Es el Real Madrid, y es la Champions. Esta frase puede resumir todo lo que se ha visto en el Alfredo Di Stéfano, toda la intensidad con la que han salido los locales. Esto puede explicar también por qué en el minuto ocho ya estaba Olga corriendo al banderín de córner y celebrando un gol que, de una manera u otra, ya se iba a colar en los anales de la historia, era el primer gol del equipo blanco en los cuartos de final de la Champions.

No le importó nada a Alberto Toril el rival que tenía enfrente, tampoco el último escarmiento recibido en el Johan Cruyff, ni siquiera que el Barça es el favorito no solo a ganar la eliminatoria, sino a volver a alzar el título de Champions a final de temporada. El planteamiento inicial era valiente, y ya en el minuto tres el Madrid demostró que quería el balón, con una posesión muy larga que en realidad, era una declaración de intenciones.

No se quedó ahí el plan inicial, y es que a cada pérdida le seguía una presión igual de intensa, una presión que provocó varias pérdidas comprometidas del conjunto culé, como en el minuto siete, donde Esther roba el balón en el centro del campo, conduce entre tres rivales y deja el balón en profundidad a Olga, que no perdió la oportunidad de internarse en el área y convertir el gol.

A partir de ahí empezó a jugar el Barça, que no terminaría de estar cómodo en toda la primera parte, con una Teresa Abelleira inmensa ocupándose personalmente de que Alexia Putellas no pudiera intervenir, y con una defensa casi de cinco, gracias al trabajo incansable de Athenea y Olga, que bajaban a ayudar a su lateral en la defensa con la extrema, impidiendo a las visitantes combinar tanto por dentro como por fuera.

Reaccionó Giráldez, y decidió subir a las laterales y que las extremas jugasen por dentro, pero tampoco surtió mucho efecto, sobre todo porque en cuanto el Madrid cogía la pelota, las contras eran muy rápidas, sobre todo gracias al trabajo incasable de Esther González, la referencia blanca en ataque, que consiguió ganar constantemente la espalda de las centrales culés, amenazando una y otra vez al espacio.

Catastrófica segunda mitad

Reaccionó Giráldez a lo que había visto en la primera parte, y decidió introducir a Claudia Pina en la segunda parte, pero no terminaba tampoco de superar la presión del Real Madrid, convertido en un 4-4-2 con Esther y Maite molestando la salida de las centrales, y con una Abelleira atenta a todo, que acumulaba ya cinco duelos ganados.

Todo se enmendó para el Barça a partir del minuto 50, cuando en una jugada sin apenas importancia, la colegiada decidió ir al VAR y pitar penalti, ante la incredulidad de los aficionados blancos, las protestas de las jugadoras hoy vestidas de negro y la alegría de Graham, que fue derribada por Olga. No fallaría Putellas desde los once metros, engañando a Misa. El principio del fin.

No se puede decir que el Madrid se viniera abajo, pero sí que le faltaran las fuerzas, y la intensidad, aunque existía, no contaba con la misma energía que la primera parte. Era imposible, el despliegue había sido inmenso. Esta energía la representaba a la perfección Esther González. La granadina no bajó los brazos en ningún momento, y demostró que está preparada para este tipo de encuentros, donde se crece y se hace más grande.

El fútbol en muchas ocasiones es injusto, en otras doloroso. Lo experimentó el Madrid en la Supercopa de España, y lo volvió a experimentar en la Champions, con el Barça de nuevo como actor principal del descalabro. Estaban sufriendo más de la cuenta las de Alberto Toril, pero estaban resistiendo, hasta que en el minuto 80, un balón para Graham derivó en un pase que nadie pudo rematar, pero cuyo rechace cayó en Pina, que no se lo pensó y colocó el balón en el fondo de la red. Gol muy parecido al de Putellas en esa Supercopa, pero el desenlace no sería igual.

No sería igual porque todavía quedaban diez minutos por jugarse, catorce con el descuento, y porque con el Madrid volcado en ataque el Barça pudo correr, y lo hizo, aprovechando la velocidad de Patri Guijarro y la efectividad de Alexia, una dupla letal a la contra para que la Balón de oro la picara por encima de Misa, marcando un gol que puede ser muy trascendente de cara a la vuelta.

No se merecía perder el Real Madrid, no se merecía ganar el Barça. Sin embargo, esto es fútbol, y las de Giráldez, las dueñas de este deporte, donde todavía nadie les ha puesto en aprietos esta temporada. Un grupo de jugadoras excepcional, una máquina engrasada a la perfección y una destructora de ilusiones. Tienen argumentos para pelear las de Alberto Toril, pero no lo tendrán nada fácil en la vuelta, sin embargo, nada es imposible si tienes a jugadoras con la garra de Esther y Athenea, quienes donde no llegan con las piernas, lo hacen con el corazón.