Después de superar el ecuador de la temporada tras veinticinco jornadas, la Agrupación Deportiva Alcorcón se encuentra en decimosexto lugar, un punto por encima de la línea que marca el descenso a Segunda División B y once por debajo de los complicados playoff. Por ello, la pregunta es obligada: ¿se salvarán los amarillos otro año más? Hay disparidad de opiniones en la redacción.

La unión hace la fuerza y conduce al éxito (Adrián Lázaro)

No cabe duda de que desde que José Bordalás abandonó el banquillo del cuadro alfarero, éste se encuentra en una transición muy dura de dejar atrás. La temporada pasada se sufrió de lo lindo en el sur de la capital para lograr lo que de nuevo el presente curso se pretende conseguir: la permanencia en Segunda División. Y es que no es objetivo baladí. La competición es una de las más complicadas en comparación con el resto del continente correspondientes al nivel de plata, ya que la diferencia entre el séptimo y el decimonoveno es de apenas nueve puntos. Por ello, la Agrupación Deportiva Alcorcón, después de pasar numerosos meses dando palos de ciego, parece haber descubierto su camino hacia la consecución de lo propuesto.

El balance reciente comunica que los amarillos tan solo han ganado tres de sus últimos partidos, algo que a priori parece negativo, pero no es así. Las tres derrotas han sido frente a rivales, por denominarlos de alguna forma, de otra categoría, y con esperanzas mucho mayores. En los seis empates restantes está la clave, ya que en todos ellos el cuadro de Julio Velázquez pudo hacerse con los tres puntos. La superioridad y el dominio fueron alcorconeros y ahí se desperdiciaron gran cantidad de puntos que permitirían en este justo instante estar hablando, quizá, de forma un poco irresponsable de playoffs.

Pero la realidad es la que es. El entrenador salmantino ha dado con la clave en los últimos choques y, por este motivo, basado en la posesión y en la comunión absoluta de todos los jugadores, los cuales forman una verdadera y sobresaliente piña, hay motivos más que de sobra para creer. La calidad de los jugadores es suficiente como para mantener un año más el aún sueño de jugar en la Segunda División más importante del país y no con excesivas dificultades. Cerrar los partidos se antoja requisito crucial y el técnico está perfeccionando cada semana más el plan. Quedan diecisiete jornadas. Por lo tanto, diecisiete razones, como el año pasado, para no abandonar. La Agrupación Deportiva Alcorcón es capaz de sobreponerse a este duro bache a través de la confianza, el trabajo y la ilusión. Tres características que no faltan ni faltarán en la entidad amarilla.

Demasiados aspectos negativos como para confiar (Manu Gil)

Cuando se cree que el equipo está bien, que compite contra sus rivales sea cual sea su posición en la tabla, y cuando se ve que poco a poco se va acumulando puntos acercándose al objetivo inicial de la temporada, es fácil caer en la complacencia, ese bienestar que te llena cuando consigues la victoria, pero puede suponer un arma de doble filo a la hora de tocar fin el campeonato. El caso es que las semanas van cayendo del calendario y la Agrupación Deportiva Alcorcón no es capaz de alejarse de la zona de peligro en la clasificación. El agujero negro que supone el descenso está cada vez más cerca.

Los últimos encuentros disputados en el Municipal de Santo Domingo han concluido con puntos a favor. La última derrota fue aquella fría noche de octubre frente al Club Deportivo Lugo, con aquel injusto gol del jugador ahora en el Málaga, Ignasi Miquel, que en el propio descuento arrebató los puntos a la afición alfarera. A pesar de casi haber olvidado la amarga sensación de caer derrotado delante de los suyos, el Alcorcón no presenta unos buenos números como local. Con dieciocho puntos en doce partidos, los alfareros sólo han anotado once goles, pobres datos comparados con los rivales de la categoría, sin conseguir la victoria en encuentros que esperaban llevarse los tres puntos como frente al Sevilla Atlético o el Lorca Fútbol Club.

Otro de los hándicaps que puede llevar a perder la categoría a los alfareros es la dificultad del equipo de conseguir dos victorias consecutivas. Se ha conseguido en una ocasión frente al Gimnàstic en Tarragona y la semana posterior en Santo Domingo frente al Real Oviedo del siempre idolatrado Anquela. Esas semanas tan buenas fueron allá por finales del mes de octubre, muy lejos respecto al actual momento tanto temporal como de forma.

Si se mira el calendario no hay motivos para ser especialmente optimista. El mes de febrero trae partidos que pueden ser determinantes en el futuro amarillo. Si el equipo ocupase la zona roja de la clasificación, el runrún puede instalarse en las gradas alfareras, como sucedió gran parte de la pasada temporada y los nervios y las imprecisiones pueden volver a desatar una ola de resultados negativos que, por otra parte, no sería difícil que condujeran al equipo hacia un estrepitoso final.