Las expectativas que el público boxístico argentino tenía acerca de la pelea no coincidieron con lo acontecido en Kuala Lumpur. En ningún momento de los siete rounds que duró el combate. En ningún momento tuvo Lucas Matthysse siquiera un destello de imponerse a su rival, el mítico Manny Pacquiao.

Se repitieron hasta el hartazgo los argumentos esgrimidos por quienes creían que La Máquina podía bajarse victorioso en las primeras horas de este domingo 15 de julio. Que era de los rivales de mano más dura, de mayor poder de fuego que Pacquiao había enfrentado en su carrera. Que Pacman ya no era el mismo, citando la recordada derrota por knock out del filipino ante el mexicano Juan Manuel Márquez, ocurrida el 8 de diciembre de 2012; que hacía diez casi diez años que no se imponía por la vía rápida (la última vez fue también por KOT ante el puertorriqueño Miguel Cotto, el 14 de noviembre de 2009). Pero nada de esto se ató a la realidad. Manny Pacquiao fue siempre superior al argentino nacido en Trelew, provincia de Chubut.

La pelea comenzó con Matthysse esperando al filipino, acaso estudiándolo, esperando a que se abriera al momento de atacar, para penetrar con el derechazo recto tan característico del argentino. Sin embargo, Pacquiao se mostró veloz, muy rápido para volver a posición defensiva luego de hacer llegar el jab a la humanidad de La MáquinaEl primer round se desvaneció sin sobresaltos, pero con predominio del retador.

Lo mismo ocurrió en la segunda vuelta, con la diferencia de que Pacquiao entró más confiado. Empezó a soltar la zurda, pero siempre precedida por el jab, que fue la antesala de todos los ataques del filipino a lo largo de la velada. Matthysse, por su lado, prefirió seguir agazapado, esperando encontrar algún hueco, que de momento no aparecía.

Llegado el tercer asalto, la diferencia y la superioridad de un púgil sobre otro ya estaba establecida. Pacman ya no se cuidaba tanto de los posibles contragolpes del argentino, que nunca ocurrieron. Empezaron las combinaciones de golpes, el famoso “1-2”. Apenas 28 segundos habían transcurrido, cuando una nueva combinación del retador envió al campeón a la lona por primera vez en la noche. Derecha en recto primero y ascendente izquierdo después, que impactó de lleno en la cara de Matthysse, lograron vencer las piernas del argentino. A pesar de lo temprano del knockdown, Manny no se desesperó ni apuró las cosas. Siguió boxeando de manera muy inteligente, eligiendo e imponiendo siempre las condiciones de la pelea.

Pasó el cuarto asalto con un predominio absoluto del filipino. No sólo que atacaba de la manera que deseaba sin dificultades, sino que Matthysse tampoco demostraba capacidad de dar vuelta el asunto. Llegó el quinto, y nuevamente un knockdown. Esta vez por iniciativa propia del argentino que, con poco tiempo restante para que terminara la vuelta, puso la rodilla en el piso. Un golpe en el hígado parecía haberlo dejado adolorido. En el rincón del argentino simplemente no daban crédito a lo que sucedía.

Nuevamente, la sexta etapa de la pelea pasó sin desviarse el derrotero del combate. Pacquiao ya se sabía muy superior. Pero a pesar de oler sangre, hizo valer su experiencia. No se dejó emocionar, y siguió imponiendo su estrategia. Entrar, recto derecho rápido y salir. Esto descolocó completamente a Matthysse, que jamás logró encontrar la distancia correcta como para dañar la humanidad del filipino.

Llegó el séptimo round, y la liquidación de la faena. La velocidad de Pacman era demasiado para el argentino. El entrar y salir del rango de fuego lo convertía en un blanco casi imposible de alcanzar. Y cuando faltaban 20 segundos, otra vez un zurdazo ascendente envió al campeón a la lona. Esta vez no se levantó. El árbitro Kenny Bayless, al ver que Matthysse escupía su protector bucal, inmediatamente decretó el knock out técnico.

Manny Pacquiao demostró que la edad a veces no significa nada. Y nuevamente, las puertas de Estados Unidos se abren para él. Con 39 años, es nuevamente campeón del mundo. Del otro lado, Lucas Matthysse demostró nuevamente tener serias dificultades para sobreponerse a peleas difíciles. Su futuro es una incógnita.