La defensa de Brasil había demostrado ser fuerte. Impenetrable. Thiago Silva, líder absoluto del equipo, contagió su carácter a un David Luiz que necesitaba un acompañante de viaje. En Fortaleza, en unos cuartos de final de un Mundial, demostraron de qué pasta están hechos. En ataque y en defensa, estuvieron impecables. Lo mejor de Brasil, a diferencia de lo que ha pasado históricamente, está en su defensa. Thiago Silva y David Luiz son dos centrales nucleares.

Por nombre, Brasil debía ser quien tuviese aterrorizada a Colombia antes del choque. Por historia, por jugadores y por afición. Pero Scolari no era, precisamente, un seguidor aferrímo de las convicciones brasileñas en cuanto a fútbol. El técnico local mostró sus intenciones una hora antes del encuentro. Dani Alves iba a ser sustituido por Maicon, tratando de ganar consistencia defensiva ante el posible desborde de James. Colombia, viviendo un sueño, mantuvo a los once gladiadores que le llevaron hasta cuartos.

Sedientos de gloria

El partido comenzó como se esperaba. Brasil, ante su público, no podía especular. A pesar de una tímida presión colombiana, al igual que pasó con Chile, Brasil se hizo pronto con el balón para tratar de buscar la portería de Ospina. Y así, con Neymar forzando un córner en su primer aviso, llegó el primero de los locales. Thiago Silva, quién sino, iba a cazar un balón en el segundo palo para poner patas arriba Fortaleza. El veterano se comió al novato.

Con 1-0 y más de 80 minutos por delante, a Colombia solo le quedaba venirse arriba. Aunque Cuadrado dispuso de un buen disparo desde la frontal, la elaboración en el centro del campo brillaba por su ausencia. David Luiz y Thiago Silva rechazaban una y otra vez los balones verticales que buscaban a un Teo que no encontraba su sitio entre dos colosos. Imprecisos y con miedo, los colombianos se hicieron pequeños poco a poco. Brasil lo notó y trató de clavar una segunda estaca que pudiera ser mortal.

Como si del ejército persa se tratase, las oleadas brasileñas se sucedían. Neymar para Hulk, Hulk para Óscar, Óscar para Marcelo, Marcelo para Neymar. Colombia enloquecía. Los de Scolari se fueron definitivamente a por el segundo, obligando a Ospina a aparecer. Ospina apareció y eso pareció serenar a los suyos. James, tan importante como Ospina, se escurrió entre dos jugadores para montar una contra que pudo ser letal. Pero, sin que sirva de precedente, a Cuadrado le tembló el pulso para regalar el balón a la zaga brasileña.

Thiago Silva empuja el balón para marcar el primer gol del partido (FIFA)

"Eu sou brasilero com muito orgulho com muito amor"

El público brasileño se vino arriba. En los anteriores partidos, su equipo ganaba pero no enamoraba. Ante Colombia, en el partido que más debía demostrar, los hombres de Scolari se gustaron. Brasil recordó a Brasil. Fueron al ataque sin miramientos. Continuas llegadas y paredes por doquier. Consiguieron, justo lo que se pedía.

Brasil jugó los mejores minutos desde que empezó el Mundial. Todos brillaron. Incluso Paulinho, que había sido criticado, mostró sus mejores virtudes desde la segunda línea. La idea de Scolari funcionaba a la perfección. No solo en ataque, Thiago Silva y David Luiz dieron una lección de cómo defender. Llegados al descanso, Colombia solo podía rezar para que la intensidad de Brasil bajase.

¿Cuándo se nos concederá el privilegio de respirar aire fresco?

Una de las frases más famosas de Anna Frank parecía rondar la cabeza de todos los colombianos. Asfixiados. La presión e intensidad de Brasil había dejado a los de Pekerman aturdidos. Como si sus virtudes se hubiesen reducido durante 45 minutos.

Quizá fue decisión de Scolari pero Brasil parecía haber bajado una marcha. Una marcha que permitió a los colombianos ganar metros. Tocaron más el balón pero no lo hicieron con más precisión. Y sin precisión, le faltó intensidad para volver a robar. Parecían sorprendidos. ¿Por qué Brasil les regalaba terreno? Pasaron unos minutos en los que ningún equipo se hizo con el dominio. Pekerman, viendo las intenciones del rival, mandó a calentar a Jackson Martínez, Bacca y Quintero.

Colombia se fue definitivamente al partido. Con Brasil especulando y confiando en exceso en su defensa, aparecieron habitualmente James y Cuadrado. El nerviosismo se apoderó de la seleçao, incluso de su impasible capitán. En la jugada más tonta del Mundial, Thiago Silva se interpuso en un saque de Ospina, ganándose la tarjeta amarilla. Podría ser una tarjeta cualquiera, pero fue la tarjeta que le impedirá jugar las semifinales ante Alemania.

Cuando salía el sol, volvió a hacerse de noche

La tormenta brasileña había destrozado los campos de café colombianos. El sol parecía salir tras 45 minutos de infierno. Colombia salía de la cueva para tratar de empezar a jugar a lo que sabían. Cuando mejor lo estaban haciendo, apareció David Luiz para tirar por tierra los sueños cafeteros. El central disparó un misil a la escuadra para hacer explotar Brasil. Ospina, que estaba haciendo un partidazo, se estiró todo lo que pudo pero el balón bajo con mucha fuerza para colarse en su portería.

Todo estaba visto para sentencia. O no. Colombia debía irse a la desesperada a por un gol que le diese, al menos, alguna opción de empatar el encuentro. Sin ataduras, se hizo la luz. Velasco Carballo señaló penalti sobre Bacca tras un derribo claro de Julio César. James, muy nervioso, engañó a Julio César como si estuviese en el patio de un colegio. Con 10 minutos por delante, el partido enloqueció.

Libre directo que ejecuta David Luiz para marcar el 2-0 (FIFA)

Se impuso la fortaleza

Lo mejor de Brasil en el Mundial había sido su fortaleza defensiva. Obviando algunos errores de Dani Alves, hoy suplente, los centrales se mostraron férreos. Con Colombia volcada, Brasil volvió a demostrar que las defensas ganan campeonatos. Faltas laterales, córners o disparos lejanos. Colombia se desesperaba al ritmo que el reloj avanzaba. Ni la subida de Ospina en el último minuto le valió a los de Pekerman para rematar un balón en condiciones. Velasco Carballo señaló el final del encuentro escuchando las voces de un estadio que clamaban por el final de un encuentro que tuvo de todo.