Ueli Steck, la gran señora reclama a otro de sus hijos

Cuando todos comenzaban a pensar que Ueli Steck no era humano, sino el hijo de los vientos, la gran señora vuelve a dejar congelado al mundo reclamando su peaje y llevándose a uno de sus ‘hijos predilectos’ a la edad de 40 años

Ueli Steck, la gran señora reclama a otro de sus hijos
Foto: http://navarra.orain.eus
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Por Mariano Jesús Camacho

La montaña es un medio tan bello como infernal, un deporte extremo complejamente explicable para todos aquellos que no han sentido su llamada ni han experimentado las sensaciones que se viven en ella. El riesgo es especialmente inherente a esta actividad humana, de hecho uno de los primeros conceptos que aprenden los montañeros es aceptar la muerte como compañera. Existen pocos seres humanos que posean tal grado de entendimiento sobre la parca. Sencillamente y aunque su deseo no es morir, sino superar retos personales, su grado de entendimiento sobre  la muerte es mucho más elevado, puesto que es considerado como parte integrante del proceso natural de la vida. Morir en ella y por ella son opciones que pululan en cada gesta y, esta forma de afrontar la existencia es tremendamente compleja de encajar sentado cómodamente en el sofá de casa. A estos hombres el medio natural les apasiona, no es descifrable por el número de cimas culminadas, sino por el enfrentamiento que el ser entabla consigo mismo, la búsqueda de sus límites y las respuestas a las difíciles preguntas que surgen de su interior.

Foto: El Everest | agencias.
Foto: El Everest | agencias.

Expresado todo ello la noticia del fallecimiento de Ueli Steck podría resultar una más de las que se producen a diario en todos los rincones y confines del mundo, pero resulta que por las particularidades especiales del deportista en cuestión, muchos creían que Ueli era un ser indestructible, infalible. Y su accidente cuando se enfrentaba a una pendiente helada en Nuptse, su resbalón en uno de sus vertiginosos descensos sin protección que ha acabado con su vida ha golpeado duramente a la familia alpinista. De todo ello se traduce que los montañeros tienen un motivo para llorar, pero muchos más para creer, porque este suizo que parecía inmortal se ha dejado la vida por todos ellos y por todos aquellos que creen que sigue mereciendo la pena luchar por esos imposibles y aquellos intangibles que solo se pueden descubrir allá arriba.

La máquina suiza

Foto: https://gearpatrol.com
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Si hubiera que buscar una nueva definición en el mundo del montañismo para lo que constituye volar a pulmón abierto sobre una pared vertical, sobre un ogro de piedra de aristas imposibles, helado y disfrazado con un imprevisible e inestable manto de nieve, no existiría otra posible que la del nombre de Ueli Steck. La máquina suiza, El expreso de Langnau im Emment, era conocido con el citado sobrenombre porque sus hazañas le convirtieron en una de las más grandes leyendas en activo del complejo pero apasionante mundo de los escaladores.

Hasta 2007 había sido un montañero más, uno de aquellos miles de apasionados que encuentran en el riesgo, la superación y los afilados silencios mágicos del complicado medio en el que ubican sus metas, la razón de su existencia. Pero aquella fecha quedó marcada en rojo en el calendario de la historia del montañismo porque Steck escaló en solitario la cara norte del Eiger, una de las más complejas y legendarias del planeta con 1.800 metros de desnivel y un recorrido de 2.500 metros. Pero lo verdaderamente extraordinario es que lo hizo en 3 horas y 45 minutos, en tan solo un par de largos y asegurado con una cuerda.  Solo un año después, el 13 de febrero de 2007 rebajó su registro a una marca de otro planeta, fijándola en la increíble cifra temporal de 2 horas 47 minutos y 33 segundos. El caso es que Ueli no quiso dejarla ahí, sino que el 16 de noviembre de 2015 entró para siempre en la leyenda de la montaña pulverizando la marca y estableciendo un hito inalcanzable con un tiempo de 2 horas, 22 minutos y 50 segundos.

El dios del climbing

Foto: https://www.julbo.com
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La gesta establece la medida y el calado del tremendo escalador que fue, no ha existido nadie más veloz que Steck en su disciplina deportiva, conocida como 'climbing' (alpinismo de velocidad). Culminó la vía Colton-McIntyre en las Grandes Jorasses en 2 horas y 21 minutos, la cara norte del Cervino por la vía Schmidt en apenas una hora y 56 minutos. Tanto en roca como en hielo o en mixto no es posible la catalogación de un escalador de semejantes cualidades, pues Steck escalaba las cumbres en tiempos de maratón. Evidentemente todo lo conseguido no habría sido posible sin el dominio y las excepcionales condiciones físicas, técnicas y mentales del ‘maratoniano suizo’. A sus condiciones aeróbicas, de otro planeta, sumaba su cabeza y su capacidad de análisis y estudio para la planificación de sus escaladas. A diferencia de lo que se pueda pensar contemplando su vida como montañero, todas sus gestas, no se valora la obra de un loco, sino la de un tipo que estudiaba de forma pormenorizada las condiciones del hielo, la roca, y las vías posibles para poder llevarlas a cabo.

¿Cómo subir y bajar el Annapurna en 28 horas?

Foto: https://www.forbes.com
Foto: https://www.forbes.com

El libro de la vida de Steck será sin duda apasionante, no puede ser de otra manera para un hombre que en 2009 y 2014 obtuvo el premio Piolet de oro de montañismo. Para un montañero de raza que escaló los 82 ‘cuatromiles’ de los Alpes en 62 días, para un libro en el que habrá un capítulo especial para su viaje de ida y vuelta a la cima del Annapurna en tan solo 28 horas. Aunque no existen pruebas gráficas de esta hazaña, pues perdió parte del equipo y su cámara durante el complicadísimo trayecto, nadie duda de que Ueli lo consiguió. Un concepto de escalada de alta velocidad que trasladó al complicadísimo terreno de los ‘ochomiles’ en la cara sur del Shishapangma, recorriendo en tan solo 10 horas y 30 minutos los 2.000 metros de desnivel hasta la cima.

Una de las grandes luces del montañismo

Foto: Christian Beutler / EFE
Foto: Christian Beutler / EFE

Ueli Steck es y será una de las mayores luces de la historia de este deporte; por su forma de vivir y sentir la montaña, a los montañeros españoles les ha tocado especialmente la fibra su pérdida. No existe un solo compañero que olvide el 23 de mayo de 2008, cuando en el duro Annapurna, encabezó una expedición de rescate por sus implacables aristas para salvar la vida de dos montañeros, la del rumano Horia Colibasanu, que se negaba a abandonar a Iñaki Ochoa de Olza y, la del propio Iñaki. Ueli hizo todo lo posible por sacar a ambos de aquel infierno, lo consiguió con Colibasanau y no desistió hasta el último instante con Iñaki, al que acompañó hasta su último hálito de vida. Le suministró la inyección de dexametasona para intentar paliar los efectos de los edemas pulmonares y cerebrales, estuvo junto a él en la arista Este durante 24 horas sin apenas bebida ni comida, pero tuvo que comunicar la fatal noticia dando sepultura allí mismo a su igual, su compañero. Por ello el Gobierno de Navarra le otorgó la medalla al mérito deportivo, pero Ueli que agradeció el gesto, no quiso recogerla porque consideraba que su acción fue la reacción de un compañero hacia otro que había ubicado el faro de su existencia justo al lado de la suya, en las cumbres más altas, bellas y peligrosas del planeta.

Por ello la visión del cuerpo trasladado por el equipo de rescate en helicóptero hasta Katmandú, en Nepal, aquel sarcófago naranja en el que reposan los restos de uno de los faraones de la historia del montañismo, uno de sus grandes revolucionarios, golpea nuevamente un deporte que convive continuamente con el riesgo, asumiendo el peligro y la posibilidad de un accidente fatal con una naturalidad del todo inexplicable para el neófito en la materia.

"La muerte convive con nosotros a diario"

Parco en palabras su leyenda se mide en gestas y proezas, paradójicamente cuando el pasado año descubrió junto a su compañero David Göttler los cadáveres de Alex Lowe y David Bridges, que murieron en una avalancha en el Shisha Pangma en 1999; habló sobre la muerte y la resumió perfectamente en una frase que va más allá del montañismo: “la muerte convive con nosotros a diario”.

Morir por la montaña

Foto: Getty Images/Prakash Mathema
Foto: Getty Images/Prakash Mathema

A Ueli Steck le ha atrapado en mitad de su sueño, intentando completar por vez primera la travesía Everest-Lhotse junto a la compañía de Tenji Sherpa, intentando sellar con elegancia un incidente que tuvo con los sherpas en 2013 que le entristeció especialmente, porque como todo montañero conoce la importancia de estos.

Cuando todos comenzaban a pensar que Ueli Steck no era humano, sino el hijo de los vientos, la gran señora volvió a dejar congelado al mundo reclamando su peaje y llevándose a uno de sus ‘hijos predilectos’ a la edad de 40 años. Y es que el montañismo en esencia es eso, ser hijo de la gran señora, aquella que los llama hacia metas imposibles, capaz de matarlos de frío y a la vez brindarles los más bellos paisajes jamás contemplados por un ser humano.

Una dama muy agradecida, pero que siente a sus hijos (los montañeros) como algo propio que en cualquier momento puede llegar a reclamar. La de los ideales imposibles, la del juego a cara o cruz, la que contiene en sus paredes el cofre de las voces interiores, todas las preguntas y todas las respuestas. Aquella por la que el montañero vive y por la que está dispuesto a morir, tal y como lo hizo Ueli Steck, aunque la mayoría de nosotros jamás lo comprendamos.  

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.