Uno de los aspectos más bonitos que tiene el fútbol es la facilidad para emocionar a sus aficionados. Ya sea a través de resultados o de sensaciones, la felicidad se transmite a sus seguidores es palpable. No solo se ve reflejada en el campo si no que, en muchos casos, afecta al día a día de cada uno de ellos.

El enésimo cambio de rumbo

El caso del Celta de Vigo no iba a ser una excepción. Después de unos años dorados de nivel futbolístico, incluida una travesía por Europa que casi culmina con las mieles del éxito, llegó una transición por el desierto que algún experto denominaría una odisea. Y es que la situación a lo largo de las temporadas no mejoró en absoluto, rozando en los últimos dos cursos la deshidratación final de un conjunto construido para otros menesteres.

En su última experiencia y, en cierta medida, cegados por el oasis que representaban los Rafinha, Denis y compañía, liderados por Óscar García “atravesaron el mar” y se salvaron porque el Leganés se ahogó en la orilla. Quizás estos avisos debieron ser analizados más en profundidad por quien toma las decisiones, pero se apostó por una continuidad hacia la tierra prometida, sin tener en cuenta que probablemente el técnico catalán estaba un poco desorientado.

Lo que sus fieles tenían claro es que no querían otra caminata por el desierto de la segunda división, con lo que, unido al desencanto y apatía de un entrenador cada vez menos líder se decidiese finalizar la etapa desde las altas esferas.

Un nuevo profeta en la ciudad

En ese momento de sequía, cuando las fuerzas no alcanzan, apareció un árbol que daba esa sombra tan necesaria, una sombra ya antes conocida, la de Eduardo Berizzo. Fue entonces, a sabiendas de que la contratación del ex celeste era complicada, cuando se decidió apostar por un estilo similar, con ese carácter argentino que provoca un amor por el futbol y que llevaba un tiempo predicando fuera de sus orígenes. Eduardo "Chacho" Coudet.

Una persona intensa, con una idea clara de intensidad y buen juego a través de su famoso 4-1-3-2 que supone una revolución táctica en La Liga y que, increíblemente era otra apuesta arriesgada. Quizás porque las alternativas eran tan comunes que no engancharían a nadie, o quizás porque la travesía había desgastado tanto el puesto de entrenador que solo un loco cogería el lugar para liderar.

La idea de su juego se basan en tres mandamientos principales. El primero es que necesita tener el control del partido y, para eso, nada mejor que tener la pelota, que ser quien propone. El segundo establece que, si se pierde el balón, se debe realizar una presión alta para volver a tenerlo cuanto antes. Parece sencillo. Y el tercero, pero no menos importante, es que cuantos más jugadores  se pongan en el área rival, más sencillo es que alguien meta la pelota dentro de la portería.

Del Totismo al Chachismo

Como dijo otro Eduardo, “algún día golpearemos tan fuerte la puerta que la tiraremos abajo”. Esa parece ser la guía práctica que trae el argentino para su Celta. Porque para tirar esa puerta abajo hay que tener el balón y saber golpear para provocar movimientos. Y vaya si lo está haciendo. Tras la goleada antes el Cádiz el conjunto celeste ha marcado 11 goles en 4 partidos, cuando con Óscar apenas se habían marcado seis y capitalizados por un Iago Aspas en modo mesías. Desde entonces otros jugadores como Nolito, Brais, Beltrán, Denis o Tapia se han unido al grupo de apóstoles que predican la palabra del Chacho.

El chachismo no sabe de rendirse ni de acomodarse, sino de buscar siempre dejarlo todo en el campo. El propio Coudet lo reconocía en la sala de prensa después del partido, “conozco bien a la hinchada. Si te dejas todo en el campo, si te ofreces y sos solidario, ellos estarán orgullosos de lo que vean”.

Ese es el gran cambio visto en apenas cuatro partidos. Pasar de ver los partidos con el miedo a perder cada fin de semana, a ver con ilusión como va a jugar el Celta y como se va a enfrentar con el rival que sea. “Cornudo puede ser, pecho frío no”, le respondió Eduardo a un hincha que le criticaba en un partido. Porque el Chachismo no entiende de nombres ni equipos rivales. Con su estilo pretende tener la pelota, ser agresivo, solidario y, por encima de todo, jugar bien el fútbol. Y nadie tiene dudas de que en esto último el Celta tiene material de sobra.

Con todos estos factores y viendo como se están desarrollando los encuentros los brotes verdes cada vez asoman con más fuerza. Sin duda habrá que ver qué ocurre cuando se pase el efecto del nuevo entrenador, pero los pasos que está siguiendo Coudet son los correctos para que la gente le siga.  Porque este Celta es el que representa a sus aficionados y él es el nuevo profeta de la ciudad.