La vida puede ser maravillosa. Y el fútbol, las hazañas, pueden ayudar a que ese adjetivo pueda colocarse al lado de la vida. La felicidad del gol, el sabor dulce del éxtasis. Ese momento en el que todo un estadio bota al unísono tras la epopeya lograda. ¿El protagonista? Juan Valera.

Fue en el primero de los años del entrenador de Carabanchel. Un Barça que lo ganó todo llegaba al Coliseum con la obligación de llevarse los tres puntos para no alejarse más de un Real Madrid que campaba a sus anchas en la primera posición. Enfrente, un equipo sin nada que perder. Y ganó mucho. La magia del Coliseum volvía a hacer acto de presencia. Sus mejores galas, como en los años de bonanza deportiva.

Un Moyá estratosférico. Una defensa soberbia. Y Sarabia. ¡Ay, Pablo Sarabia! Ese saque de esquina en la segunda parte. Perfecto, medido. Una caricia a un balón que surcó los cielos de Getafe hasta llegar a la cabeza de Juan Valera. El nombre propio de la jornada, el protagonista inesperado de una obra con el culmen del gol. La grada se venía abajo mientras sus compañeros corrían a abrazar al murciano. Primero llegó Casquero y más tarde se fundieron todos en una piña en la que titulares, suplentes, se conjuraron dentro de la felicidad.

Foto: MARCA

No pasarán

A raíz del gol el Barça tiró de ofensiva. Tiró de Messi. Se estrellaron una y otra vez. Valera, crecido, no dejó pasar en ningún momento a su par. Y si alguien rompía la muralla azul, se encontraban con Miguel Ángel Moyá. Valera fue el goleador, el héroe de la noche, pero el cancerbero balear, tras un recital de paradas y de buen hacer bajo los palos, se consagró como uno de los mejores guardametas del panorama nacional.

Pero como bien se ha dicho. La vida puede ser maravillosa y querer, es poder. Y ese dia se quiso, se pudo, se logró. Fue la última victoria del Getafe al Barça. El Coliseum quiere volver a vibrar. Sábado, 16:00 horas. Sarabia. Juan Valera.