El Mallorca desciende a Segunda B

El conjunto bermellón se convierte en el primer equipo que compite en la Champions League y, posteriormente, recala en la categoría de bronce del fútbol español. Los de Sergi Barjuan cuajaron una esperpéntica actuación en Miranda, mostrándose incapaces de derrotar a un rival ya descendido (2-2) y confirmando así el descenso matemático.

El Mallorca desciende a Segunda B
Foto: LaLiga
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Por Lluís Fullana

​Todo apuntaba a que el mallorquinismo iba a pasar una plácida noche de domingo culminada en una esperanzadora euforia. El equipo se iba a enfrentar al rival más débil de la competición, con el determinante añadido de que, ni siquiera, iba a tratarse de un duelo directo, pues el Mirandés ya era de Segunda B antes de que el encuentro diera de sí. La urgencia de los objetivos más inmediatos se encontraba desequilibrado. Pero... El fútbol es muy fútbol.

Inexplicable

El inicio del partido se topó con una gran alteración sobre el guión lógico de partido. El Mirandés se adelantó en el marcador en el minuto tres, mediante un remate a bocajarro de Maikel Mesa que aterrorizó a los aficionados baleares desplazados.

Sin embargo, más allá de imponer una autoridad futbolística, el Mallorca se mostró impotente en la creación. El Mirandés parecía un grupo suelto, liberado de la presión y del drama al que, precisamente, se enfrentaba. El peligro en las inmediaciones de la portería de Santamaría acabó por convertirse en una constante. Solamente grandes intervenciones individuales de Julio Pleguezuelo retrasaron un segundo golpetazo que, realmente, parecía inevitable. 2-0, de Guarrotxena, en el minuto 34. Inexplicable.

Eso sí, la reacción llegó. Y llegó de la única manera que podía llegar. En forma de gol. Lo demás, iba a resultar inútil. Culio soltó un zurdazo a la media vuelta en el área que iba a acrecentar las esperanzas mallorquinistas antes del descanso.

Fe y drama

El retorno de la fe iba implícito en la acción del gol del argentino. El Mallorca salió en tromba al inicio de la segunda parte. No quedaba otra, claro, y las pilas parecían recargadas. Pero, otra vez más, faltó mucha claridad arriba. Lago -sí, Lago- fue la única opción de desborde efectivo en la noche. Pero no se materializaba. Sergi dio entrada a Lekic en el 48' -contradiciendo sus palabras de entre semana, asegurando que el serbio no estaba preparado para más de media hora-, buscando una opción de remate más clásico y una vía permanente de avance.

No obstante, el Mirandés supo interpretar la situación. El conjunto local alargó sus posesiones y acabó por desesperar a un equipo ansioso que perseguía un balón con la lengua fuera. Así pasaron los minutos y, con la tontería, el Mallorca llegaba a la recta final sin, ni siquiera, haber empatado el encuentro. Ya todo parecía una utopía. Pero iba a ser posible.

En el 87', Lekic batió, entre las piernas, a Sergio Pérez y recordaba fugazmente a su afición lo que significaba la ilusión. La ilusión de marcar otro, la ilusión de salir vivo de aquel escenario tan estúpido para ser derrotado. Pero Moutinho no atinó lo suficiente en su lanzamiento de falta en la frontal, que golpeó en el travesaño. Incluso, se reclamó un posible penalti sobre Brandon en el último suspiro, pero ni eso iba a caer del bando balear. Sonaba el silbato y las unidades blancas -equipación visitante- se iban desplomando sobre el césped de Anduva. El Mallorca era, oficialmente, equipo de Segunda División B.

No se obró el milagro

Muchos confundieron el creer con la realidad. Muchos no supieron mantener los pies en el suelo al desatarse con una victoria. Muchos se ilusionaron echando la vista atrás. Pero lo cierto es que, todos ellos, no tienen culpa de esto. El Mallorca ha cuajado una temporada desastrosa, más allá de la evidencia. Un equipo con pocas soluciones, incapaz de sacar jugo de tramos de buen fútbol. Un equipo muy poco clarividente en ataque y escaso de calidad en la propia definición. Y, ya saben, si la pelotita no toca red... No hay nada. Bueno, sí, desgracia. Catástrofe. Debacle.