Tras completar la fase de grupos con un pleno de victorias incontestable, la Selección Española sub-21 se enfrentaba al combinado más ganador de la categoría, Italia (con cinco torneos conquistados) en el recinto Krakow Stadium, Polonia. Los pupilos de Luigi Di Biagio se presentaban como el último obstáculo de cara a la gran final, que frente a Alemania, se disputará el próximo viernes. 

La imparable 'rojita' hizo valer su portentosa veteranía y calidad para batir a su siempre respetado contrincante transalpino. Su triunfo se debe, en parte, al papel de un extraordinario Saúl Ñíguez que claramente fue el principal protagonista del pugilato. El centrocampista madrileño se encargó de validar el acceso de España a la gran final y confirmó que la zamarra de la sub-21 se le encoje cada vez que ofrece actuaciones merecedoras de eventos con mayor peso. Y es que, anotando cinco goles en las últimas tres fechas disputadas, el volante se convierte sin asomo de dudas en el mejor futbolista que ha pisado tierras polonesas en el juvenil campeonato veraniego.

El líder apareció de forma oportuna en las situaciones de mayor igualdad en la contienda para desengrasar los peligrosos dotes goleadores de la selección. De hecho, Ñíguez transformó los tres tantos que desdibujaron a Italia del partido 

Sobre el verde, se percibía la gran igualdad comentada durante las horas previas al enfrentamiento. Sin embargo, ambas selecciones fueron capaces de mirarse por encima del hombro y, con el espíritu envalentonado y mocetón que su edad les caracteriza, buscaron desde el pistoletazo de salida un gol que no llegaría hasta la reanudación del juego. 

Se percibía la superioridad italiana en los primeros compases, aunque ésta fuera mínima. Albert Celades, que se armó con sus mejores efectivos,  buscó sorprender tácticamente  al contrincante al cambiar de posición a Marco Asensio y Deulofeu para sacudir a la formación de Di Biagio. Pero el periodo inicial fue dominado por el rival aunque los finalistas pudieron llegar con relativa peligrosidad al arco contrario.

Las dificultades con las que se encontró España en el primer acto estaban fundamentalmente relacionadas con la falta de profundidad por las bandas y de dominio del esférico, siempre tan caracterizado por sus solfistas. Desde el comienzo de la segunda parte se recuperó ese dominio a través del cual se consiguió llegar a portería rival con mayor fluidez. De hecho, tan solo siete minutos después del reinicio, una internada de Dani Ceballos por banda izquierda terminó con la bola en pies de Saúl, que por vez primera en el partido, rebentaría la red de Donnarumma convirtiendo el tanto inicial. 

Con el match visiblemente roto, ya con los españoles avanzados en el marcador, se produciría la acción que claramente marcaría la inflexión del mismo; Gagliardi recibió su segunda targeta amarilla tras una entrada poco retraída sobre Ceballos. La expulsión dejaría en clara desventaja a la sub-21 italiana que tan solo pudo revertir la situación con una diana afortunada de su mejor jugador, Bernardeschi. Las tablas fueron la excusa perfecta para que, a pecho descubierto, Saúl Ñíguez, una vez más ilustrara a su combinado con una actuación culminada por un zambombazo (min 65, 2-1) y, ya desmadrado, con el definitivo 3-1. 

En clave FC Barcelona, Denis Suárez no tuvo el protagonismo esperado ya que fue desmantelado por Dani Ceballos del once inicial, aunque disfrutó de sus minutos, ya con el pase a la finalísima bajo el brazo, al ser sustituido por Deulofeu, una más que probable reincorporación azulgrana