Sobre la piedra partida del Graderío Sur se alzó Ibai. Sobre una de las barandillas que días atrás había aguantado el peso de una muchedumbre eufórica con el gol de Oriol todavía una bandera se mecía con timidez a las órdenes del viento. Pero el delicado balanceo no contentaba al pequeño de Huarte, criado en una localidad cuyo nombre aparecerá ligado siempre a la figura de uno de los grandes hombres de la historia de este club: Patxi Puñal. Heredero de carácter combativo del eterno capitán rojillo, Ibai agarró lo que hasta ese momento más que una bandera era un pañuelo de lágrimas. Y la puso en el cielo; en el cielo de un Sadar vacío, un Sadar herido.

Este podría ser el resumen de la campaña que lanzó, bajo la leyenda 'Volveremos', el Club Atlético Osasuna pocas semanas después de aquella trágica jornada del 18 de mayo de 2014 ante el Real Betis, la guinda macabra para una temporada marcada por los supuestos amaños, la prepotencia de una directiva deslegitimizada por sus propios actos, una más que evidente pérdida de los valores del club y una mancha imborrable en la imagen del equipo. Por todo ello, 'Volveremos' no hablaba exclusivamente del ascenso a Primera División, sino de resurgir de las cenizas y recuperar el caracter que se le presupone a cuadro de Pamplona, la identidad navarra, la rasmia y la fe ciega en la cantera como señas de identidad. 'Volveremos' hablaba de volver a ser Osasuna.

Jan Urban, un hombre cuyo nombre aparece grabado con letras de oro en la historia de Osasuna, sería el encargado de conseguir, a nivel deportivo, esa vuelta a los orígenes. El polaco es el mejor ejemplo de como alguien llegado desde muy lejos puede acabar entendiendo igual de bien que un irundarra de nacimiento los valores de Osasuna; pero Jan representaba ese equipo glorioso de principios de los noventa, el 0-4 del Bernabéu y los viajes por Europa. Un Osasuna que enmarcaba mejor que ninguno los valores de los que hablamos, pero un Osasuna de campanillas. Quizá por eso el polaco no pudo terminar la temporada en el equipo de sus amores; porque lo que había que hacer es bajar al barro, atajar los problemas de raiz y eliminar ese sentimiento de culpa y negatividad que arrastraba desde hacía algunos años el equipo de El Sadar. Y, cuando eso falla, la historia de Osasuna siempre recurre a la bruja de Campanas.

Enrique Martín logró certificar en Sabadell la versión 2.0 del famoso 'Milagro de Martín', evitando así un descenso a Segunda B que implicaría la presumible desaparición del club. Pero el técnico navarro poco podía hacer en apenas seis jornadas que restaban para el final de liga cuando cogió el timón del equipo; más que mantener la nave a flote, claro. Retomar el rumbo correcto para el equipo rojillo era algo en lo que tendría que trabajar a partir del curso 2015/16, este que se acaba de terminar con Osasuna, como Ibai, tocando el cielo con sus dedos. Pero lo ocurrido el pasado día 18 en Motilivi era algo que nadie podía imaginar a principios de temporada.

El propio Martín se había marcado como objetivo inmediato recuperar esas señas de identidad que el cuadro navarro había perdido y que, incluso durante la etapa de Urban, comenzaron a vislumbrarse, pero ni a un optimista como él se le ocurría hablar 'volver' a la categoría de oro: "Vamos día a día. Nuestra realidad es que hemos ganado tres partidos de cuatro. No tenemos otro objetivo que consolidar al equipo en Segunda. A partir de ahí, no vamos a renunciar a nada", decía el técnico en el programa Planta Segunda tras la jornada cuatro, a lo que añadía: "Yo entiendo que Osasuna tiene que hacer un proyecto a 2-3 años y estar en Primera en su centenario. Pero si nos equivocamos y nos vamos para arriba, encantados".

Nueve meses más tarde, se han equivocado. Osasuna, el de siempre, el de la garra, el coraje y la orgullo navarro, ha vuelto a Primera División, mucho antes de lo que nadie hubiera esperado, en lo que es la consecución de esos dos objetivos que aquella campaña con Ibai de protagonista se marcó el club a medio plazo. Por todo ello, esta no puede ser si no una de las temporadas más importantes de la historia del equipo rojillo, un curso en el que el ascenso no es más que una guinda –esta dulce y jugosa– a un año mágico en el que la afición, siempre fiel, ha vuelto a recuperar la sonrisa, la fe, y en la que el club, para más inri, ha conseguido reencauzar el rumbo institucional de la entidad, que con los nuevos ingresos por derechos televisivos terminará de pagar su deuda con Hacienda, despejando dudas y emprendiendo una nueva aventura en lo más alto con la pureza de aquel equipo que logró el ascenso en 2000.

Celebración del ascenso en la Plaza del Castillo. Fotografía: LFP.
Celebración del ascenso en la Plaza del Castillo. Fotografía: LFP.

Tajonar y la LFP marcaron la confección de una plantilla histórica

Conviene recordar que el final de esta temporada de ensueño tiene su comienzo en lo más bajo, al borde del abismo. Osasuna llegaba a la última jornada de la temporada 2014/2015 jugándose el descenso a Segunda División B en Sabadell. Los rojillos necesitaban como mínimo un punto ante un rival que ya no se jugaba nada para evitar la catástrofe de acumular dos descensos en dos años consecutivos, este último, el que podría desencader su desaparición como club. Pero los rojillos, fieles a su impulso taquicárdico, comenzaron perdiendo 2-0 y completamente noqueados ante el conjunto arlequinado. Solo dos testarazos de David García y Javier Flaño –éste sobre la bocina, en el minuto 94– permitirían a Osasuna jugar otra temporada más en la categoría de plata del fútbol español. El comandante de la nave, Enrique Martín Monreal, afirmó que Osasuna se había salvado aquella tarde gracias a su “instinto de supervivencia”, a un pequeño resquicio de aquel viejo Osasuna que afloró en el momento más inidicado.

Este final de temporada de vértigo dio paso a un nuevo proyecto cimentado en los orígenes del club, en la cantera de Tajonar. El técnico navarro, renovado, tenía ahora la oportunidad de emprender desde el mes de julio ese segundo objetivo: el de recuperar, el de 'volver', al club de siempre, y a partir de ahí se comenzó a gestar lo que sería una temporada histórica; aunque en ese momento nadie –salvo quizá el propio Martín– se lo podía ni imaginar.

Osasuna solo ha tenido este año 18 fichas profesional, por sanción de la LFP

El equipo sufriría una gran cantidad de bajas durante los meses del mercado estival y la dirección deportiva, de la mano de Petar Vasiljevic, comenzaría un proceso de búsqueda de jugadores para reforzar una plantilla maltrecha y un club con amplias limitaciones económica y hasta de fichas. Y es que, por segundo año consecutivo, Osasuna no podría inscribir a más de 18 jugadores profesionales como pena por los retrasos en el pago a sus jugadores y a clubes con los que había efectuado transacciones; pero, además, tampoco podía gastar dinero en traer nuevos jugadores ni invertir el conseguido mediante la venta de sus mejores hombres en aliñar los contratos que ofrecerían a jugadores libres. Y es que, el 25% de cada operación que realizara Osasuna caería directamente en las arcas de la Hacienda Foral, como medida para mitigar la deuda que las directivas anteriores había dejado como herencia de su paso por los despachos.

Con todo ello, entre Martín y Vasi, consiguieron armar un equipo solvente para intentar mantener la categoría y, así, afianzar al equipo en Segunda División tras la tormentosa campaña 2014/15. Uno de los cambios más notables tuvo lugar en la portería. Los dos guardametas que acabaron el curso en Sabadell, Asier Riesgo y Roberto Santamaría, se marcharían dejando su lugar a Nauzet Pérez y Mario Fernández. Ambos fichajes llegaban libres de sus respectivos clubes, Sabadell y Racing de Santander. En la parcela defensiva, se perdió a uno de los pilares del equipo y gran protagonista de la salvación, el central montenegrino Nikola Vujadinovic, quien durante varias semanas mantuvo un tira y afloja entre su corazón y su bolsillo; o, lo que es lo mismo, entre la oferta de renovación de Osasuna y el mareante contrato que le ofrecía el Beijing Enterprises, de la segunda división china. No obstante, el club supo suplir esta baja con dos hombres: Unai García, canterano del club que apenas había tenido oportunidades en el primer equipo y había terminado la temporada en el Tudelano, y el central dominicano Tano Bonnin, que llegaba libre del Villarreal.

Aunque, sin duda, lo que más preocupaba a la secretaría y el cuerpo técnico era la falta de gol. Osasuna creyó encontrar la solución con las contrataciones de Matej Pučko y Bogdan Milic, dos jugadores sin experiencia en la categoría que a la postre darían un rendimiento muy bajo: el primero, yendo de menos a más tras comenzar con fuerza la temporada al llegar a Pamplona con la temporada ya comenzada en su país natal (Eslovenia); el segundo, abandonando El Sadar en el mercado se invierno tras no saber rentabilizar su 202 centímetros de altura con goles.

El resto de la plantilla volvería a estar integrada por canteranos de mayor o menor veteranía, chavales del promesas y jugadores ajenos al club pero ampliamente comprometidos con la causa, como Nino. Sin embargo, el problema principal al que haría frente Enrique Martín Monreal sería convencer a la plantilla para que creyese en su proyecto. El técnico de Campanas tenía como objetivo salvar sin apuros a Osasuna y mantenerlo una temporada más en Segunda División, pero sin renunciar a nada y con la cabeza siempre alta, mirando hacia arriba, hacia "el atico". Con estos antecedentes, comenzaría una temporada en la que nadie podría llegar a imaginar lo que ocurriría a mediados de junio.

Un comienzo ilusionante, un liderato inesperado

Cuatro victorias en los primeros cinco partidos

Tampoco muchos, ni los más optimistas entre la parroquia rojilla, podían haber imaginado el comienzo del equipo en el curso 2015/16. Cuatro victorias en los primeros cinco partidos, cinco de seis si contamos el partido de Copa del Rey que hubo de por medio. Menos aún empezando con una victoria fuera de casa, algo que históricamente el club navarro siempre ha apostado por retrasar muchas jornadas. Así, con un papel de equipo que pelearía por mantenerse tranquilamente en la Liga Adelante, utilizando este curso como transición para luchar por el ascenso en siguientes temporadas, pocos vaticinaban que el primer líder de la Liga Adelante sería el CA Osasuna.

Se empezaba la temporada lejos de El Sadar, al igual que se terminaría –una idea que gustó poco, como es habitual–. Sin embargo, iniciar la campaña lejos de casa salió bien. La UE Llagostera se topó con un Osasuna desatado, con un juego llamativo y que le permitió dominar de principio a fin. Los navarros sorprendían con su estilo y terminaron ganando ese primer partido de liga por 0-2. El fichaje veraniego Matej Pučko hizo el primer gol de la temporada, demostrando que su fuerte es el regate y la velocidad y demostrando que el esloveno llegaba más rodado a la primera jornada que el resto de sus compañeros. Lejos de quedarse ahí, el mediapunta marcaría hasta tres goles más en la primera vuelta del campeonato, pero el efecto de su fichaje se fue diluyendo como una aspirina con el paso de los meses, en los que Martín poco a poco fue restándole minutos y hasta retrasando su posición al puesto de carrilero. En cambio, Roberto Torres, de penalti, haría el segundo tanto del conjunto navarro y el primero de los 12 que marcaría esta temporada, firmando un curso de enseño para él y convirtiéndose en uno de los grandes artífices del ascenso tras una temporada –la 2014/15– en la que su rendimiento dejó mucho que desear.

Pucko comenzó con fuerza su aventura en Osasuna. Fotografía: LFP.
Pucko comenzó con fuerza su aventura en Osasuna. Fotografía: LFP.

El 1-3-5-2, 1-5-3-2 en su planteamiento más defensivo, que impuso Enrique Martín Monreal gustó tanto a jugadores como aficionados. Los resultados con esta disposición táctica fueron excelentes, sobre todo en el comienzo del curso. Las victorias ante Leganés (2-1, jornada 4) y Real Zaragoza (0-1, jornada 5) dieron alas a un equipo que era líder de la clasificación allá por septiembre. Las esperanzas crecían en un conjunto bien formado que se sincronizaba a la maravilla. Roberto Torres, que firmó un hat trick ante el Lugo (4-0, jornada 7), fue el gran estandarte que llevó al equipo a lo más alto de la tabla durante estas primeras semana, meintras que Mikel Merino demostraba minuto a minuto su empaque y calidad sobre el verde. Sus siete goles anotados durante el curso, y sobre todo su trabajo sobre el terreno de juego, han sido clave en este gran año para los rojillos.

El desliz de Unai

Sin embargo, este mes mágico tuvo un borrón que oocos recordarán ya a estas alturas de 2016. Hablamos de lo sucedido el 9 de septiembre de 2015. Después de haberse enfrentado Osasuna y Mirandés en pretemporada y en Liga (jornada 2), se cerraba el tercer encuentro entre pamplonicas y burgaleses en menos de un mes. El equipo de Martín se llevó los tres encuentros: 3-2 ganó Osasuna en el amistoso, 1-0 en el segundo fin de semana del campeonato y 1-2, en Aranda del Duero, en el partido de Copa del Rey. Enrique Martín Monreal alineó entonces al central Unai García, una decisión que implicaría días más tarde la eliminación del equipo del torneo del KO. En ese momento nadie en el cuerpo técnico de Osasuna recordaba que el navarro estaba sancionado de la temporada anterior, por lo que no podía jugar dicho encuentro.

La Federación expulsó a Osasuna pese a la victoria sobre el terreno de juego. Con los buenos resultados obtenidos hasta ese momento, esta decisión administrativa cayó como un jarro de agua fría en el equipo y afición, siempre ilusionada con este torneo. El equipo parecía capaz de plantar batalla en el la competición, pero un descuido lo dejó fuera. No sería el único club que sufriría de un mal similar, ya que ronda más tarde el Real Madrid sería eliminado por la alineación de Dennis Cheryshev en la eliminatoria ante el Cádiz.

Adrián Cruz y Unai García persiguen a un jugador del Mirandés en el partido de Copa. Fotografía: El Correo.
Adrián Cruz y Unai García persiguen a un jugador del Mirandés en el partido de Copa. Fotografía: El Correo.

Goleadas para bajar del "ático"

La derrota por 3-0 en Mendizorroza cortó la racha triunfal de Osasuna

La Liga Adelante era la única competición que le quedaba a los pupilos de Martín Monreal y debían darlo todo en ella. Durante todo el curso, el técnico de Osasuna había hablado del ya famoso “ático” como una metáfora de ese primer puesto, el más alto de la clasificación, desde el cual podía divisarse la Primera Divisón. Ese ático estuvo muchas jornadas coloreado de rojo, pero no todo podían ser alegrías. Tras sumar 16 de 21 puntos en juego, el equipo estaba animado, en un gran momento de forma, pero el arreón inicial rojillo terminó con la victoria ante el Lugo. El Deportivo Alavés –hoy flamante campeón de la categoría– goleó a los rojillos por 3-0 (jornada 8) en Mendizorroza. La derrota puso a más de uno los pies sobre la tierra y recordó a los parroquianos que habría que sufrir para lograr un ascenso con el que ya muchos comenzaban a soñar. El resultado dolió, especialmente para los 3.000 rojillos que poblaron las gradas del feudo blanquiazul.

Osasuna logró recomponerse y volvió a la senda de la victoria en la visita del Albacete Balompié a El Sadar (1-0, jornada 9), tres puntos que reforzaron una semana más tarde en el Hiliodoro Rodríguez López con un 2-2 (jornada 10) ante el Tenerife, que logró el empate en el tiempo de descuento gracias a un gol de Germán. Pero el equipo cayó en picado durante las siguientes dos jornadas. Los vascos pusieron en su sitio a Osasuna. Los navarros eran líderes y solo el Córdoba parecía poder seguirles el ritmo; pero, a partir de la abultada derrota en Vitorio, se demostró lo que la Liga Adelante ha enseñado durante todo el curso: que aquí te puede ganar cualquiera. Y así fue. Girona primero (0-1, jornada 11) y Elche (2-1, jornada 12) después hicieron sumar a Osasuna dos derrotas consecutivas que hacían temblar a lo optimistas y bajar varias posiciones en la tabla al conjunto de Enrique Martín.

Pero algo había cambiado en Osasuna respecto al curso anterior. Los navarros firmaron dos victorias por la mínima ante Mallorca (2-1, jornada 13) y Real Valladolid (0-1, jornada 14) que hicieron recuperar nuevamente la confianza a la afición. Enrique Martín Monreal ya empezaba a amueblar el ático aunque "no lo tuviese pagado del todo". El de Campanas, siempre prudente, no quería vender la piel del oso antes de cazarlo; e hizo bien, porque el final de la primera vuelta trajo de nuevo las montañas rusas a Pamplona. La regularidad mostrada durante la primera parte de la primera vuelta se fue torciendo con la cercanía de las Navidades. La derrota ante el Alcorcón (0-1, jornada 15), puso en duda la fuerza de El Sadar, pero otro 3-0 en contra, esta vez por parte de la Ponferradina (jornada 16), fue la gran bofetada que desestabilizó al equipo, que jugaba bien pero no conseguía rematar los partidos ante una preocupante falta de gol. Un empate en casa ante el colista, el Bilbao Athletic (1-1, jornada 17) no ayudó a mejorar las perspectivas de Osasuna.

El gigantón Milic ante el Bilbao Athletic. Fotografía: LFP.
El gigantón Milic ante el Bilbao Athletic. Fotografía: LFP.

El equipo no parecía capaz de ganarle a los equipos de abajo, pero sí plantarles cara a los de arriba. Con dos victorias fuera de El Sadar –ante Numancia (1-3, jornada 18) y Huesca (0-1, jornada 20) y dos empates en el propio estadio –ante Nàstic (1-1, jornada 19) y Real Oviedo (0-0, jornada 21), Osasuna dio por concluida una primera vuelta inesperada y que le situaba entre los mejores del campeonato: 35 puntos de 63 en juego sumados. Los navarros se alejaban del primer puesto, pero se consolidaron como serios aspirantes a acabar entre los seis mejores clasificados cuando ya se había cumplido el 50% de la liga regular.

Las piezas que faltaban para completar el puzzle

No obstante, el partido en Soria fue el último para Osasuna en 2015, el que dejó paso a las vacaciones navideñas y al mercado de invierno, que se extendería hasta la segunda jornada de la segunda vuelta. El conjunto rojillo rescindió el contrato de dos jugadores que apenas habían tenido protagonismo en el equipo. El primero de ellos fue Bogdan Milic que ante la inminente llegada de un delantero, acordó con Osasuna la ruptura de su contrato para poder dejar así una ficha libre; recordamos la limitación de 18 profesionales que ha pesado sobre la plantilla rojilla este curso. El segundo en abandonar la nave definitivamente fue Adrián Cruz, que tras no entrar en los planes de Martín Monreal durante la primera vuelta y sufrir una lesión, acabó tomando el mismo camino que el ariete balcánico para así poder incorporar a otros jugadores.

Otro que salió, en este caso en calidad de cedido, fue Álex Sánchez, que regresó al club del que provenía, el Tudelano. El maño también sufrió una lesión que le mantuvo apartado del equipo durante tres meses y, una vez recuperado se consideró que lo mejor era que saliera para sumar minutos y volver más fuerte a Osasuna para el curso 2016/17. Por último, el centra galo Jordan Lotiès, que volvía a jugar tras haber sufrido dos graves lesiones la temporada pasada, tuvo que abandonar el equipo en contra de su propio voluntad y la de los técnicos para que Osasuna pudiera cumplir con el límite salarial.

En su lugar, llegaron al equipo tres nuevos refuerzos. El primero de ellos fue Urko Vera. El club quería un delantero con gol y experiencia en la categoría y el de Barakaldo encajaba en el perfil y motivaba a la afición rojilla, que le recibió como grandes expectativas tras lo visto la campaña anterior cuando era jugador del Mirandés. El arieta vasco rompió el contrato que le vinculaba con el Jeonbuk Hyundai coreano desde el pasado verano y puso rumbo a Pamplona. Junto a él llegó el pivote Manuel Sánchez, que dejó el Huesca para ayudar al equipo rojillo en el medio campo. La última incorporación fue la de Miguel De las Cuevas, que regresó a El Sadar un año después de haberse marchado para jugar en Italia. A finales de septiembre le habían detectaron una anomalía cardiaca que le apartó de los terrenos de juego durante toda la primera mitad del campeonato, pero Osasuna volvió a confiar en la calidad del alicantico a sabiendas de que su incorporación al equipo debía ser progresiva y que, por tanto, Martín no podría contar con el mediapunta al 100% hasta el final de liga.

Urko Vera y Manuel Sánchez en su presentación. Fotografía: Besoccer.
Urko Vera y Manuel Sánchez en su presentación. Fotografía: Besoccer.

Síndrome postnavideño

La segunda vuelta comenzó con una cómoda victoria por 3-0 ante la Llagostera (jornada 22). Parecía que al equipo le había sentado bien los turrones y, poco a poco, recuperaba la forma del inicial del campeonato; pero, tras ese partido, dos derrotas como visitante, ante el Mirandés (4-0, jornada 23) y el Leganés (2-0, jornada 24), y dos empates en casa, frente al Almería (0-0, jornada 23) y el Zaragoza (1-1, jornada 25), hicieron que los rojillos se cayeran de los puestos de playoff por primera vez en toda la temporada.

Tras este pequeño bache, Osasuna conseguía ganar al Córdoba por la mínima (0-1, jornada 26) y se enganchaba de nuevo a los puestos de promoción de ascenso; aunque una semana después perdía ante el Lugo por 2-0 (jornada 27) en tierras gallegas, devolviendo las dudas a la fiel afición rojilla. Sin embargo, el partido que en la primera vuelta significó el final de una trayectoria prácticamente inmaculada para los navarros, sirvió en esta segunda vuelta para retomar el rumbo. Y es que todo cambió tras ganar 3-1 al Alavés (jornada 28), que marchaba en la cabeza de la clasificación. Los resultados acompañaron y Osasuna se puso a tan solo tres puntos del conjunto de Vitoria, lo que permitió a los osasunistas volver a soñar con la posibilidad de alcanzar los puestos de ascenso directo. Pero una nueva derrota ante el Albacete (3-1, jornada 29) y cuatro empates consecutivos ante Tenerife (0-0, jornada 30), Girona (0-0, jornada 31), Elche (0-0, jornada 32) y Mallorca (1-1, jornada 33), hicieron que el club rojillo volviese a caer por debajo del sexto puesto cuando se cumplían tres cuartas partes del campeonato y en el horizonte comenzaba a verse el final de la liga regular.

El tramo decisivo: hasta el minuto 86 de la última jornada

Dos victorias consecutivas, ante Valladolid (1-0, jornada 34) y Alcorcón (0-1, jornada 35) devolvieron al equipo la esperanza y le dieron fuerzas a los de Martín para afrontar el final de liga con posibilidades reales de ascenso. El Pucela cayó por la mínima en El Sadar gracias a un soberbio cabezazo a la escuadra de Nino; mientras que un error de bulto del guardameta Dimitrovic al despejar una cesión de un compañero significó tres puntos más para el zurrón rojillo. Los navarros se armaron de ilusión con dos partidos que les acercaban al objetivo: luchar por la Primera División. Y es que, casi sin darse cuenta, Osasuna logró la salvación matemática y, para cuando se llegaba a los últimos diez partidos de la temporada, los hombres de Martín estaban metido en la pomada.

Quizá por el subidón que supusieron estos dos encuentros, los hombres de Martín jugaron sus mejores partidos en este último tramo de la segunda vuelta, en la que no le fue nada mal al conjunto de El Sadar: de los últimos diez encuentros sólo perdieron dos, frente a Nàstic (1-0, jornada 40) y Huesca (2-3, jornada 41), dos derrota que, sin embargo, llegaron en el peor momento. Además, de los 30 puntos en juego Osasuna solo sumó 16, debido a los empates ante Ponferradina (1-1, jornada 37) y Bilbao Athletic (0-0, jornada 38). Y es que si algo demostró Osasuna en ese periodo fue solidez defensiva. Tan sólo recibió siete tantos, y cinco de ellos fueron en dos partidos, contra Numancia y Huesca.

Por suerte para los rojillos, en la jornada 39 el equipo volvió a ganar; eso sí, con muchos apuros. Osasuna logró remontar en El Sadar ante el Numancia, que se había plantado con un 0-2 en el marcador. La faceta goleadora del mejor jugador de la temporada, Mikel Merino, empezó a dar sus primeros frutos en este encuentro. El canterano marcó el primer tanto local y culminó la remontada en el descuento merced a un soberbio testarazo a la salida de un córner. El empate lo ponía, desde el punto de penalti, Roberto Torres.

Gracias a este resultado, el entrenador, Enrique Martín, soñó e hizo soñar a la afición con la posibilidad de asaltar el ascenso directo. Sin embargo, dos derrotas consecutivas alejaron a los navarros de dicha posibilidad y provocaron que se llegase a la última jornada sin depender de sí mismos para entrar en playoff. Derrota en Tarragona frente al Nàstic en un partido muy trabajado y en el que sólo faltó el gol rojillo. Un duelo que se decidió a favor de los locales gracias a un tanto espectacular, de falta directa, de Naranjo (1-0). Frente al Huesca, en El Sadar, correrían una suerte similar. Derrota por 2-3 en un partido loco, en el que Osasuna se adelantó gracias al acierto de Miguel De las Cuevas, el Huesca remontó, los rojillos empataron gracias a un tremendo gol de Merino y los oscenses remataron la faena casi al final del encuentro, en el 88, con una diana obra de Luis Fernández. Dos derrotados especialmente dolorosas por el juego desplegado –Osasuna fue muy superior a sus rivales en ambos partidos– y porque privaban al equipo de depender de si mismo para la última fecha de la liga regular.

Osasuna se clasificó para el playoff gracias a un gol del Girona en Ponferrada

Así, en la última jornada, en Oviedo, el conjunto rojillo estaba obligado a ganar y a esperar otros resultados para poder entrar en puestos de promoción. Y así sucedió. Desplegando todas sus armas ofensivas, Osasuna goleó a su rival: 0-5 con tantos de Kodro, Roberto Torres por partida doble, Oier y Urko Vera. Caprichos del destino, el equipo navarro alcanzó la sexta plaza, última que daba derecho a los puestos de promoción, en el minuto 86 gracias a un gol del Girona (Christian Herrera) ante la Ponferradina. Los catalanes, que a la postre serían el rival de los rojillos en la final del playoff, descendían al conjunto de El Bierzo a cuatro minutos del final y desataban la locura entre la afición rojilla en el Tartiere, que celebró –en comunión con la plantilla– la clasificación para la fase de ascenso como si de la vuelta a Primera se tratara. Y es que todos los allí presentes sabían que Osasuna se presentaba, por fútbol e ilusión, como el gran favorito a alcanzar de nuevo la máxima categoría del fútbol español.

Los jugadores de Osasuna celebran la clasificación para los 'playoffs'. Fotografía. LFP.
Los jugadores de Osasuna celebran la clasificación para los 'playoffs'. Fotografía. LFP.

Un playoff para enmarcar

Después de la carambola que permitió al conjunto de Enrique Martín Monreal meterse en puestos de promoción de ascenso, quedaba el último esfuerzo antes del ascenso: cuatro partidos y Osasuna volvería a Primera División. En la primera eliminatoria, el conjunto navarro se enfrentaría al Nàstic de Tarragona, tercer clasificado en liga. No obstante, el conjunto catalán –que pocas semanas antes había derrotado en su estadio a Osasuna con un gol de Naranjo de libre directo– llegaba a este playoff con la moral tocada, después de tener el ascenso directo en la palma de la mano en la última jornada y no haber conseguido materializar su paso a la categoría de oro.

Así, Osasuna y Nàstic abrirían las eliminatorias del playoff en un Sadar a reventar que llevaría en volandas a un equipo desatado. El conjunto de Martín saldría en tromba, dominando el encuentro con claridad y generando numerosas ocasiones de gol durante la primera media hora de juego. El esfuerzo y la superioridad de los rojillos se vería recompensada en el minuto 33, cuando Mikel Merino aprovechaba un balón suelto en el área pequeña para hacer el 1-0 y llevar el éxtasis a las gradas de El Sadar. Pero, lejos de amilanarse, el cuatro de Martín siguió percutiendo a la atónita defensa tarraconense, que había recibido el primer mazazo de Osasuna mucho antes de lo esperado. En práctico estado de shock, la zaga del Nàstic sufría en cada balón de Osasuna que se aproximara a las inmediaciones del área de Reina y, tan solo ocho minutos más tarde, de nuevo Merino ponía el 2-0 en el marcador aprovechando un nuevo rechace tras una falta lateral botada por Roberto Torres. Era el minuto 41, al filo del descanso, y los rojillos ponían tierra de por medio y encarrilaban la clasificación.

Pero la pesadilla del Nàstic no se terminaría ahí. Igual que sus jugadores, Martín estaba eufórico y sorprendió a propios y extraños con su planteamiento tras el paso por vestuarios. Tildado en muchas ocasiones de ser un técnico conservador, mandó al equipo en busca del tercero, que llegó 13 minutos después de la reanudación: una contra de lujo tirada por Merino, la templanza de De las Cuevas y un latigazo de Kenan Kodro, que ya había sido titular ante el Oviedo tras apenas disfrutar de minutos durante la segunda vuelta y que, con este gol, dejaba a los suyos a un paso de la final del playoff. La fiesta en El Sadar era total, y solo un gol de Jean Luc en el 68 paró la música en el guateque rojillo durante algunos segundos. Y es que el tanto del costamarfileño podía cobrar su peso en oro en el partido de vuelta si Osasuna no conseguía perforar en el Nou Estadi la portería de Reina y anular así la ventaja del valor doble de los goles fuera de casa.

Conscientes de que un 2-0 les ponía en la final, los hombres de Vicente Moreno saltaron al césped de su estadio con el objetivo de marcar un gol pronto que diera a su público esperanzas y encajonara a Osasuna en su área. Y lo conseguirían a los siete minutos, gracias a un tempranero gol de Naranjo. Pero el 1-0 hizo reaccionar a un Osasuna que se hizo con el mando del partido y lograría empatar por medio de David García a los 32 minutos de juego, aprovechando de nuevo la fortaleza rojilla a balón parado. El tanto y descanso dejaba frío al Nou Estadi, que sabía de la necesidad de celebrar dos goles para seguir vivos en los playoff. Era el todo por el todo para el Nàstic y, como en la primera parte, se tiró en tromba ante la portería de Nauzet; tanto, que un desajuste defensivo permitió que entre De las Cuevas, Merino y Javi Flaño firmaran uno de los goles de la temporada y la sentencia a la eleminatoria: pase picado al área para la entrada del canterano y taconazo del '8' de Osasuna para que el carrilero de Noáin la pusiera en la escuadra, imposible para Reina: 1-2 y el Nàstic necesitaba superar tres veces al guardameta canario del conjunto navarro para soñar con la Primera División.

Con el partido visto para sentencia, Merino pondría la guinda a una eliminatoria de 10 para él con el 1-3 a quince minutos del final y Juan Muñiz maquillaría el resultado con un 2-3 que sellaría el pase de Osasuna a la final del playoff, en la que se enfrentaría a un Girona que conseguiría remontar al día siguiente el 2-1 adverso cosechado en Córdoba. Cosas del destino, el fútbol emparejaba a los navarros con el equipo que les metió al en estos puestos de promoción de ascenso en la última jornada, un equipo que ya en la temporada 2014/15 se quedó a las puertas de ingresar en la Primera División por primera vez en su historia. Pero antes, tenía que derrotar a un Osasuna que a cada segundo estaba más crecido, más ilusionado y más convencido de que esa 'vuelta' que Martín vaticinó para el centenario del club podía adelantarse unos cuantos años.

Y El Sadar, como no podía ser menos, se vistió de gala. El estadio rojillo colgó el cartel de 'No hay entradas' y la afición cantó más fuerte que nunca el Riau-Riau; aunque no tanto como el testarazo de Kodro en el minuto 6. Casi no había dado tiempo a sentarse en la butaca cuando el delantero donostiarra cazó un gran centro de De las Cuevas para batir a Becerra y poner el 1-0. El Sadar volvía a golpear primero y Osasuna volvía a hacerse con las riendas del encuentro. De hecho, solo en la reanudación el Girona pudo encerrar a los hombres de Martín en su campo, aunque con más suerte que sus vecinos de Tarragona. Kiko Olivas culminaba en el 73 una jugada ensayada y ponía el 1-1 en el marcador y al Girona como virtual equipo de Primera División por el valor doble de los goles fuera de casa. Osasuna sufría su propia medicina y se colocaba a remolque del cuadro gerundense; pero solo metafóricamente. Y es que los navarros volvieron a la carga, de nuevo con un gran Mikel Merino, que en su despedida de El Sadar filtró un pases de esos que hacen que Thomas Tuchel se esté frotando las manos con su nuevo mediocentro. Torres alcanzó el envío de su compañero y puso un balón raso desde la línea de fondo al punto de penalti para Maikel Mesa, que colseguía batir de nuevo a Becerra (minuto 78) y poner a Osasuna por delante en la eliminatoria.

Maikel Mesa celebra el 2-1 ante el Girona. Fotografía: LFP.
Maikel Mesa celebra el 2-1 ante el Girona. Fotografía: LFP.

La 'vuelta' de Osasuna

El tanto del canario evidenciaba que este Osasuna, que había sido capaz de reaccionar ante un mazazo como el tanto de Olivas, no era el que había martirizado a la afición en los últimos años, y eso era un gran motivo para creer en el ascenso; eso y las palabras de Merino, que se fue manteado de El Sadar y prometió en zona mixta dejar al equipo de su tierra en Primera antes de marchar a Alemania. Para ello, había que aguantar 90 minutos en los que el Girona se tiraría como perro en celo a por la portería de Nauzet, que sufrió una auténtica campaña de acoso –pero no derribo– en el partido de vuelta en Montilivi. El meta canario fue uno de los hombres del ascenso, gracias a una muy sólida actuación durante los cuatro partidos de playoff, aunque el título de MVP nadie se lo puede arrebatar a Kenan Kodro. Un pase delicioso de Torres nada más comenzar la segunda parte y una gran galopada del delantero fue el germen del 0-1 definitivo, del uno contra uno en el que el exjugador txuri-urdin batiría de nuevo a Becerra y firmaría con su bota derecha el ascenso de Osasuna a Primera División.

En Montilivi se cayó la grada visitante (literal) y en toda Navarra la gente se echó a la calle para celebrar un triunfo histórico tras el pitido final del colegiado. Osasuna había conseguido 'volver', el sueño de Ibai se había hecho realidad y los rojillos volvían a la máxima categoría del fútbol español. Sin emabargo, como alguien dijo en Twitter tras el ascenso, esta solo es la guinda de un pastel que no hubiera estado mucho menos dulce si la picota que lo corona. Y es que el viejo Osasuna, ese del ascenso de 2000, ese que se identificaba por unos valores ligados al caracter del pueblo navarro y que en sus filas contaba con una amplia representación de su masa social (navarros y canteranos), ya había vuelto muchas jornadas antes. Es por ello que la 2015/16 siempre quedará guardada en la memoria del aficionada y en la historia del club como una de las más importantes de los casi 100 años de historia de Osasuna.

Osasuna celebra el ascenso en el césped de Montilivi. Fotografía: LFP.
Osasuna celebra el ascenso en el césped de Montilivi. Fotografía: LFP.
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