Resumen de la temporada 2017/2018: Real Valladolid, desprotegidos lejos de Zorrilla

La temporada del Real Valladolid se ha visto altamente condicionada por su escasa ambición en partidos duros. Los choques a domicilio, más pesados de disputar, fueron la némesis de un Pucela que logró remontar el vuelo

Resumen de la temporada 2017/2018: Real Valladolid, desprotegidos lejos de Zorrilla
El Real Valladolid celebra el gol de Borja en Soria // FUENTE: Real Valladolid C.F.
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Por Francisco Román

Llegó el final de la temporada, y con ello, el balance. El Real Valladolid hizo historia al ser el primer equipo en lograr dos veces un ascenso a Primera División a través del playoffs, tras una temporada llena de momentos agridulces y altibajos. Mata, Plano, Sergio González o la evolución defensiva han sido grandes noticias en la presente campaña, una campaña en la que el Pucela pecó de irregular, sobre todo con Luis César Sampedro en el banquillo, técnico que fue incapaz de sacar todo lo bueno de esta gran plantilla en momentos complicados, como las visitas lejos de Zorrilla.

Y es que ese ha sido el peor momento de la temporada, la falta de ambición y de determinación cuando jugábamos lejos de nuestra afición. Como locales, el Real Valladolid ha conseguido números de ascenso, números que han permitido a este equipo llegar a la categoría de oro del fútbol español; a destacar, esa racha de hasta ocho partidos consecutivos sin perder en el José Zorrilla. Sin embargo, la actuación del equipo como visitante ha dejado mucho que desear, sumando victorias, únicamente, ante Barcelona B y Sevilla Atlético durante la etapa de Luis César Sampedro al frente del banquillo blanquivioleta.

Ese mal hacer del Valladolid lejos de su ambiente coincidía también con una mala época para la zaga pucelana. Inseguros, relajados y permisivos, los defensores castellanos no alcanzaban la consistencia requerida para conseguir un objetivo tan complejo como el ascenso. En la retina, todavía, los famosos diez primeros minutos; y es que este equipo concedió un gol tempranero hasta en diez partidos, hecho que condenó al Pucela a remar, constantemente, con la corriente en contra. Ese cúmulo de infortunios impidió avanzar a una plantilla más que capacitada para pelear por el ascenso directo. Derrotas en Huesca, Vallecas, Cádiz, Pamplona, Granada o Zaragoza hacían presagiar que el Real Valladolid no acabaría dependiendo de sí mismo. Sumado a ello, empates ante conjuntos de la zona baja acrecentaban esa sensación de inseguridad que reinaba sobre la capital, hasta que Sergio González llegó al banquillo.

La llegada del técnico catalán trajo diversidad de opiniones; había detractores, que argumentaban la demora con la que la junta directiva despidió a Sampedro, hecho que dificultaba la labor y el acoplamiento de Sergio a una escuadra desestructurada. Sin embargo, el de Hospitalet asumió el reto, y con él llegó la revolución; dio confianza a jugadores minusvalorados como Toni Villa o Míchel, dotó de una definitiva estabilidad al lateral, una zona que no acababa de consolidarse, y potenció las cualidades de un hombre muy señalado durante la temporada: Kiko Olivas. La conexión de Sergio con el equipo no tardó en hacerse notar, y el Real Valladolid corrigió su debilidad defensiva gracias a la química entre el propio Olivas y Fernando Calero, que dio un paso al frente y aceptó el desafío con una madurez envidiable. Ese refuerzo, principalmente anímico, permitió al Pucela desplazarse de la ciudad con confianza, ánimos renovados. Los partidos fuera de casa dejaron de ser un suplicio, y las decisivas conquistas de Oviedo, Soria (por partida doble) y Gijón llevaron al Real Valladolid, de nuevo, a la Primera División.