El fútbol es un deporte de equipo, pero hay ocasiones en las que tener uno o dos jugadores en concreto, puede ser más importante que todo el trabajo colectivo. No es la regla general, pero cuando pasa, al rival no le queda más remedio que aceptar la derrota con la mayor resignación posible. Hoy, el Barça no fue mejor que el Villarreal en ningún aspecto, excepto en contar con Leo Messi y Neymar en sus filas. Además, la fortuna se alió con los locales, convirtiendo dos rechaces en los dos primeros goles culés.

Los azulgrana siguen metiendo presión al Real Madrid en su duelo particular por conseguir alzarse con el título de Liga. Por su parte, el Villarreal pierde la oportunidad de dar un golpe definitivo en la lucha por el quinto puesto y, por qué no, pensar en llegar a posiciones de Champions League. La derrota mantiene la tensión y, en caso de ganar mañana el Athletic en Mendizorroza, el equipo de Escribà podría caer al sexto lugar.

Respeto mutuo en los primeros minutos

El partido comenzaba y todo marchaba sobre el guion que cualquiera que conozca a ambos equipos escribiría. Los de Luis Enrique dominaban el balón, pero no conseguían traspasar la sólida barrera amarilla del segundo mejor conjunto de la Liga en aspectos defensivos. Un inconmensurable Rodri se perfilaba como la pesadilla de Messi y Neymar, ganando los primeros duelos personales ante ellos.

Sin ocasiones en contra, el Villarreal esperaba tranquilo el momento de salir al contraataque y golpear primero. Prácticamente la totalidad de la posesión correspondía al FC Barcelona, que movía el esférico de un lado al otro, pero sin la verticalidad suficiente como para crear problemas. El centro del campo groguet, siempre muy sacrificado, encimaba e incomodaba cualquier tipo de recepción peligrosa de Iniesta, Neymar o Messi. Además, un irreconocible Busquets acumulaba más pérdidas de balón de lo que nos tiene acostumbrados.

Goles y desequilibrio antes del descanso

Corría el minuto 20 cuando Álvaro robó un balón en la frontal del área a Messi valiéndose de su brazo derecho. Falta peligrosísima que se quedaría en un “uy”. No obstante, fue el preludio al gol. Tras un ataque amarillo, el Barça se encontró por primera vez con la defensa descolocada, Suárez habilitó al astro argentino, que controló y golpeó el balón contra la pierna de Mario Gaspar. Neymar recogió el rechace y marcó a placer.

A partir de ese momento, las ocasiones empezaron a sucederse. Tan solo 11 minutos después del primer tanto llegaba la igualada; un gran balón en profundidad de Soldado hacia Bakambu, que dejó atrás a Piqué en carrera, ponía el 1-1 en el marcador.

En la cabeza del propio Piqué y, una jugada después, de Roberto Soriano, estuvieron las ocasiones para seguir sumando goles en el electrónico, pero ambos balones se marcharon fuera por muy poco. El partido se calmaba un poco –aunque seguía habiendo llegadas- y, cuando todos pensábamos en el descanso, la dupla Neymar-Messi volvió a la carga. El brasileño peleó y ganó una pelota que parecía perdida, Leo recogió el rebote, sentó a Rodri magistralmente y, volviendo a aprovecharse del desvío de un defensa visitante, pilló a Andrés a contrapié para poner el 2-1 en el minuto 45.

El Villarreal se estira y sufre

Por debajo en el marcador, a los castellonenses no les quedó otra que cambiar un poco el planteamiento, aunque fuese para buscar tener alguna posibilidad de igualar el partido. Así, las contadas veces que descuidaban la defensa veían cómo los blaugrana aprovechaban para dar zarpazos. Andrés parecía contener todas las intentonas, sobre todo con un paradón ante una durísima volea de Messi con la derecha.

En el 69 llegó el golpe de realidad. Como no podía ser de otra forma, Rakitic aprovechó un momento de confusión del Villarreal para sacar rápido un balón parado hacia Sergi Roberto, que demostró por enésima vez que físicamente no tiene rival. Carrerón de 30 metros y asistencia para que Luis Suárez, tras recortar con clase en el área, alejase las esperanzas de remontada.

Los últimos 20 minutos fueron una repetición de la misma jugada: intentona visitante que queda en nada y Messi o Neymar conduciendo vertiginosamente mientras rompen las quebradas líneas defensivas de un Villarreal volcado. Una y otra vez, los dos astros del Barça demostraban que están en la cima absoluta del fútbol y que, cuando están inspirados, es imposible detenerles. El ejemplo perfecto llegó en el cuarto y último gol; Neymar deleitó al público con un sombrero de fantasía sobre Mario Gaspar, habilitó a Luis Suárez y su disparo pegó entre el pecho y el brazo de Jaume Costa. Con la ayuda del juez de línea, Sánchez Martínez señaló penalti. Para continuar con la magia de la jugada, Messi decidió tirarlo a lo panenka, y marcó.

Corría el minuto 82 y todo estaba decidido. Los groguets intentaban demostrar orgullo, pero la cabeza les decía que no había nada que hacer. Alguna tímida ocasión en medio del show de Leo y Ney, que no paraba. Y así se llegó al pitido final.