Ni la mente más retorcida podría haber estructurado un guion tan cruel para el destino de los napolitanos. Tras su vital triunfo en el terreno hostil turinés, con aquel testarazo de Koulibaly en los últimos instantes del partido disputado en el Juventus Stadium, han sido los dos principales enemigos -con excepción de un Inter que le complicó la vida en San Siro- los que le han servido en bandeja su séptimo Scudetto consecutivo a la Vecchia Signora. Primero la Fiorentina le endosó una goleada a los partenopeos y, ya en San Paolo, los vecinos juventinos del Torino lograron un empate a dos que deja prácticamente sin opciones de milagro a los de Maurizio Sarri.

Las defensas desequilibraron el encuentro

El partido comenzó a un ritmo muy bajo, con el Napoli ejecutando su plan inicial con total facilidad ante la escasa oposición turinesa. Los de Sarri eran claros dominadores del balón, aunque se notaba la falta de fluidez y acierto de otras grandes ocasiones en San Paolo. El Torino se cerró bien por dentro y no arriesgó en demasía al ejercitar la presión en campo contrario, por ello los partenopeos salían jugando sin demasiada dificultad, pero encontraban las adversidades al acercarse al área rival. Al final el primer gol del partido vino a raíz más del desacierto enemigo atrás que del propio acierto local en ataque. La presión alta napolitana, eso sí, provocó la situación. Burdisso cometió un error gravísimo cuando el Toro trataba de salir con el balón. Un mal control y unas dudas que quedaron patentes en su lentitud a la hora de tomar una decisión, facilitaron que Mertens, tan pillo como siempre en el área, metiese el pie y se anticipase al central italiano para que el propio robo acabase siendo una definición a la puerta de un Sirigu que apenas tuvo tiempo de reacción por la cercanía del acto.

En la segunda mitad sin embargo el ritmo del partido creció ligeramente, con un Torino más abierto y dispuesto a atacar que en la primera mitad, fruto de su desventaja en el marcador. Aunque el Napoli siguió siendo dominador y principal precursor de las acciones ofensivas del encuentro. Sin embargo, el hecho de que el Toro consiguiese anotar dos goles habiendo realizado únicamente dos disparos a puerta en el global de los noventa minutos deja a las claras que el desempeño defensivo de los partenopeos no fue tampoco el deseado. En una contra de pocos toques, Baselli se plantó en el área para definir en una acción desafortunada para los locales, pues su disparo salió rebotado de las botas de Chiriches, engañando por completo a un Pepe Reina que quedó vendido. Era el minuto 55 y en San Paolo corría el miedo y la incertidumbre de un título que se le estaba escapando de las manos.

Hamsik se disfrazó de San Jenaro, pero no fue suficiente

Se dice que el obispo Jenaro obró un milagro en la ciudad napolitana allá por el siglo III. Algo que en una ciudad tan devota como la partenopea se conmemora cada año, en honor a un San Jenaro, patrón de la ciudad, al que siempre confían para que obre un nuevo milagro para sus conciudadanos. Esta vez il miracolo era complicado, pero nadie mejor que un capitán y emblema del club para erigirse como santo y tratar de devolver la esperanza a la afición azzurri. Apenas tardó los dos minutos que llevaba sobre el césped el esloveno Marek Hamsik en marcar un auténtico golazo como mejor sabe. Definición perfecta desde la frontal del área, con un efecto demoledor que esquivó a los dos hombres que lo encimaban y con una potencia y una colocación que hicieron que Sirigu solo pudiese seguir su trayectoria con la mirada. Un auténtico golazo que ponía de nuevo por delante a los napolitanos y volvía a dejar a su equipo a 4 puntos de la Juventus.

Sin embargo tanto esfuerzo del capitán azzurro no fue suficiente, pues de nuevo una jugada muy mal defendida por la zaga napolitana permitió a De Silvestri rematar casi sin oposición pasado el punto de penalti a placer ante un vendido Reina. Milik estuvo a punto de sentenciar el encuentro unos instantes antes, que con su presencia, sumada a la de Hamsik, revolucionó el ataque local, pero esta primaveral y soleada tarde de mayo no aceptaba más milagros.

El Napoli acabó empatando un partido en el que solo le valía la victoria. Curiosamente, Fiorentina y Torino, dos de los máximos rivales de la Juventus, le están dando prácticamente su séptimo Scudetto consecutivo. Los partenopeos fiaron todo a un nuevo milagro de San Jenaro, pero ahora la obra adquiere tintes épicos. El Napoli se encuentra a seis puntos de la Juve con otros tantos en juego, por lo que solo le vale una vía: vencer en sus dos próximos desafíos, que los bianconeri pierdan ambos y lo más complicado; recortarle en ellos los 16 goles que les separan en el gol average. Un miracolo demasiado complicado tanto para San Jenaro como para Marek Hamsik y sus compañeros.