Monchi, los humildes destellos de un genio

Monchi ha ponderado en Sevilla la bondad del conocimiento, del trabajo y la pasión por una profesión, siempre vinculada al amor por unos colores. Con la vieja fórmula del éxito, sin necesidad de ser un lobo de Wall Street triunfó en la productividad, elevando hasta cotas insospechadas las finanzas de los sentimientos

Monchi, los humildes destellos de un genio
Foto: Juan Ignacio Lechuga / VAVEL
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Por Mariano Jesús Camacho

Que nadie se engañe, independientemente del mayor o menor talento de las personas, solo es posible la simplicidad, la naturalidad de la tarea bien ejecutada a base de mucho trabajo. Indudablemente mucho antes de que un 20 de septiembre de 1968 naciera Ramón Rodríguez Verdejo en la Isla de León, en San Fernando (Cádiz), el Sevilla era ya uno de los grandes clubes del fútbol español con una dilatada y brillante trayectoria histórica de 129 años delineada con letras de oro en el barrio de Nervión. Por tanto debe ir por delante que Monchi es un producto con denominación de origen sevillista, andaluz y muy del sur. Precisamente esa es la razón por la que el isleño prácticamente no puede articular dos frases seguidas sin emocionarse, esa es en esencia la realidad que lleva al otrora portero, delegado y durante muchos años cabeza visible de la dirección deportiva del club, a afirmar con absoluta convicción física, emocional y espiritual, que le late el escudo en lugar del corazón cuando hace referencia o repasa sus casi tres décadas de vinculación al club de su vida.

Un hueco en la gran historia del Sevilla

Sería de necios pensar que la historia del Sevilla se reduce a Monchi, pues en la simiente del club se encuentran el Pato Araujo, Juan Arza, los Campanal, Biri Biri, más una infinidad de jugadores, técnicos,  dirigentes y aficionados que rompieron el molde del corazón de media ciudad. A través de ellos es reconocible el espíritu, la firma y el sentimiento de un club que no tendría razón de ser sin esa memoria de bronce que se conserva en las crónicas blancas, en las fotos en sepia que devuelve el paso del tiempo, siempre fugaz y efímero, pero absolutamente legendario y aleccionador. Es más, bastaría solo una pasada de la brigada ‘Stuka’, de aquella delantera histórica que los legajos del balón recuerdan como de las que los aficionados recitaban de carrerilla, para arrasar la citada teoría. El Sevilla es grande, lo era mucho antes de la llegada de aquel chaval de La Isla en 1988. Sin duda un buen portero que llegó a demostrar nivel de Primera División, pero no incluido entre los mejores jugadores de la historia del club. En cambio aquel que vivió varias temporadas como segundo portero, a pie de banquillo, en el patio de butaca del fútbol absorbiendo como una esponja la experiencia, personalidad y el conocimiento de técnicos como Aragonés, Espárrago, Cantatore, Camacho o Bilardo, tuvo la suficiente inteligencia y capacidad como para luego desarrollarlos y hacerse un hueco en la historia del Sevilla. En su caso se dio la circunstancia de que el portero sevillista, además de un apasionado del Carnaval de Cádiz, de los perfiles artísticos de su tierra, era un ‘loco’ del fútbol que recibió y encontró la educación deportiva, tanto en el Sánchez Pizjuán, como en la siempre fructífera carretera de Utrera.

Es indudable que Monchi es un ejemplo para la industria del fútbol, la cabeza visible de un amplio equipo de trabajo cuya semilla jamás habría germinado sin la valiosísima savia de técnicos, ojeadores y jugadores de la prolífica cantera sevillista. Sin esa primera piedra quizás identificada en la figura de Pablo Blanco, pero concentrada en todos aquellos grandes secretos que lo consagraron como uno de los más eficientes y valorados directores deportivos del fútbol español y mundial de las últimas décadas. La coordinación, sintonía y organización, han formado parte de la base de su éxito, que siempre fue la de su entrenador y por extensión la de su club. Marcó las pautas adecuadas para que en su equipo de trabajo todo el mundo tuviera muy claro el papel que debía desempeñar, fundamentalmente basado en la búsqueda del futbolista más adecuado o con mayor proyección como para ajustarse lo máximo posible a las necesidades, al perfil trazado por el entrenador de turno. Monchi siempre tuvo clara una cuestión, jamás creyó ser entrenador, sino el responsable de un grupo humano que trabajó 25 horas al día en el peinado del mercado con el objetivo de satisfacer las necesidades de una plantilla que generó plusvalías muy superiores a las esperadas. Cierto es que la gran mayoría de los profesionales dedicados a la dirección deportiva buscan el mismo objetivo, pero no todos estuvieron rodeados por un grupo de tan cualificados profesionales o simplemente no tuvieron ni la mano izquierda, ni el ojo clínico del gaditano

Un antes y un después de Monchi

Los éxitos de sus entrenadores siempre fueron los suyos, también sus fracasos (los menos), la clasificación de perfiles y el conocimiento del mercado constituyeron el sello más identificable de la profesionalidad de su equipo. La elaboración del perfil técnico-táctico, el estudio financiero, y por supuesto el trazado de la condición humana del jugador a contratar. Ya fueran para el vivero de la carretera de Utrera o para el primer equipo, valorando el talento del jugador, siempre se tuvo en cuenta la contratación de futbolistas en proceso de crecimiento y hambre por subir peldaños en su carrera profesional. Más de una centena de jugadores llegaron al Sevilla bajo su dirección deportiva, recordando muy especialmente la llegada de Poulsen en 2006 o la de Dani Alves. La del primero porque supuso un pulso ganado al Milan en el mercado internacional y la del segundo por la contratación y formación de una estrella que generó una plusvalía determinante para el club.

Quizás para mucha gente sea el hombre milagro, para su legión de admiradores el descubridor de una veta de diamantes en minas abandonadas o escondidas. En esencia Monchi ha sido el paradigma de un concienzudo trabajo bien hecho, un tipo muy profesional, absolutamente positivo y dialogante. La plusvalía del Sevilla ha llevado su sello, la firma de su nombre en las últimas décadas, tanto a niveles económicos como emocionales, no en vano en la historia del club de Nervión existe un antes y un después de Monchi que se traduce en títulos y muchas alegrías:

Foto: Sevilla FC
Foto: Sevilla FC

Monchi ha ponderado en Sevilla la bondad del conocimiento, del trabajo y la pasión por una profesión, siempre vinculada al amor por unos colores. Con la vieja fórmula del éxito, sin necesidad de ser un lobo de Wall Street triunfó en la productividad, elevando hasta cotas insospechadas las finanzas de los sentimientos. Posiblemente una de las grandes diferencias entre Monchi y el resto, es que nadie en su club fue más sevillista que él, pero como buen ‘lobo de mar’ su amor por el Sevilla no le hizo perder el norte en ningún momento, convirtiendo la humildad, la simplicidad y el trabajo diario, en su Rosa de los Vientos.  El isleño ya se echa en falta en Nervión, es un eterno recuerdo que hace asomar una sonrisa a los labios de los sevillistas, que gracias a él fueron mucho más felices. El León de San Fernando seguirá rugiendo allende las fronteras de un sueño llamado Sevilla, pero el socio 8554 que no abandona a su equipo, sino que deja una estructura muy sólida y un gran equipo de trabajo, jamás debe ser olvidado; sino tomado como modelo de humildad y eficiencia. No en vano todo aquel que haya tenido la oportunidad de pasear por Nervión, de disfrutar con el remozado aspecto exterior del Sánchez Pizjuán, de contemplar el inmenso mosaico de teselas rojas brillantes en las que se superpone el escudo del Sevilla, identificará al instante entre sus destellos la centelleante humildad de un genio llamado Ramón Rodríguez Verdejo.

Foto: Reuters
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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.