Se acabó el carrete.  Se terminó el margen. El Atleti toca fondo de una caída anunciada y sin reparo. Complicado entender, difícil de asumir, posible en realidad. Volvió a no poder levantarse, como un boxeador noqueado que tensa y fuerza su brazo para impulsarse otra vez arriba. Sus extremidades tiemblan y no soportan el peso. No consigue la manera de volver a erguirse y volver a ser ese luchador incansable e inamovible. El Atleti es incapaz de sacar seis puntos ante el Qarabag y eso merece una dura factura.

Todos los otoños son caducos, fríos, marchitables. La naturaleza, los vegetales experimentan un cambio de desnudez para preparar sus cuerpos  para otra florida temporada allá por marzo, abril. Lo mismo sucede en el seno rojiblanco cada año, pero esta vez llega demasiado lejos y la flor que brote allá en primavera, no será en la máxima competición porqué el Atleti, si un milagro de tamaños extremos no lo remedia, se va a la mierda.

Habrá un tiempo de reflexión, de crítica, de señales y apuntamientos, de cambios, de más crítica. Quizás merecido, seguramente, pero que no se alargue mucho, de eso se encargará Simeone y los fieles que decidan seguir detrás suyo. Porque esto no debe ser un estancamiento ni un punto de aceptación y conformidad. Debe ser un punto y final, pero a otro renglón.  Debe ser ese paso atrás para dar dos adelante. Debe ser el punto de inflexión para un verdadero nuevo Atleti desde la raya de conformidad que Simeone había creado.  El escarmiento para la corrección. Desde la mierda, otra vez al barro, para impulsarse al cielo.

La crítica libre, la desesperación, la impotencia lleva al desconcierto. Incluso dos ingredientes más como la mala memoria o la pérdida de la proporción en cuanto a quién y qué nos referimos puede hacer perder la fe. Los discípulos de Jesucristo, de  las cristianas escrituras, tendrían su momento de duda cuando el mesías cristiano tardó en resucitar tres días.  La mala memoria borra lo que era el Atleti antes de la llegada del mesías colchonero: Simeone.

Ya estuvo el Atleti en la mierda. En la más putrefacta mierda. De hecho no se entiende que catalogación podría tener el lugar de donde viene el equipo rojiblanco en su historia más reciente. El acomodo que ha conseguido en las puertas del cielo futbolístico no es de siempre, ni mucho menos. Ese estancamiento celestial solo lo pueden conseguir potencias económicas, con respaldo fuera del césped y marisco en el césped. El Atleti no. El Atleti ganó su puesto cerca de las nubes a base de coraje, fuerza, unión, fé y constancia. Razones que trajo bajo el brazo Simeone, el cual, sigue pese a todo y sin perder sus ganas, gracias a Dios.

Coraje, fuerza, unión, fé y constancia. Algo que se ha perdido poco a poco.  El asentamiento entre los magnates del fútbol y el olor hipnótico de las nubes han podido hacer olvidar al Atleti quien es estas últimas fechas. Incluso años. La segunda final  Champions  de esta era, se alcanzó gracias a un cambio renacentista a la esencia más pura tras una primera parte de temporada de experimentos diferentes. La pasada campaña más de lo mismo y llegamos a estas. Se han añadido nuevos talentos en los últimos años, pero curiosamente, ante el Qarabag, se alzaron los de siempre. Los Gabi, Godín, Juanfran o Filipe. ¿Casualidad? Fe.

El coraje apareció en este último duelo por salvar el pellejo de los grandes discípulos. Con la ayuda de la nueva savia de sangre rojiblanca. Pero no existe una unión legitima y absoluta. Eso disgrega, eso corrompe y fractura lo que unos pocos puedan hacer. Tampoco, por supuesto, ha habido constancia, puesto que este último arreón con esencia más pura de Simeone llega a la desesperada y sin tiempo a la reacción. Los mandamientos se incumplieron, y el Atleti lo va a pagar.

Otra vertiente no  implora hacía lo moral, sino más a lo físico. Una gran parte, no lo achaca a la religión, si no a la ciencia. Lo resume  en la falta de creación y de gol. Lo más valioso y más caro del fútbol. Obvio, cierto, correcto, por supuesto. No hay duda. El Atleti no tiene. Es así. Pero simplificar el descontento y focalizarlo desde el comienzo de la temporada no iba a traer por arte de magia a un delantero goleador ni a un creador de la nada. Era imposible, al menos durante meses. Lo ético, la esencia de Simeone es palpable, posible, porque cualquier jugador que pueda jugar cada semana puede aplicarla. La falta de gol y de creador, por mucho que se repita, es incomprable por dinero y por ley. No está, no existe y había (hay) que aprender a convivir con ella.

Sea lo que sea, el Atleti al 99%, se va a la mierda. Se puede tomar como la desesperada y crear una guerra civil, o puede ser la renovación de la fe y de la moral. Tocar otra vez, con la puntita del pie, la fresca tierra del suelo real quizás vuelva a llenar los depósitos rojiblancos, desde el primer aficionado hasta las de los jugadores. Un paso atrás para otro adelante, o quizás uno atrás tan solo, ya se verá, pero lo cierto es que la puerta del cielo nos ha hecho fino el paladar.

Palabras de Gabi, el San Pedro de la cúpula rojiblanca. Uno de los fieles discípulos de Simeone, que ante el Qarabag dio una demostración de fe y amor, pronunció unas palabras tan ciertas como reales. “Ahora la Europa League me parece una mierda, pero nos ha dado mucho y vamos a ir a ganarla” dijo el capitán. El 14 rojiblanco hace referencia a todo lo que debe o va a sentir un rojiblanco: decepción por bajar de escalón, momento de reflexión de dónde venimos o donde comenzamos el ascenso y de nuevo la moral para volver a ser competitivos. Un diez para esa frase.

El Atleti se va a la mierda, sí. Pero con Simeone y con una fe inquebrantable. El argentino obró el milagro antes incluso de ganar nada y más llenos de mierda que lo que está ahora –absténganse los que no tomaban como épico lo conseguido-, por supuesto.  Simeone sigue y cree. Gabi y compañía también. Punto y aparte, el Atleti retomará el vuelo, su vuelo