Pausa. Calma. Tranquilidad. Serenidad. Omnipresente, incisivo, explosivo, veloz. Así es Samir Nasri, quien volvió a demostrar su calidad e intención de gobernar en este caótico Sevilla.

Anoche jugaron el Sánchez Pizjuán dos “Sevillas” muy distintos. En la primera mitad, apagado, estático y falto de ritmo. En la segunda, ofensivo, dinámico, profundo y peligroso. Si no fuera por la falta de acierto cerca de la portería, el resultado final podría haber sido abultado. El protagonista en ambos fue Nasri, quien demostró tener mucho peso, incluso demasiado, en el juego del equipo.

Jugones off, Nasri on

Sampaoli alineó a los hombres con más toque y calidad del Sevilla. Vitolo, Nasri, Franco Vázquez o Sarabia, que entró en en la segunda mitad, son los jugadores llamados a tirar del carro con el balón en los pies. Respondió Nasri a las mil maravillas, contrastando al (de nuevo) desaparecido Vázquez o a un Vitolo intermitente. Asumió galones, bajó a recibir, repartió, combinó, chutó en un equipo en el que hay pánico de cara a puerta, condujo, regateó, aguantó… Un auténtico recital de fútbol que enamoró a Nervión, rendido ante su nuevo timón. Y la mejor noticia no es simplemente el renacimiento de su calidad ya conocida, sino también su actitud e implicación. Defendió, presionó y persiguió rivales, vaciándose por dentro y acumulando muchos kilómetros en sus hábiles piernas. Su fe propició el penalti, puesto que no dio por perdido el rechace en el área y fue desequilibrado mientras iba a por él.

Necesita continuidad y compañía

Para que el francés siga rindiendo a este nivel, debe darle continuidad Sampaoli. Si sigue jugando como ayer, hará olvidar rápidamente al a priori insustituible Banega. Aunque solo no podrá tirar siempre del equipo, por lo que necesita que sus compañeros de ataque den un paso al frente y se impliquen más para lograr los objetivos de este Sevilla. 

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