San Lorenzo de Almagro repitió goleada de local (como ante Belgrano de Córdoba), ante Estudiantes de La Plata, también por cuatro tantos contra cero. Todo fue de menor a mayor, con un primer tiempo de tenencia y búsquedas, la segunda parte apareció con la contundencia letal para llevarse el triunfo en su último partido ante su gente.

Buscando alternativas

San Lorenzo se evalúa a sí mismo teniendo en cuenta lo que hará en pocos días en Marruecos. Hace un tiempo que Edgardo Bauza comenzó a observar que es mejor llegar con más gente que llegar a donde hay más gente. Colocando el 4-1-4-1, con una línea ofensiva por delante del eje Juan Mercier, apostando al juego por dentro y por fuera, para culminar en el único delantero, Martín Cauteruccio.

De a poco va delineando lo que podría ser el equipo titular que se hará presente en el Mundial de Clubes. La intención de asociar a Enzo Kalinski junto con Néstor Ortigoza, por delante de Mercier, sumando a Pablo Barrientos y Gonzalo Verón por los extremos, obliga a ser protagonista con la tenencia del balón para generar peligro.

Cauteruccio tuvo la primera y se encontró con el arquero. Foto: Olé

El rival, Estudiantes, lo esperó, le cedió la pelota y lo contragolpeó. Quizás no seas productivo para el Ciclón llegar a ese punto de protagonismo, más aún quedando expuesto en el fondo.
El local tuvo la capacidad, sin embargo, de mostrar un amplio abanico de alternativas en ataque: abrir el campo, profundizar por los laterales, tirar diagonales, probar con pases filtrados desde la zona media. Así se le bastó para ser superior.

Pablo Barrientos, participativo, se mostró en cada acción, se conectó con Cauteruccio desde la lejanía, con balones largos, y se aproximó al sector de gestación, cerrándose, donde estaban Enzo Kalinski y Néstor Ortigoza. Jugando de izquierda al medio y al revés, Gonzalo Verón se encargó de desequilibrar por la banda opuesta, desbordando, enganchando y quedando de cara al gol o a un posible pase al receptor.

A pesar de las intermitencias ofensivas, algunas con mayor presencia como la primera de Cauteruccio en el mano a mano ante Silva, y otras sin demasiada fuerza, con acciones tanto grupales o individuales (como Kalinski y Verón), que fueron diluyéndose a medida que el arco se hacía más grande. Atrás, algunos huecos, producto de transiciones incorrectas, pero todo eso dejó de existir para el complemento.

Métodos para confiar

La contundencia apareció. La confianza apareció. Pero antes, el juego creció y la solidez defensiva estuvo presente. El poder ofensivo y la dinámica individual se agregaron a la claridad de juego en la mitad de cancha. Profundo, peligroso y certero. Barrientos y Verón no se cansaron de jugar, de correr, de retroceder y de inquietar al rival. Luego del penal de Ortigoza (donde la infracción fue fuera del área) el equipo tomó un mayor envión, con el marcador a favor. Merecido en cuanto a los hechos aunque injusto tras la acción puntual.

En fin, el equipo siempre se mantuvo encendido y eso fue un elemento fundamental para atraer a todo lo que vino luego. Aún cuando Cauteruccio comenzó a desaparecer ya que entró por él Mauro Matos con el fin de culminar una gran acción ofensiva en gol. El resto llegó solo. El rival, ahogado, y no por el agua, sino por la confianza azulgrana que lo arrinconaba cada vez más.

Ortigoza, fundamental en el equipo. Foto: Olé

Otro penal, esta vez sí acertado, de Ortigoza y un posterior disparo de Julio Buffarini cerraron el 4-0 que le devolverá la confianza al equipo. Claro, esa fe va y viene tras la irregularidad que se mostró a lo largo del campeonato. No obstante, se mezclan varios factores para tomarla con seriedad. Es que faltando una fecha para que acabe el torneo, debiendo tan solo una jornada, estando a orillas de la misión de fin de año y, además, despidiéndose de local ante su gente, todo apunta a que el nivel de juego y la confianza también sacaron su boleto.