Alejandro Finisterre, inventor del Futbolín

Nadie como Don Alejandro comprendió tanto que el fútbol es una cosa de niños a la que juega el hombre

Alejandro Finisterre, inventor del Futbolín
Foto:blocly.com
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Por Mariano Jesús Camacho

En estos tiempos en los que la era digital acapara la mayor parte del ocio del primer mundo con su tremendo poder de atracción, su perfección, su accesibilidad, en esta época en la que se hace fuerte una vorágine multimedia que monopoliza el juego y la sociabilidad de los grandes y pequeños, es posiblemente el momento indicado para abrir el desván de la memoria y dar paso al recuerdo. Abrir ventanas del pasado con el objetivo de reivindicar una realidad virtual mucho más física y tradicional, quizás en esencia con el mismo objetivo de divertir, de evadir de la rutina, pero evidentemente mucho más artesanal y pura.

Una oportunidad para soñar con un juguete tradicional que llenó la infancia y adolescencia de muchos. Muy posiblemente lejano a los deslumbrantes videojuegos que hoy permiten casi tocar el césped y golpear la pelota, jugar con amigos en la red, con rivales o compañeros situados en distantes puntos del planeta. Ser y sentirse prácticamente un clon de Cristiano Ronaldo, Griezman, Bale o Messi, tenerlos en el salón de sus casas. Un juguete tremendamente sencillo pero que fomentó la imaginación, el compañerismo, la rivalidad y la creatividad de muchas generaciones.

Un juego de salón creado en plena Guerra Civil española por Alejandro Campos Ramírez -más conocido como Alejandro Finisterre-, un polifacético empresario gallego que incluso se atrevió con la poesía. Escritor republicano, que pasó la mayor parte de su vida en el exilio, y que de su prolífica imaginación e inventiva hizo fraguar su flamante idea en el hospital barcelonés Colonia Puig de Montserrat, donde convalecía de las heridas que le había provocado una de las bombas nazis que cayeron en Madrid. Allí el joven de 17 años, herido seriamente en una pierna y rodeado de mutilados de guerra se percató de que jamás podría volver a jugar al fútbol. Por ello comenzó a dar forma a un sueño esférico que le permitió mitigar las frustraciones de todos aquellos que por diversos motivos nunca podrían volver a jugar, pero que en cambio sí que se pudieron volver a sentir niños y protagonistas con una bola que volaba a través del fútbol de mesa. 

El futbolín   

Alejandro Finisterre / Foto: www.juguetessomosnosotros.com
Alejandro Finisterre / Foto: www.juguetessomosnosotros.com

Un tablero de madera en el que la ruptura de las fronteras espacio-temporales se manifestaron de forma evidente, en el que niños, jóvenes, viejos e impedidos, proyectaron su imaginación emulando a sus ídolos fomentando sus aficiones. Una creativa idea surgida de la necesidad a la que dio forma Francisco Javier Altuna, carpintero vasco amigo suyo que plasmó en madera la idea de Don Alejandro.

De ahí surgió el primer futbolín, juego patentado en Barcelona en enero de 1937, a la vez que el primer pasahojas de partituras accionado con el pie, que no pudo fabricar y distribuir a nivel industrial porque en aquella época todas las fábricas de juguetes se dedicaban a la fábrica de armas para la guerra. Aquella guerra que le envió al exilio, en el que el bueno de Alejandro Finisterre, creativo poeta e inventor, perdió la patente paseando en cambio su creatividad tanto literaria como científica por Francia, Ecuador y Guatemala.

Fue precisamente en la población Santa María de Guatemala, donde mejoró su futbolín y empezó a fabricarlos en serie, haciendo un buen negocio y abriendo la posibilidad a niños y mayores, sanos e impedidos de ser futbolistas imaginarios, de volver a jugar al fútbol en un tablero de madera, a tan solo un giro, un golpe de muñeca. Invento que a su regreso a la tierra prometida –su España natal- vio proliferar y triunfar en tierras valencianas, donde otros se atribuyeron el mérito de su invención y se aprovecharon de los beneficios de su divulgación sin dar crédito alguna al padre de la idea. Juego legado por este insigne escritor al que su ideología volvió a alejar de España, de su Galicia natal, para en México dedicarse entre otras actividades a las artes gráficas y a la edición, fundando y presidiendo la Editorial Finisterre Impresora, desde la que editó la revista del centro gallego de México y diferentes libros de poetas. El futbolín fue sin duda uno de los juguetes más populares y valorados de antaño, aquellos que acompañaron la infancia de varias generaciones, en este caso gracias a la inventiva de Don Alejandro Finisterre, que pudo regresar a España en la transición española, donde tras residir en Burgos y Zamora, falleció en esta ciudad en febrero de 2007 a la edad de 87 años.

Recuperar al niño

Nadie como él comprendió tanto que el fútbol es una cosa de niños a la que juega el hombre, nadie como él comprendió que el fútbol es en esencia un juego, nadie como él comprendió que jamás hay que perder la chispa interior que llevamos todos del niño que fuimos y que solo aquellos que consiguen recuperarla vuelven a disfrutar tanto con el fútbol como con la vida. Y es que como demostró Don Alejandro con su futbolín, soñar con volver a jugar no es ninguna quimera, sino la ecuación que todos debemos resolver para volver a ser tan felices como cuando éramos niños. 

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.