trabajo, el sucio, clave y fundamental para la consecución de los títulos, inteligente con la pelota y siempre a la disposición del compañero en tareas defensivas. Esta dupla, sin duda, fue la gran beneficiada del esquema de Valverde pero la respuesta de ambos jugadores ante las tareas del técnico fueron aún mejores.

La caída del imperio

La Champions, una vez más la prueba definitiva de la temporada. La Roma sería el rival del equipo culé en cuartos,  a priori, el rival más flojo del bombo. El partido de ida fue un paseo, literalmente para los de Valverde. Sin Coutinho, porque no podía disputar la Champions, Sergi Roberto ocupo el puesto de interior derecho, dejando el lateral para Nelson Semedo.

El Barça doblegó por 4-1 a una Roma que nada pudo hacer ante el martillo azulgrana. Los azulgranas no llegaron a estar finos en ningún momento del partido, pero la fiabilidad le había dado al equipo ese plus de cuando el juego no llegaba. El equipo ganaba por inercia, todo le salía de cara a puerta y en defensa, el conjunto romano llegó a contar con las más claras, pero un gran Ter Stegen apagó las opciones romanas en el Camp Nou.

Todo parecía apuntar al Barça como semifinalista, pero la Roma no había dicho su última palabra. En la vuelta, Valverde volvió a apostar por el mismo equipo que en la ida, pero el equipo no era el mismo, nada era igual que en la ida y la Roma eso lo sabía. El Barça no terminó nunca de controlar el partido y se mostró como un equipo pequeño en el Olímpico. El conjunto azulgrana protagonizó una de las mayores debacles que se recuerdan en Champions, cayendo por 3-0 y siendo eliminados de la Champions League.

Leo Messi y Andrés Iniesta ante la Roma. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Leo Messi y Andrés Iniesta ante la Roma. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

El Barça aquel día mostró todos sus puntos débiles. La alta presión romana obligó al Barça a cambiar el juego, despejando durante todo el partido y sin opciones de poder sacar el balón jugado en una transición rápida. El equipo estaba irreconocible, Umtiti protagonizó su peor partido como culé, Rakitic y Busquets sufrían ante el poblado centro del campo italiano y Messi apenas entró en juego. La cara de Iniesta en el banquillo tras ser sustituido, ante el que fue su último partido europeo, es de una de esas imágenes que se quedan grabadas para la historia. La segunda derrota en 48 partidos de temporada y el Barça estaba fuera de la Champions, un auténtico revés para un equipo que hasta entonces se sentía invencible.

Una final para quitar espinas

El Barça y una nueva final copera, la cuarta consecutiva, enfrente el Sevilla FC de Montella y como testigo el Wanda Metropolitano. La copa apareció en el horizonte culé como la única manera de desquitarse de lo ocurrido en la Champions. El Barça arrolló al Sevilla en aquella final, los azulgranas controlaron todas las facetas del juego, ante un Sevilla que no se presentó en Madrid. Un 5-0 que pasaría a la historia como la última final que disputó Andrés Iniesta como culé. Por aquellos momentos era un secreto a voces que Andrés Iniesta dejaría el Barça a final de temporada, pero espero hasta día después de la final para comunicarlo oficialmente. Cosas del destino, Andrés Iniesta fue el absoluto protagonista del partido, su gol encumbró una noche para el recuerdo culé en un partido redondo de  todo el equipo. Presión alta, grandes transiciones defensa-ataque, firmes en defensa, juego vertical... El Barça aquel día supo a lo que jugar y, si a eso se le suma la figura de un inspiradísimo Leo Messi, queda una final de 5-0, toda una delicia para el espectador.

El FC Barcelona celebrando la Copa. Foto: Daniel Nieto, VAVEL.com
El FC Barcelona celebrando la Copa. Foto: Daniel Nieto, VAVEL.com

La imbatibilidad, lo único que quedaba

El Barça se plantó al final del curso liguero imbatido. A falta de cuatro jornadas, el equipo tan solo necesitaba una victoria para cantar el ‘alirón’ y seguían sumando partidos al récord histórico de partidos sin perder en la Liga (39), superado ante el Valencia. El Barça se proclamó campeón ante el Deportivo de una Liga que se llevaba gestando desde diciembre y que se certificó en la victoria ante el Atlético de Madrid en el Camp Nou.

Los de Valverde solo tenían una cosa en mente, ganar La Liga sin perder ningún partido y el clásico de la jornada 35 amenazaba con quitarles dicho honor a los azulgranas. El Madrid llegó al Camp Nou envuelto en la polémica del no pasillo al eterno rival, que había cosechado la Liga en la anterior jornada. En el partido, un empate a dos repartió justicia entre ambos, en uno de los clásicos con menos trascendencia de los últimos años. El Barça, con uno menos durante toda la segunda parte, plantó cara al Madrid y ambos pudieron llevarse un partido lleno de frenesí, goles y polémica.

Messi y Suárez celebrando un gol ante el Real Madrid. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Messi y Suárez celebrando un gol ante el Real Madrid. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Al Barça, por lo tanto, le quedaban tan solo dos partidos para terminar invictos una liga entera, un hecho histórico y que en la Liga Española no había ocurrido nunca desde que hay 38 jornadas. El Barça viajaba al Ciutat de Valencia, sin Messi, con muchas novedades en el XI y con la intención de que la segunda línea tomase protagonismo.

El partido para el Barça fue una auténtica pesadilla. El Levante de Paco López, humilló a los de Ernesto Valverde durante gran parte del partido, asestándole un 5-1 en la primera hora de partido. El planteamiento de Valverde no funcionaba, el equipo estaba completamente roto y tan solo una gran actuación de Coutinho mantuvo el partido con vida hasta el final. El récord y las ilusiones de una temporada invictos, se diluyeron en el Ciutat de Valencia, el 5-4 final dejó al Barça a tan solo una jornada de lograr una hazaña histórica. 43 partidos después, el Barça perdió un partido de La Liga Santander, más de un año sin conocer la derrota en Liga, una gesta casi irrepetible pero que tras la derrota ante el Levante dejó al grupo con la miel en los labios.

Gracias, Iniesta

La última jornada de liga tenía como principal protagonista a la figura de Andrés Iniesta. La leyenda llegó a su fin. 22 años, 16 temporadas en el primer equipo, 673 partidos y 32 títulos después, Andrés Iniesta disputó el 20 de mayo de 2018 su último partido con la camiseta del club de su vida, el FC Barcelona. Aquel chico que llegó a la Masía hace algo más de 22 años se despidió como el mejor jugador español de todos los tiempos, dejando huérfano a todo el barcelonismo y gran parte del mundo del fútbol. El Camp Nou ovacionó por última vez a un ídolo, un ejemplo, el proyecto ideal de un futbolista de la Masía. Andrés Iniesta, el fútbol te echará de menos. El Barça en el partido, venció a la Real Sociedad por 1-0, dando por concluida una Liga para enmarcar, pero que se recordará como La Liga en la que el Barça fue (in)vencible.

Andrés Iniesta mateado el día de su despedida. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com
Andrés Iniesta mateado el día de su despedida. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Messi ‘invictus’

El protagonista de la temporada, una vez más, fue Leo Messi. Jugó como un '10', asistió como un '6', marcó como un '9' y jugó como Leo Messi. La temporada del argentino fue espectacular 54 partidos jugados, 45 goles y 19 asistencias en todas las competiciones cerraron un gran año, que se vio premiado con la bota de oro a nivel Europeo. Sus 34 goles en liga superaron los 32 de Mo Salah, la otra gran figura de la temporada en Europa. Leo Messi, disputó 36 partidos ligueros, en los que no conoció la derrota destapándose como el verdadero invicto de La Liga.

Leo Messi recibiendo la bota de oro. Foto de archivo: Noelia Déniz, VAVEL.com
Leo Messi recibiendo la bota de oro. Foto: Noelia Déniz, VAVEL.com

Ernesto Valverde cerró por lo tanto una gran temporada al frente del banquillo azulgrana. Su primer año demostró que su proyecto tiene las bases para triunfar y el fútbol devolvió al Barça a lo más alto del fútbol nacional. En agosto, el Barça había tocado fondo. Humillado por el Real Madrid, despojado de una de sus grandes estrellas y con la afición en  guerra con la directiva por la polémica política de fichajes. Sin embargo, el fútbol es así de imprevisible, nueve meses después el Barça se proclamó campeón de Liga y de Copa, con un balance de tan solo tres derrotas en 56 partidos durante toda la temporada, una en Liga, una en Copa y otra en Champions. Pese a ser unos números escandalosos, dos de esas derrotas fueron muy dolorosas para el vestuario, una despojó al equipo de un récord histórico y la otra los eliminó de la Champions de la forma más cruel posible. Así se dio por finalizado el primer año de Valverde al frente de la nave azulgrana. Un año lleno de idas y venidas, partidos frenéticos, control, descontrol, récords, despedidas y sobre todo mucho fútbol, ahora solo queda esperar y ver si el equipo es capaz de superarse a él mismo la próxima temporada.