Nadie se hubiera atrevido a prever la dictadura a la que Mercedes ha sometido a la Fórmula 1 durante los últimos meses. Justo cuando Ferrari se mostraba más potente, confiada y encaminada al primer título en 11 años, los de Brackley le cortaron las alas al cavalino. El adelantamiento por velocidad que Sebastian Vettel le practicó a Lewis Hamilton en la recta de Kemmel, en Spa-Francorchamps, es la última señal de resistencia rossa.
Los errores y una bajada de rendimiento sospechosa han ofrecido la victoria en bandeja a Mercedes en las últimas cuatro pruebas. El otrora gran contendiente al título Sebastian Vettel apenas ha pisado dos terceras posiciones del podio en Singapur y Rusia. Demasiado poco si se quiere batir al omnipotente Lewis Hamilton. Ni siquiera subir al podio en Austin podría servir al teutón y a Ferrari para evitar la quinta corona mundial del británico si este vuelve a vencer, tan solo para rendirle pleitesía desde cerca.
El Circuito de las Américas es territorio Mercedes: todas las poles y victorias desde 2014 se han teñido de plateado Mercedes. En el caso de Lewis Hamilton, su dominio es más extenso al haberse impuesto siempre desde 2014. De hecho, él ya sabe lo que es coronarse campeón del mundo en Texas, pues lo hizo en 2015 al imponerse en el duelo con su compañero, Nico Rosberg.
La coyuntura de la temporada sitúa, además, a Valtteri Bottas en su mejor momento. El finés ha conseguido tres podios en las últimas cuatro citas, algo que solo había conseguido entre Baréin y España. Además, en Rusia fue el piloto más rápido, llegando a conseguir la pole, la segunda en 2018. Solo la tibia amenaza de Sebastian Vettel a Lewis Hamilton y las órdenes de equipo lo apartaron de su segundo triunfo en Rusia.
Las opciones de un doblete de Mercedes en Austin son más que probables en un circuito que se les adapta perfectamente y a juzgar por los últimos resultados. El quinto doblete de la temporada le entregaría el mundial en bandeja de plata, cómo no, a Lewis Hamilton. De paso, dejaría visto para sentencia el quinto mundial de constructores consecutivo para los de Brackley, algo que parece totalmente inevitable.