Hace dieciséis años que, en la colonia Héroes de Aguascalientes, se derribó el viejo Estadio Municipal para dar paso a una cancha de Primera División. Hace dieciséis años que un equipo llamado Club Necaxa llegó para instalarse en ese nuevo estadio –bautizado ‘Victoria’–, con la ilusión de encontrar allí el arraigo que en la Ciudad de México se había diluido, dando pie, incluso, a bromas acerca de la poca convocatoria de los ‘Rayos’ en el Estadio Azteca.

Dieciséis años después de comenzar la historia del balompié de primer nivel en Aguascalientes, la actualidad del Club Necaxa no ha sido tan esperanzadora como se imaginaban aquellos ejecutivos que gestionaron el cambio de sede, desde los primeros escarceos con la ciudad, dos años antes de la mudanza efectiva. Con más dolor que amor, los ‘Electricistas’ cumplen dieciséis años jugando en esa ciudad del Bajío frente a un Veracruz que es todo vergüenzas, sin que nadie haya reparado, realmente, en el aniversario del arribo de los rojiblancos; en palabras más llanas, a nadie le importó.

Y es que, en los últimos tres lustros, la historia del Necaxa en Aguascalientes se puede sintetizar con la entrada que el Victoria tuvo para el juego de esta jornada: a medias, tableada, poco regular, nada espectacular y carente del peso específico con el que ciertos campos alcanzan el estatus de ‘plaza complicada’. Nada de eso existe en el ‘Coloso de la Colonia Héroes’, ningún brillo especial, ninguna conmemoración, solo un juego de temporada regular que cayó una semana después del aniversario, frente a un rival despreciado por todo el circuito del balompié nacional.

En Aguascalientes, por otra parte, no hay nada nuevo bajo el sol. Una ciudad apacible, sin complicaciones, que, a pesar de contar con equipos profesionales de béisbol, baloncesto y futbol, no es particularmente pasional en sus preferencias, menos aún si se trata de un equipo que llegó desde la capital. En todo caso, los nuevos seguidores ‘de base’ del Club Necaxa son, de nueva cuenta, los niños que crecieron con la noción de que éste es el equipo de su tierra, de su estado. Desafortunadamente, los niños tienen que ir al estadio acompañados de un adulto, y los adultos, en realidad, no le van al Necaxa.

En el marco de un partido del que pocos esperaban algo más que una victoria de trámite, aun tomando en cuenta el pobre accionar del equipo en sus cotejos anteriores, se dio la mayor goleada en la historia del Necaxa en la capital hidrocálida. En el transcurso de cuarenta y cinco minutos, en Aguascalientes se vivió un milagro: un retroceso en el tiempo y el espacio, una calca de sus mejores años en la Ciudad de México, es decir, un equipo que goleó y gustó, frente a un rival sobrepasado, y, sobre todo, frente a unos pocos elegidos que atestiguaron los siete relámpagos que deshicieron el marco que protegió Sebastián Jurado.

Una noche para recordar, desde lo cuantitativo, por supuesto. Nunca antes, desde que llegó a Aguascalientes, el Necaxa había encajado tantos goles, un espectáculo singular, sin lugar a dudas, que por lo menos salva al aniversario número 16 de pasar desapercibido. De cara a los noventa y seis años de existencia del club, con una historia de altibajos muy marcados, una victoria de esta naturaleza constituye un auténtico bálsamo para los fieles seguidores del equipo que, a pesar de los aspectos poco halagüeños que hoy lo rodean y lo respaldan desde el inicio del torneo, hicieron el esfuerzo para darse cita en lo que fue el Estadio Municipal de Aguascalientes, hoy Estadio Victoria, la cual, por supuesto, es de ellos.

Pasado y presente, semana y mes de aniversarios. Un cuadro que pasa del rechazo a la aceptación en una semana, en concordancia con su historia de equipo errante y sorpresivo, visita a los Tigres de la Autónoma de Nuevo León en la siguiente jornada. Quizá en San Nicolás de los Garza, el Necaxa sea exhibido por uno de los contendientes al título en este torneo, quizá el próximo sábado todos le den la espalda en la antesala de su cumpleaños noventa y seis, sin embargo, hoy, el necaxismo sonríe.