El número 1 del mundo, Rafael Nadal, luchará mañana por conseguir su segundo Open de Australia frente a Stanislas Wawrinka, que disputará su primera final de Grand Slam. La Rod Laver Arena estará abarrotada para presenciar al nuevo campeón de Melbourne. El partido dará comienzo a las 9:30 de la mañana en la Península Ibérica y se podrá seguir a través del canal Eurosport.
El pupilo de Toni Nadal llega a la final habiendo cedido solamente un set. Rafa ha desplegado un gran juego durante las dos semanas y no parece que las ampollas de su mano izquierda vayan a ser una gran amenaza. La presencia del doctor Ángel Ruiz-Cotorro en Melbourne ha tranquilizado a todo el entorno de Nadal, que ve con cierto optimismo el partido del domingo.
Stanislas Wawrinka llega a la final en el momento más dulce de su carrera. El gran trabajo de su entrenador, Magnus Norman, ha hecho que el suizo gane confianza y soltura en sus golpes, como se ha podido apreciar durante todo el torneo. Wawrinka ha dejado en la cuneta a rivales de alto calibre como Tommy Robredo, Novak Djokovic o Tomas Berdych en rondas anteriores.
Respecto a los precedentes entre estos dos jugadores, hay que destacar el claro dominio del mallorquín. Nadal ha ganado los 12 partidos en los que se han enfrentado y no ha cedido ni una sola manga. Aunque la estadística está claramente a favor de Rafa, él mismo quiso recalcar en la rueda de prensa posterior al partido de Federer que esos números tienen muy poca validez ya que Stanislas ahora es un jugador completamente diferente. El de Lausana está mucho más consolidado a nivel tenístico, físico y mental.
Mañana se despejarán las dudas y se verá si a Stanislas Wawrinka le pesa o no el hecho de debutar en una final de Grand Slam. Las casas de apuestas y el pueblo lo tienen claro: Rafa es el auténtico favorito. Pero Wawrinka no lo pondrá fácil. Nadal tendrá que estar sólido con su servicio, jugar profundo y dejar pocos huecos en la zona de revés de Stanislas ya que es demoledor con ese golpe. Si Rafa no saca bien y juega corto, dejando que el suizo se monte bien encima de la pelota, pueden llegar las complicaciones. Solo uno de los tocará el cielo. El otro, será olvidado. La batalla está servida.